¿Quién fija el precio de la luz?
La electricidad se ha encarecido un 40% en el último año lo que traducido en la factura de los clientes de tarifa regulada supone siete euros más de factura al mes que en septiembre de 2017. Este año estamos pagando la luz más cara de toda la década. La situación obliga a analizar cuál es el sistema que determina el precio en nuestro país, en qué se diferencia de otros Estados, y a qué se deben los vaivenes.
La luz volvió a tocar esta semana máximos tras situarse el megavatio hora el viernes, 28 de septiembre, en los 75,92 euros, solo un 0,01 céntimo menos que el pasado 19 de septiembre cuando se tocó el máximo anual en los 75,93 euros el MWh.
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Hace solo un año, el 28 de septiembre de 2017, el precio de la electricidad se situó en los 54,21 euros, un 40% menos. Esta fuerte subida, aplicada en la factura -en cuya composición entran otros elementos como los impuestos y los peajes-, supone que hoy un consumidor medio acogido a la tarifa regulada (la conocida como PVPC) paga siete euros más que hace un año.
Los clientes en el mercado libre están en teoría al margen de estos vaivenes porque tienen una tarifa cerrada. Sin embargo, como advierte la OCU, esto no significa que en el conjunto del año paguen menos por la luz. De hecho, la organización de consumidores advierte de falsas promesas y aconseja que se lea bien la letra pequeña de las ofertas que hacen las comercializadoras para ir al mercado libre porque no siempre son beneficiosas.
En cualquier caso, la carestía de la luz desde mayo y hasta la fecha sin motivo aparente y cuando cada vez hay más producción de renovables -que son las energías más baratas- obliga a analizar qué está sucediendo y qué o quiénes son los que determinan el precio de la luz. Vamos allá.
Dado que la energía eléctrica no se puede almacenar por falta de tecnología, la producción se comercializa diariamente en un Mercado Diario. Ese mercado lo gestiona una empresa privada, regulada y designada por el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, que se llama OMIE.
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OMIE gestiona también el mercado eléctrico de Portugal y tiene homologos en otros países, como el Nord Pool Spot en los países nórdicos, el EPEXSpot en Francia, Alemania y otros países de Centroeuropa y el GME en Italia.
Cada día, las empresas generadoras de energía (Iberdrola, Endesa...) remiten a la OMIE sus ofertas de producción y precio para el día siguiente. Por cada unidad de generación -centrales nucleares, hidráulicas, renovables, ciclos combinados...- hay una o más ofertas y por comercializadora sucede lo mismo.
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Al tiempo, la OMIE recibe cada día comunicación del gestor de la red y responsable del correcto funcionamiento (Red Eléctrica de España) con los datos de la capacidad de interconexión que hay para pasar energía entre península y Portugal -donde es elevada y por eso los precios suelen ser similares en los dos países- y península y Francia, donde es más difícil el intercambio y de ahí que haya mayor disparidad.
A la OMIE también llegan las ofertas de compra de las comercializadoras -que pueden representar a muchos clientes-, grupos de consumidores o incluso grandes industrias.
Y toda esta información debe remitirse antes de las 12 de la mañana porque a esa hora es cuando, por decirlo de alguna manera, se cierra el mercado y no se admiten más ofertas ni de compra ni de venta (hay otro mercado, el intradiario, donde se negocia el excedente de producción eléctrica de ese día y que opera a partir de las 12 de la mañana, pero tiene menor peso).
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La OMIE introduce odos estos datos se introducen en un algoritmo único llamado Euphemia, que es quien realiza la casación entre la oferta y la demanda. A los 45 minutos Euphemia emite un despacho que recoge los precios de la luz para cada hora del día siguiente.
Esta casación se hace por sistema rotativo, de forma que un día lo hace la OMIE en España y al siguiente, un operador de mercado de otro país. Son 22 países europeos los que utilizan Euphemia. Luego los datos se contrastan y el resultado es siempre el mismo, según explican fuentes de la OMIE.
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La razón de los vaivenes
Descubierto que es un sistema informático el que nos fija el precio de la luz, ahora la pregunta que hay que responder es de qué depende que el precio suba o baje. Según indican fuentes de la OMIE, la normativa fija que en la subasta -esa casación entre oferta y demanda- lo primero que entran son los megavatios de los productores más baratos.
Estos son los que proceden de las centrales nucleares. Luego sigue la producción renovable: eólica, solar e hidraúlica. Finalmente, entran las ofertas de los ciclos combinados, gas o carbón, cuyo coste de producción es el más elevado. Va de menos a más.
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Este sistema debería garantizar, en teoría, que solo ante aumentos de demandas subiera el precio pero no es así. El Reglamento (UE) 2015/1222 de la Comisión, de 24 de julio de 2015, por el que se establece una directriz sobre la asignación de capacidad y la gestión de las congestiones, fija que el sistema debe ser marginalista, de forma que la última oferta de venta de energía que se cruza con la última oferta de compra es la que determina el precio. Es decir, que la última energía en entrar es la que marca lo que pagamos por la luz.
Esta suele coincidir con los megavatios producidos por los ciclos combinados o las centrales de carbón, que son las más caras.
Ante esta situación, muchos expertos abogan por cambiar este sistema de formación de precios para que no sea la última oferta necesaria para cubir la demanda la que marque el precio. Estiman que tras él sólo están los intereses de las eléctricas, ya que gran parte de la producción eléctrica se está retribuyendo muy por encima de sus costes.
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Al margen de este más que dudoso sistema de formación de precios hay otros factores externos que influyen en el encarecimiento de la luz, tal y como está sucediendo ahora.
En los últimos meses la luz se ha encarecido porque se ha disparado el precio de los derechos de emisión de Co2. Estos derechos son adquiridos por las centrales de producción -de carbón y ciclo combinado- para poder operar y han subido su precio por varios cambios regulatorios y la menor oferta. Han pasado desde los siete euros de enero a los 25 de septiembre, lo que supone más de 14 euros por tonelada de Co2 emitida por las centrales de generación. El alza del precio del gas por el petróleo es otra razón a la que se suma que la climatología no ha sido muy ventosa y por tanto ha caído la producción de energía eólica, que es la más barata. El menor intercambio con Francia, que al tener más nucleares tiene la energía más barata, también pesa.
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