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Pilar Palomero, durante la rueda de prensa en el Festival de Málaga. Jorge Zapata (Efe)
Pilar Palomero: «'Las niñas' no es un ajuste de cuentas con las monjas»

Pilar Palomero: «'Las niñas' no es un ajuste de cuentas con las monjas»

Entrevista ·

Su ópera prima, que llegará a los cines este viernes, acaba de ganar la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga

Iker Cortés

Madrid

Lunes, 31 de agosto 2020

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Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) ya se olía algo cuando empezó a recibir felicitaciones por 'Las niñas'. No es para menos. Su emocionante y personal ópera prima echa la vista atrás, a la España de principios de los noventa, a través de Celia -la interpretación de Andrea Fandos es de otro planeta-, una niña de once años que estudia en un colegio de monjas y da sus primeros pasos hacia la adolescencia. Sencilla y conmovedora, la cinta ganó la Biznaga de Oro en un Festival de Málaga atípico pero más necesario que nunca.

-Ha sido llegar y besar el santo. ¿Qué se le pasa a una por la cabeza cuando recibe un premio así por su primera película?

-¡Estoy feliz! Y además en esta situación... Hace cuatro meses estábamos a punto de irnos a Málaga y, de pronto, hemos estado confinados casi tres meses, así que esto hace que sea más especial y que lo recibamos, si cabe, con más ilusión. Sí que es verdad que yo tampoco me siento una recién llegada. Llevo muchos años formándome y he trabajado en un montón de cortos y películas de otros directores. Sé lo difícil que es hacer una película y esta la hemos luchado mucho, hemos sido súper perseverantes. Ha sido difícil convencer a tanta gente para que te apoyen, pero al final, afortunadamente, hemos recibido su apoyo. Así que estoy feliz día, agradecida y a la vez siento que por fin empiezo. Es mi primera película, pero espero seguir haciendo más. Mi objetivo es hacer cine hasta el día en que pueda y ahí es cuando podré hablar de esto, cuando ya sea una ancianita y pueda permitirme hablar de mi vida de forma retrospectiva. El caso es que ahora sí que siento que, por fin, todo ese esfuerzo, todos estos años de formación, de sacrificio, de trabajar y llegar a casa y ponerme a escribir se han recompensado.

-Un premio así, ¿implica más presión a la hora de dar el siguiente paso?

-No he tenido mucho tiempo para asimilarlo, pero sí es cierto que cuando volvíamos de Berlín teníamos un calendario repleto de festivales que se tuvo que cancelar y durante el confinamiento comenzamos a desarrollar el próximo proyecto. Ya tengo un primer borrador que está escrito sin presiones de ningún tipo. De todas maneras, todavía hay que ver cómo responde la gente al estreno, que espero que bien, y ver qué sucede con esta situación en la que nos encontramos. Para mí dirigir es algo tan vocacional que no solo quiero hacer una segunda película, si puedo hacer cien, haré cien.

-Imagino que la fiesta fue un poco rara.

-(Ríe). Ahora hay que celebrarlo un poco por dentro, pero fue curioso porque nos dieron el galardón y nos sacaron por una puerta a la calle, justo frente a una terraza, así que nos fuimos allí a tomar cañas. Y luego ya al hotel. Para la fiesta de los abrazos habrá que esperar, aunque espero que no mucho.

-¿Cuánto tiempo llevaba con esta película en la cabeza?

-Pues entre ocho y diez años. Todo comenzó por un cuaderno de Religión, de sexto de EGB, que me encontré en casa de mis padres y en el que empecé a leer frases como que 'la sexualidad está al servicio del amor' o que 'Dios creó a la mujer'. Era del año 92 y me sorprendió porque parecía una educación más de los años setenta, así que empecé a tirar del hilo.

-¿Cómo?

-Rebusqué en mis recuerdos, hablé con mi familia, con mis hermanos, con amigas de la universidad... Y me fui dando cuenta de que realmente la educación entonces era bastante conservadora y se había quedado anclada en el pasado. Eso contrastaba mucho con esa España de principios de los noventa, eufórica, gracias a los Juegos Olímpicos de Barcelona o a la Expo de Sevilla, que se creía muy europea. Y empezaron a salir todo tipo de temas.

-¿Como cuáles?

