Si el día fuese una tarta, se repartiría en tres porciones. Una se iría a dormir, otra a la vida personal y otra a trabajar. Es la jornada de 8 horas, esa que se instauró como norma a principios del siglo XX. Pero esas horas que se pasan en el trabajo no solo tienen un efecto directo sobre nuestros ingresos y nuestra realidad material, también impactan en la salud.
El trabajo es una parte importante de la felicidad. Es una de las muchas cosas sobre las que investiga desde 1938 el Estudio Harvard de la Felicidad. «Existe un cliché que dice que, en su lecho de muerte, nadie desea haber pasado más tiempo en la oficina. Y es un cliché por algo: porque a menudo es cierto», escriben Robert Waldinger y Marc Schulz, los actuales máximos responsables de la investigación, en 'Una buena vida' (Planeta). El tiempo que se pasa en el trabajo afecta al tiempo fuera de él. Y viceversa. Afecta a las relaciones afectivas, traslada el estrés a casa y permea todo lo demás. Por eso impacta en el bienestar, pero también puede hacerlo en algo más importante, como es la salud mental.
El estudio de InfoJobs sobre el abandono del empleo en España de 2022 indicaba que el 32% de las personas que pensaba en dejarlo lo hacía por su salud mental. Era el primer motivo para dejar un puesto de trabajo, superando a un mal salario. Según la 'Guía del Mercado Laboral' de Hays, el 43% de los empleados españoles presenta fatiga laboral. Sufren de 'burnout' porque su trabajo los ha quemado
Pero ¿qué papel tiene la evolución del mercado laboral y sus condiciones en todo esto? El trabajo ha cambiado en el siglo XXI de forma paralela a cómo la digitalización ha modificado la sociedad. Ni siquiera es una evolución cerrada: el desarrollo de herramientas como la inteligencia artificial implicarán nuevos ajustes en los empleos. Por ahora, la digitalización ha generado una sociedad ultraconectada, en la que todo va mucho más rápido y en la que los estímulos —y las interrupciones en la jornada laboral— son mucho mayores. También ha impactado —y no necesariamente para bien— en la precariedad, con la llamada 'gig economy'.
Incluso, han aparecido nuevos trabajos. Los datos de bienestar mental de esas nuevas profesiones no son especialmente optimistas. El 57% de los profesionales de marketing en redes sociales —como pueden ser los community managers— reconoce que lidia con problemas de salud mental, según el último ʻInforme de Apoyo Emocionalʼ, elaborado por Hootsuite. El 42% explica que la naturaleza de su trabajo ha empeorado su situación.
Todas las horas son trabajo
La tecnología ha hecho que separar vida privada y laboral sea más complicado que nunca. Uno de los últimos estudios del Club de Malasmadres, elaborado con Movistar, señala que 7 de cada 10 mujeres creen que es importante controlar el uso que hacen del móvil en el hogar. Reconocen que les cuesta y la razón principal está en el trabajo: 6 de cada 10 están mirando en casa cosas del trabajo. Bien es cierto que las encuestadas también reconocen que en horario laboral también siguen en sus móviles temas personales.
En realidad, que lo hagan ayuda a ver en términos estadísticos algo que confirma, al otro lado del teléfono, el psicólogo Ismael Dorado, secretario de organización de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS): las fronteras entre la vida privada y la laboral se han vuelto hoy mucho más difusas. «La jornada laboral es cualquier momento», explica.
La tecnología ha llevado a ello. Esto no solo supone que el trabajo se vaya a casa con nosotros —y Dorado recuerda que se han perdido lo que antes se veían como normas claras de educación, como no llamar a según qué horas, en las nuevas herramientas, como WhatsApp— sino que además afecta a los procesos de nuestra mente. «Nuestra capacidad de desconexión es muy lenta», señala el experto. Un estudio de hace un par de años de Sodexo concluía que el 30% de los españoles ya no era capaz hacerlo durante las vacaciones. La última guía de Hays ya habla de que, en general, le cuesta desconectar al 51% de los profesionales.
Y, a medida que no somos capaces de pulsar el botón de apagado del trabajo, ocupamos con ello momentos que antes se iban al ocio, al descanso o a estar con la familia y los amigos. «Le estamos quitando tiempo a otras cosas importantes», indica Dorado.
De hecho, cabría preguntarse qué impacto tendrá el teletrabajo. Sus ventajas son claras: facilita la conciliación, abre la diversidad geográfica o permite más flexibilidad. Sin embargo, tiene aspectos negativos que pueden pasar factura a la salud mental. Es algo que Waldinger y Schulz indican en su libro. «Trabajar desde casa nos aísla del importante contacto social del entorno laboral», apuntan. También Dorado recuerda que, por mucho que a veces nuestros compañeros puedan ser un estresor, en líneas generales esa socialización «es necesaria». Es clave para reducir el estrés que genera el trabajo cuando 'descargas' con ellos.
No menos importante es también que el trabajo en remoto hace todavía menos claras esas fronteras ya difuminadas entre lo que es la jornada laboral y la vida privada. «Cualquier momento es zona de trabajo», apunta Dorado.
Una cuestión de sociedad
Al final, el trabajo es un elemento más de la sociedad en la que se vive. Por ello, los temas que cambian cómo se comportan las personas también impactan en cómo se vive el mundo laboral y en sus consecuencias.
Así, Dorado habla de cómo ha emergido el FoMO, ese miedo a perderse cosas, y cómo las nuevas tecnologías han creado «una compulsión» a estar siempre conectados y recibiendo notificaciones. En una sociedad hiperconectada, «tenemos otra serie de problemas, como la ansiedad que nos entra al quedarnos sin batería», ejemplifica. Hemos normalizado estar en un estado de hipervigilancia y de ansiedad, que no es bueno para nuestra salud mental. Esto también impacta en cómo vivimos nuestra jornada laboral.
En paralelo, el empleo se convirtió en el arranque del siglo XXI en algo casi identitario, ese 'yo soy mi trabajo' y esa frase tan repetida de que si hacer lo que amas 'no será trabajo'. Dorado cree que este tipo de afirmaciones son «populismo psicológico», como lo de si te esfuerzas lo lograrás (no siempre se puede conseguirlo todo). «Parece que si no somos felices en el trabajo es culpa nuestra», señala. No lograrlo lleva a la frustración. «Sin olvidar que el trabajo es trabajo», apunta. «La vida es lo que empieza cuando salimos», insiste.
Poner esto en perspectiva es importante para la salud mental. También lo es algo tan básico como la naturaleza del empleo. Al final todo se resume en algo que la propia OMS señala en sus recomendaciones: el trabajo decente es bueno para la salud mental. Lo es para los trabajadores y también para las empresas. Según cálculos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cada año se pierden 12.000 millones de jornadas de trabajo por depresión y ansiedad. Son un billón de dólares de pérdidas anuales para la economía global.
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