De cada 100.000 personas en España, 16 padece una enfermedad inflamatoria intestinal (Crohn o colitis ulcerosa), según los datos de un estudio de GETECCU (Grupo Español de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa). Pueden no parecer muchas, pero son suficientes: cada año se diagnostican 10.000 nuevos casos de alguna de estas dos enfermedades autoinmunes en España.
Y, en realidad, estos males intestinales son solo un par de las muchas enfermedades autoinmunes que existen y que cada ejercicio son diagnosticadas en las consultas médicas del país, un diagnóstico que cada vez reciben más personas.
Una investigación británica —en el que participaron investigadores de diferentes universidades, entre ellas la de Oxford— ha intentado, partiendo de datos de su propia población, estimar cuántas personas padecen enfermedades autoinmunes. Es el 10% de la población; esto es, una de cada diez personas con las que nos cruzamos cuando paseamos por la calle. Las cifras son ligeramente más bajas si se pone el foco en los hombres —son el 7%— que en las mujeres —entre las que sube al 13%—, pero sí son más elevadas que las estimaciones previas realizadas.
En resumidas cuentas, son muchas las personas que tienen un diagnóstico de enfermedad autoinmune y, dado que son afecciones crónicas, las que viven día tras día con ellas.
«Es real», responde el doctor Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), cuando se le pregunta si están subiendo los diagnósticos de enfermedades autoinmunes. Aun así, López Hoyos puntualiza. Hace dos décadas se estaban infradiagnosticando estas enfermedades y ahora se tiene un conocimiento mucho mayor de ellas y de lo que suponen para sus pacientes. Esto es, cuando llegan a la consulta médica es más factible que se identifique mejor qué padecen.
La gran pregunta, con todo, es la de qué está haciendo que estas personas lleguen a su centro de salud con estos problemas. ¿Es el cambio climático el causante de este crecimiento de síntomas y lo que está llevando a que cada vez más personas desarrollen estas enfermedades? La respuesta aquí es, como se decía hace años de las relaciones en Facebook, 'complicada'.
Por un lado, las enfermedades autoinmunes tienen una base genética, aunque se activan por múltiples —y a veces desconocidas— razones.
El doctor López Hoyos es categórico a la hora de señalar que no se puede decir que el cambio climático las esté causando. Cuando se le pregunta deja claro que no, que con la ciencia en la mano no se puede acusar al cambio climático de este crecimiento. Apuntar en una dirección «es simplificar demasiado», insiste López Hoyos, porque las enfermedades autoinmunes son mucho más complejas. «El origen es multifactorial», apunta, «lo tenemos clarísimo». Un estímulo lleva a que el sistema inmune de la persona actúe, aunque no como debería. «Los disparos son por agentes ambientales, muchas veces infecciones», apunta el médico.
Por otro lado, sin embargo, el contexto en el que nos movemos —ese contexto que ha creado las condiciones para el cambio climático— no ayuda. El ya mencionado estudio británico intentó también determinar que había variaciones socioeconómicas, regionales y de temporada entre las personas afectadas, lo que permitía teorizar que elementos del entorno —desde el fumar al estrés— podrían tener efectos directos sobre la situación.
López Hoyos señala que sí se puede achacar a los que nos rodea y al estilo de vida moderno el tener brotes de estas enfermedades. Por ejemplo, apunta, se sabe que la piel humana puede reaccionar emitiendo señales de estrés al entrar en contacto con los contaminantes, algo que puede generar respuestas del sistema inmunitario. «Hay evidencias de que el comportamiento humano sí favorece», explica el doctor. Malos hábitos —como el tabaquismo o el estrés, apunta él también— no ayudan. Pero insiste: «Diría que hay muchos factores, no podemos decir menos en las autoimnunes que que son multifactoriales».
Un contexto poco favorable
Pero ¿qué ocurre con la contaminación? ¿Es un factor que impacta en estas enfermedades? A tenor de los resultados de un estudio italiano sí: la probabilidad de desarrollar estas enfermedades es mayor cuanto más tiempo y a más niveles de contaminación haya estado expuesta la población. Investigadores de la Universidad de Verona descubrieron que, de media, subía entre un 12 a 13% la posibilidad de desarrollarlas, con cifras superiores cuando se ponía el foco en algunas de forma concreta. Así, para la artritis reumatoide era del 40% y para las enfermedades inflamatorias intestinales del 20%.
Aun así, también aquí los investigadores insisten en que los datos son limitados y que el estudio es observacional. Esto es, no se puede decir que la contaminación sea la causa directa, solo que cuando es elevada y continuada los resultados son peores para estas personas.
Y, en cierto modo, esto es lo que ocurre en líneas generales con estos elementos. Así, el cambio climático, sus factores de riesgo y sus consecuencias tienen consecuencias en quienes padecen enfermedades autoinmunes. Es algo que cualquier persona que padezca una de estas enfermedades puede muchas veces señalar de forma intuitiva —se sienten peor—, pero que también apuntan desde la comunidad científica.
Las consecuencias de los eventos climáticos extremos pueden complicar el acceso a la salud de estos enfermos crónicos (si los recursos sanitarios están comprometidos por ellos, no van a poderles dar servicio), pero la pérdida de calidad de vida llega también de manera más directa, como indica un investigación estadounidense. Las temperaturas altas, por ejemplo, empeoran la salud de los enfermos de enfermedades reumáticas y las elevadas concentraciones de polución —habituales en los momentos secos de calor— no les ayudan.
Hábitos saludables para el sistema autoinmune
Aunque las enfermedades autoinmunes tienen una base genética —y no podemos cambiar nuestros genes—, sí se pueden incluir ciertos patrones de vida más saludables. El doctor López Hoyos recomienda dormir bien, ejercicio moderado «ni muy sedentario, ni muy excesivo», una dieta equilibrada y reducir el estrés. Un poco de estrés no es terrible, pero «el estrés crónico es malo».
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