-Salió el 'Póntelo, pónselo', por ejemplo. Recordé que habían puesto el cartel frente a mi colegio y que se había armado una enorme. Yen aquel momento tenía once o doce años y tampoco lo llegaba a entender mucho. Ya de adulta, investigando para la película, pues vi que la campaña se acabó retirando porque se consideraba que podía incitar a las relaciones sexuales. Y era una de las mejores campañas, de esas que educan y que forman, importantísima en el año 92 porque el SIDAera un problema importante. Me pareció que todo eso formaba parte de un mundo que merecía la pena retratar y sentía que yo tenía algo que decir y algo que poder aportar al respecto.

Una imagen promocional de la película.
Una imagen promocional de la película.

-¿Cuánto tiene de autobiográfica?

-A ver, yo no soy Celia y sus vivencias familiares no son las mías, pero todo ese mundo y todas esas contradicciones sí que las viví y me parecía que podía comunicarlo y recordar a más gente lo que a mí me había parecido tan chocante.

-Y cuando alguien plasma algo tan cercano, ¿queda una sensación de vacío después?

-Es que las primeras impresiones que me están llegando de la gente me están llenando muchísimo. Mi objetivo siempre ha sido cuidar todo el aspecto emocional del viaje de Celia y que quien viera la película pudiera conectar con ella y emocionarse. Y siento que ese objetivo se está cumpliendo. Más allá de toda esta lectura y esta reflexión sobre la sociedad que se puede hacer, para mí lo importante es la emoción. Por eso decidí hacer una ficción y no un documental o un ensayo, porque quería hacer recordar al espectador cómo es ese momento en el que dejas de ser un niño.

-Es fácil reconocerse en la película, ¿cree que interpela a toda una generación?

-Una periodista también me dijo que sentía que se había quitado una venda de los ojos, que se había dado cuenta de cómo era la educación entonces viendo la película. Y no solo de eso, también de la sociedad en la que estábamos inmersos. Para mí, era importante meter en la película esas esenas de la televisión con las 'Mama Chicho', Umbral y Raffaela Carrà, esa mezcla tan extraña y tan esquizofrénica. Hay gente que me dice: «Qué fuerte que ocurriera todo esto en el 92». Yo creo que lo que propone la película es precisamente recordar una época que en la memoria tenemos algo reformada. Nos creemos que éramos algo que todavía no éramos y no hay más que ver unos vídeos de YouTube para corroborarlo. Lo curioso es que fuera de mi núcleo, cuando la gente ha ido viendo la película, se ha dado cuenta de que era así y me parece súper bonito despertar esa memoria colectiva.

-¿Es una película nostálgica?

-Sí que la película tiene un punto nostálgico. Están todas estas cosas en las que creo que nos podemos reconocer, todos esos ritos iniciáticos: el cassette de música que te grabas con tus amigas y que forma parte del proceso de crecimiento de convertirte en un adolescente, el fumarse un cigarrillo a escondidas, las discotecas light... Sí que hay una parte que tiene esa nostalgia, pero si está incorporado al guión y la película es sobre todo para que funcionara a nivel narrativo. Para conseguir entender a Celia y a su madre, también tenemos que entender y recordar cómo era este mundo. Por eso la película tiene esta estructura, que va de lo más general a la historia de Celia, porque primero es recordar lo que nos decían en clase, lo que veíamos en la tele. los prejuicios que nosotros mismos teníamos incorporados y que al final cargábamos porque nos los habían transmitido nuestros padres.

-El retrato del colegio de las monjas, deja un poso de tristeza. ¿Le dejó marcada esa etapa?

-Yo siempre digo que no es una película hecha contra nadie. Yo tenía muy claro que no quería que fuera una película contra las monjas ni contra el colegio. Al final lo que he intentado transmitir es que no hay nadie malo, nadie quiere hacer mal a Celia, al contrario, están intentando darle lo mejor. Lo que pasa es que ese 'lo mejor' está condicionado por la educación que ellas recibieron y el país en el que ellas vivieron su infancia. No he querido hacer un ajuste de cuentas ni he querido ir a mis traumas de la infancia, que no los tuve.

-Sí sirve para entender cómo es parte de la sociedad ahora.

-Claro, para mí esa es la otra parte de la propuesta. Además del viaje emocional de Celia, mostrar que esta educación que yo muestro en la película es la herencia de la educación que había tenido la generación anterior y, a su vez, la anterior. Es una mochila muy muy muy pesada, que va a pasar de generación en generación y que nos hace ser como somos.

