Es casi como un mantra, como una palabra mágica que se invoca cada vez que se habla de la transición ecológica y de cómo afrontar los retos que crea la emergencia climática sin perder calidad de vida. Es la electrificación, la llave que permitirá que sigan funcionando muchos servicios reduciendo su huella de carbono.
Pero si la electrificación parece una respuesta a una parte importante de los retos de la transición verde, no debe olvidarse que llega acompañada de otras obligaciones, que abarcan desde el origen de esa electricidad —puesto que si no es limpia y renovable, tampoco tendrá una huella de carbono deseable— pasando por la propia red eléctrica. Si cada vez más elementos de la vida cotidiana necesitan ser alimentados con electricidad, se necesitará una infraestructura que esté a la altura. En cierto modo, casi se puede entender sin salir de casa. Si sobrecargamos la red doméstica, saltará el automático. Simplificando mucho, se podría decir que la transición energética no se puede permitir que eso lo ocurra.
«Si queremos cumplir con los objetivos de la Unión Europea y lo que nos hemos marcado como país, es evidente que pasa por la electrificación», señala Antonio Cordón, presidente de la Asociación para la Transición Energética (ATE). Las infraestructuras, añade, tienen un punto complicado; es la cara «menos visible» de esta transformación. Pero no por ello es menos importante. Sin ellas, el resto de las piezas no encajan.
La presión sobre la infraestructura eléctrica irá en progresivo aumento a medida que se vayan aproximando los objetivos marcados por el Acuerdo de París. Por eso, será necesario hacer ajustes, algo que desde la industria advierten que no está ocurriendo. El último estudio de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), 'Electricity Grids and Secure Energy Transitions', denuncia que existe una falta de ambición global en la inversión en la infraestructura eléctrica. Esto podría ser el punto débil, aseguran, para la transición hacia las energías limpias.
«El progreso reciente en energía limpia que hemos visto en muchos países no tiene precedentes y es motivo para el optimismo, pero podría estar en peligro si los gobiernos y las empresas no se unen para asegurar que las redes eléctricas mundiales están listas para la nueva economía de la energía global que está emergiendo rápidamente», aseguraba hace unas semanas, al hilo de sus proyecciones, el director ejecutivo del organismo, Fatih Birol. Birol insistía: «Debemos invertir en redes hoy o enfrentarnos a bloqueos mañana».
Desde Red Eléctrica, la responsable de las infraestructuras eléctricas españolas, reconocen que «como señala el informe de la IEA, las redes eléctricas son fundamentales para hacer posible la transición ecológica». «Por eso, el refuerzo de las redes está ahora más que nunca en el centro del debate: porque sin transmisión no hay transición», aseguran, recordando que no solo este informe habla de esto. Este fue uno de los temas que se ha abordado en uno de los foros en el marco de la presidencia española de la UE, suman. Esto es, es un tema que está en la agenda.
Los cálculos de la IEA estiman que habría que reemplazar o sumar 80 millones de kilómetros de redes eléctricas en todo el mundo antes de 2040 para poder cumplir con los objetivos estimados. Es, básicamente, una cifra igual a toda la infraestructura que existe hoy en día en las redes eléctricas globales. De hecho, no se trata solo de sumar a futuro, sino también de enfrentarse al presente. La red global, alertan, ya no está siguiendo el ritmo del crecimiento en uso de energías renovables.
Cordón recuerda que en EEUU ya se han producido apagones en una red eléctrica sobrecargada. No ha ocurrido a este lado del Atlántico. «En Europa y en España, tenemos muy buenos sistemas», puntualiza, con redes estatales que siguen muy bien el crecimiento vegetativo en necesidades energéticas. Sin embargo, lo que llega ahora es mucho más que esa necesidad marcada por el aumento de la población. A las infraestructuras eléctricas se les va a exigir mucho más. «La cuestión no es cómo está el sistema ahora, sino cómo va a estar», explica.
La cuestión de la inversión
Todo esto requiere una inversión y ahí está, en cierto grado, el quid de la cuestión. Para que las redes eléctricas estén a la altura de lo que se necesita de ellas en este contexto de transición energética, antes hay que destinar un importante capital a prepararlas para ello. Según las cuentas de la IAE, para 2030 debería doblarse la inversión anual global en infraestructura eléctrica, llegando así ya a los 600.000 millones de dólares.
También Cordón habla de la inversión como elemento clave y suma la importancia de que exista un marco claro. De hecho, recuerda que es algo que las empresas del sector siempre acaban mentando. «Todos se refieren al marco, que debería ofrecer un incentivo», indica. «Es evidente que aquí tiene que haber una reflexión a nivel proyecto de país», reflexiona.
Siempre que se habla de dinero e inversión, se acaba sacando la pregunta crucial, la de cómo se va a pagar todo esto. «Lo vamos a pagar entre todos», sintetiza el experto. «No es que sea diferente a todo lo demás», suma. Igual que hay que pagar otras infraestructuras más visibles y sobre las que la población no suele tener muchas dudas, como carreteras, por ejemplo, también hay que hacerlo con las redes eléctricas. La cuestión está, explica Cordón, en cómo se hará.
«El cambio se va a tener que hacer. No es posible no hacerlo», recuerda, «Si queremos descarbonizar, es el elemento clave de todo», añade. «Estamos en un momento para para hacer un gran salto», asegura Cordón. «Hay un reconocimiento a todos los niveles que hay que hacerlo, pero la pregunta es cómo hacerlo», apunta. «La cuestión es cómo se desbloquean los obstáculos», señala.
De hecho, no hacer esta renovación de la infraestructura podría ralentizar el desarrollo e implantación de las renovables, advierte la IAE. Es, eso sí, una advertencia global. En España, como explican desde Red Eléctrica, están trabajando «para dotar al sistema eléctrico de las infraestructuras necesarias para acompañarle en su transformación hacia uno más renovable y sostenible». «Gracias a este impulso, hoy España es uno de los países referentes en integración de renovables», aseguran, y suman las cifras de integración de la producción renovable —más del 98%— como muestra de ello.
Aun así, no dan todo por cerrado. «Pero hay que seguir redoblando esfuerzos», afirman. «A 30 de septiembre, ya hemos incrementado en un 88,4% nuestro esfuerzo inversor para impulsar la transición energética en España, hasta los 512,9 millones de euros», defienden. El objetivo es cerrar 2023 superando los 700 millones de inversión, con un programa centrado en el desarrollo y refuerzo del transporte eléctrico —que quiere potenciar la renovable y no simplemente responder al crecimiento de la demanda— y en la creación y ejecución de infraestructuras.
La hoja de ruta que marca Cordón parte de comprender el problema que supone esta necesidad de actualizar las infraestructuras. «Lo segundo, la urgencia». Este es el momento y el trabajo sobre la red debe hacerse «ya mismo», señala el experto. Quizás, en este punto habría que recordar una de las alertas que lanza la IAE, la de que los proyectos de infraestructuras eléctricas no se hacen de un día para otro. Son trabajos de años. Para que en 20 años la red eléctrica no se atasque, hay que empezar a trabajar prácticamente ya mismo.
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