No sabemos a qué olía el mundo en la época de los dinosaurios. Pero sí sabemos que los olores han formado una parte muy importante de la historia colectiva desde milenios. Incluso en esa época ajena a la trayectoria humana. Lo han hecho de forma natural —los que la propia naturaleza y la vida cotidiana pone a nuestro paso— pero también de forma menos orgánica, como composiciones realizadas para simplemente oler bien. Los perfumes son tan antiguos como la historia humana, recuerda en 'Odorama' Federico Kukso. Ya en la prehistoria alguien se dio cuenta de que se podía odorizar los espacios y los egipcios convirtieron los perfumes en algo místico.
El olfato —y lo que nos transmite— es también una parte fundamental de la experiencia humana. Según la neurociencia, los seres humanos son capaces de identificar más de un billón de olores. Es lo que calculó hace unos años un estudio de la Rockefeller University. Solo se puede diferenciar, por el contrario, entre 2,3 y 7,5 millones de colores.
Pero ¿qué está pasando con la perfumería en la era del cambio climático? ¿Está una industria tan conectada a los olores de la propia naturaleza abocada a verse arrastrada por las consecuencias de un cambio profundo en su fuente de inspiración y, no menos importante, materias primas?
En el otoño de 2022, cuando se había terminado la campaña de recolección, en Grasse —la localidad del sur de Francia que se considera la capital mundial del perfume— el balance era muy negativo. La sequía había pasado factura y la recolección de la tuberosa —una flor que es la base de muchos perfumes— había caído en un 40%. Entonces, como recogía Bloomberg, a los cultivadores de flores de Grasse les preocupaba cómo las temperaturas extremas, los cambios bruscos de tiempo y las sequías iban a afectar a sus cultivos. En febrero de este mismo año, la prensa internacional volvía a recoger que los agricultores de Grasse estaban preocupados por la sequía y cómo afectaría a sus plantaciones de flores.
Son preocupaciones similares a las que tienen los agricultores en todo el mundo de forma general y a las que tienen los productores de ingredientes para la industria de la perfumería en concreto en muchas más ubicaciones. La vainilla, otro ingrediente estrella, ha protagonizado titulares en la última década por las escaladas de su precio: las malas cosechas y el tiempo extremo la convertían en un bien incluso más preciado.
Algunos estudios también han empezado a preguntarse por la calidad de estas materias primas. ¿Va a llevar el cambio climático y sus consecuencias no solo a que las cosechas sean más complicadas sino también a que pierdan calidad? Un estudio israelí de hace unos años concluyó las flores eran menos aromáticas por la subida de las temperaturas y uno italiano que la bergamota podría perder calidad por culpa de los efectos de la sequía.
Y en cierto modo no deja de ser una paradoja, puesto que una de las cuestiones sobre las que alertan desde la ciencia es que el cambio climático está cambiando el buqué de la naturaleza: las más altas temperaturas están haciendo que los olores sean, en ocasiones, más potentes y, sin duda, diferentes. Esto lleva a que se rompa el lenguaje de la naturaleza, ese que emplean los animales y las plantas para entenderse.
¿Vamos a tener que dejar de sacar nuestra perfumería de la naturaleza y centrarnos en aromas sintéticos (que ya son una parte importante también de cómo olemos)?
Innovar desde la industria
«La teoría parece decir que buscaremos aromas puros, pero la realidad es que el mundo del perfume es muy sofisticado y no se busca en él una equivalencia con los aromas de la naturaleza», explica Anabel Vázquez, cofundadora de Laconicum. «Sí podría afectar, y creo que afectará, en la búsqueda de fragancias que dejen la menor huella de carbono posible y cuyos ingredientes se cultiven de la manera más respetuosa posible», añade.
Vázquez trabaja con muchas marcas de perfumería y cosmética —Laconicum es, al fin y al cabo, un ecommerce especializado en ellas— y confirma que la industria del perfume está preocupada por el cambio climático «desde las grandes firmas a las pequeñas». Están viendo cambios en áreas como el packaging, la fabricación o la distribución. «Es transversal. Los desafíos pasan por minimizar la huella de carbono, hacer un uso sostenible de los recursos y trabajar con equipos en las mejores condiciones posibles», resume.
Las propias compañías cuentan, de hecho, ya con líneas de trabajo y estrategias conectadas con la sostenibilidad. La del Grupo L'Oréal —que son los dueños de marcas de perfume como Lacôme o Mugler— se llama 'Belleza Consciente' y busca no solo productos recargables para reducir el packaging, sino también que las fórmulas sean sostenibles —para 2030 quieren que el 95% de sus ingredientes sean de base biológica, derivados de «minerales abundantes o de procesos circulares»— y que la cadena de abastecimiento sea respetuosa con la biodiversidad.
Y, al final, aunque cuando pensamos en innovación no pensamos en una botella de perfume, la hay y mucha. «Es cierto», apunta Jeremy Compton, responsable global de ciencia y tecnología en fragancias de Givaudan, la empresa más grande del mundo en aromas. «Pensaría que el 90% de los perfumes de hoy sus ingredientes, sean naturales o sintéticos, han pasado por alguna forma de innovación», asegura. La industria, explica, está buscando alternativas renovables al carbón y preguntándose por la biodegradabilidad de las fórmulas. «Los retos de la sostenibilidad globales solo serán solucionados si la gente colabora para encontrar respuestas», asegura.
Cuestión de precios y de narices
Cabe preguntarse también qué impacto tendrá todo esto en los precios de los perfumes. «En el último año hemos observado un aumento general de costes e ingredientes», concede Vázquez, «y, por supuesto, los perfumes se han visto afectados, aunque no de manera destacable».
Los olores son además algo de vida limitada. Ni el más potente y oloroso perfume dura eternamente. Pero además ciertos elementos de la vida cotidiana actual podrían hacernos perder capacidad de olfato. Para los perfumes, las cosas se volverían así más complicadas. Como señala Kukso en su libro, la gran evolución del olfato humano derivó de la alta interacción de las personas con el medioambiente. En un entorno cada vez menos natural y más contaminado, se podría perder capacidad olfativa. Es lo que está pasando ya en Ciudad de México, según un estudio de la Universidad Nacional de México, con sus habitantes.
La contaminación no solo ha puesto en peligro las condiciones óptimas de cultivo de esas flores que serán la base de nuestros perfumes favoritos. También podría poner en peligro nuestra capacidad para olerlos.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.