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Un joven se refresca en las calles de Nueva Delhi azotada por temperaturas extremas en mayo. AFP
La ola de calor en la India explicada desde el cambio climático

La ola de calor en la India explicada desde el cambio climático

análisis ·

«Las altas temperaturas, que se repetían hace 70 años con un tiempo de retorno de unos 50, se suceden ahora cada 4 años»

Antonio Ruiz de Elvira Serra

Lunes, 9 de mayo 2022, 09:20

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El mes de marzo ha sido muy caliente en el subcontinente indio. Abril ha experimentado temperaturas que en esas zonas corresponden a bien entrado el mes de mayo. La ola de calor se extiende y se mantendrá hasta la llegada de los monzones en junio. Estas olas de calor, que se repetían hace 70 años con un tiempo de retorno de unos 50 años, se están repitiendo ahora cada 4 años aproximadamente.

El cambio climático se analiza hoy, en general, hablando del aumento de la temperatura media global del planeta, que implica las temperaturas de los trópicos y de las regiones polares, de los meses de invierno y de verano, de días y de noches.

Como todas las medidas promedio, la del cambio climático es también engañosa. Que la nota media en Física de una clase de 100 alumnos sea un 5 puede significar que 100 alumnos sacan un 5 o que 50 alumnos sacan un 10 y el resto un 0.

En una situación de aumento de la temperatura media global, hay zonas cuya temperatura sube mucho, como el Ártico, y otras donde se mantiene más o menos invariable.

Cambio en el aire

La realidad visible del cambio climático es el cambio en la circulación del aire debido a pequeñas diferencias de temperatura. En España lo estamos viendo con gran claridad en los últimos años, cuando las alternancias rápidas entre situaciones de frío y heladas y tiempo estable y caluroso son constantes.

Normalmente en India –y Pakistán, que está en la misma región geográfica– el calor aumenta desde marzo a junio cuando, en condiciones normales, llegan los monzones. Este año, y en algunos otros años a partir del año 2000, las temperaturas han sido unos 3 grados superiores a lo que era habitual en el siglo XX.

El cambio climático no va a frenar. No parece existir el menor deseo en los países de dejar de utilizar combustibles fósiles. Tenemos ejemplos actuales: Marruecos va a iniciar la explotación masiva de un yacimiento subacuático frente a sus costas. Alemania, la gran esperanza verde, se ha revelado, desde marzo, como un país adicto a esos combustibles. China inaugura constantemente centrales de carbón, que es la principal fuente de energía en India, sin expectativas de sustitución.

Poca voluntad política internacional

Si no se da un cambio de tendencia, la única acción racionalmente posible es la adaptación. Por poner un ejemplo, en España es esperable un episodio de heladas fuertes en el valle del Ebro y en las costas levantinas al menos una vez al año: la adaptación pasa por instalar invernaderos de techos móviles y control automático. Igualmente, las inundaciones aumentarán de manera intensa a lo largo del siglo XXI y exigen sistemas de canalización capilares.

Otra consecuencia del cambio climático, y esta sí se debe directamente al aumento de la temperatura, es la disminución de la cubierta de nieve de las montañas. En California, hacia junio, las reservas de agua de los embalses están agotadas y su agricultura depende de la nieve de sierra Nevada. Pero la cantidad de nieve disminuye de año en año. Adicionalmente, el aumento de temperatura (y unas urbanizaciones diseñadas sin tener esto en cuenta) producen incendios monstruosos cada año.

Sabemos que el cambio climático, con su consecuencia, el cambio de circulación de las masas de aire en la atmósfera, va a continuar. De la misma manera que tendríamos que haber adoptado alternativas rápidas al gas ruso, tenemos que poner ya en marcha las alternativas de adaptación.

De Pakistán a Cádiz

Por ejemplo, en España, diques en las zonas costeras habitadas, como Huelva, Cádiz, Sevilla, Málaga, Valencia, Barcelona y el resto de las ciudades atlánticas y mediterráneas con zonas a nivel del mar. Además de sistemas de canalización capilar ante lluvias torrenciales, invernaderos inteligentes ante heladas bruscas, adaptación del cultivos a etapas de calor extremo.

En definitiva, es necesario aceptar la realidad y tener preparadas alternativas –que necesitan mucho tiempo para ponerse en marcha– para afrontar los efectos de un cambio climático que ya hemos causado y que vamos a intensificar a lo largo de este siglo XXI.

Este artículo ha sio publicado en 'The conversation'.

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