-En la película sale el tema del 'bullying' cuando ni siquiera teníamos una palabra para definirlo. ¿El acoso escolar no tiene época?

-Eso es. No tenía nombre, pero ocurría. Sí siento que ahora hay una diferencia y es que se le pone nombre y los chavales se animan a comunicarlo y hablan de ello, porque ahora se le da más importancia a la educación emocional, explicar cómo te sientes. Esto de llevarlo todo por dentro como le ocurre a Celia o a su madre, es más de otra época. De todas maneras, tampoco sé hasta qué punto es del todo bueno. Veremos si dentro de 30 años alguien hace una película sobre la educación de ahora e igual hablar tanto de tus sentimientos quizá no sea tan bueno. Y sí que hay cosas que no han cambiadoy que incluso son más duras, como por ejemplo el acoso por las redes sociales.

Vídeo. El tráiler de la película.

-¿Cómo encontraron a Andrea Fandos?

–Yo ya conocía a Andrea porque había hecho un corto y a mí me había fascinado ya: su mirada, sus ojos... Lo que pasa es que era muy pequeña la primera vez que la vi para el personaje de Celia. Pasaron tres meses y había crecido, pero no tenía la edad que supuestamente tenía que tener Celia. Sin embargo, me fascinó tanto que adaptamos un poquito el guión. Como era un texto muy abierto, muy libre, como una especie de guía para que no nos limitara, pudimos rebajar un poco la edad. Es que sentí que era ella. La dulzura, la ingenuidad, la timidez... todo eso forma parte de su personalidad y de la de Celia. La capacidad que tiene ella para empatizar es tremenda. Yo siempre digo que es actriz. Sabe modular sus emociones cuando le pides algo, tiene una intuición brutal.Por ejemplo, en las escenas con Natalia de Molina, que es su madre, cuando le riñe, ella llora y se emocionaba de verdad. Tiene las emociones a flor de piel.

–¿Hubo entonces espacio para la improvisación?

–Sí, mucho. Es curioso porque podríamos haber montado una película muy diferente al guion, porque teníamos un montón de material, pero al final el resultado es muy parecido. Pero sí, en las escenas en las que están las seis juntas, empezamos con ellas a trabajar. No leyeron el guión. Empezábamos improvisando. Trabajé con un coach que se llama Rubén Martínez e íbamos creando un poco la atmósfera que queríamos. Que se estuvieran riendo, que jugaran. Y yo les hablaba mucho e, incluso, me ponía a hacer de algún personaje porque igual entre ellas no se atrevían tanto a pincharse. La premisa que les dimos es que en todo momento debían ser ellas mismas, pasarlo bien y disfrutar y han sido súper generosas, no se han quejado en ningún momento, pese a que era su primera película.

–Llama la atención la cuidada fotografía, muy cercana al documental, y en formato 4:3. ¿Por qué y hasta qué punto una fotografía así puede entorpecer la labor de los actores?

-Fue una propuesta de Daniela Cajias, la directora de fotografía, por una cuestión nostálgica a la hora de recordar los noventa. Y es verdad que yo los recuerdo a través de la televisión cuadrada del salón. Pero luego también éste era un formato que nos permitía estar más sobre Celia y encerrarla mucho, enclaustrarla en ese mundo en el que todo pesa tanto. En cuanto a la labor de los actores, yo lo que hablé con el equipo es que intentáramos siempre que todos los elementos técnicos -la cámara, el sonido, la luz...- estuvieran al servicio de ellas, que ellas no estuvieran limitadas y pudieran moverse con libertad. Fue muy exigente, difícil y duro para el equipo, pero yo creo que era primordial porque no quería ni que memorizarán un guion ni que se vieran limitadas a moverse hasta x punto diciendo una frase. Es muy difícil ser auténtico si existen todas esas limitaciones.

–Se ha dado mucho la matraca con los ochenta, ¿ha llegado ahora nuestro turno?

–(Ríe). A ver ya están saliendo bastantes películas de los noventa, creo que he llegado ahora nuestro momento de revival y sí, me imagino que sí. A mí me hace gracia ver ahora a las chicas de 15 años vestidas cómo vestía yo en los noventa. Yo creo que los que vivimos esos años estamos en la edad de recordarlo ya con una perspectiva, con una distancia, y que nos apetece recordarlo y hablar de ello. Es que los noventa, sobre todo los primeros cinco años, merece mucho la pena revisarlos.

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