Ruina y drama de la UD Las Palmas (1-1)
No hubo señales de ese equipo que pregona aspiraciones, la ausencia de fútbol espanta. El primer gol lo marcó Ortuño para el Extremadura, tras un fallo del portero. En el minuto 35 empató Rubén Castro, resultado que ya no se movió hasta el final del partido.
Con el pitido final del árbitro, consumada otra noche ruinosa, comenzó a llover. Hasta el cielo llora ya las miserias de esta UD, incapaz de ganarle al Extremadura, que se dice pronto. Era un partido señalado para asomar la cabeza y el derrumbe resultó clamoroso, por momentos, un dolor a la vista. No hubo señales de ese equipo que pregona aspiraciones, la ausencia de fútbol espanta, todo se redujo a la tremenda, galopadas de Mir al final, protestas al colegiado, miradas desesperadas al reloj, arreones sin héroes. Dramático. En la banda, Paco Herrera superado, víctima de todos los males, también de sus decisiones.
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Cambios tardíos
No tiene un pase sacar a un delantero con este adversario defendiendo plaza. Tampoco se entienden cambios de nuevo tardíos cuando el encuentro requería otra velocidad, otros elementos, más arrojo y valentía. Cuatro atrás más Peñalba, Timor y Galarreta en la zona ancha. Y arriba, Rubén en soledad. Nada funciona y nada varía en la UD, metida hasta el cuello en una ciénaga. A tres meses vista de que concluya el calendario, el panorama avergüenza. El ascenso directo forma parte de las utopías. Ni se menciona por dignidad. Y lo que queda, que es meterse entre los seis primeros para agarrarse a la promoción, queda entre brumas y tinieblas. Doce interminables puntos. Así arranca marzo por el Gran Canaria, con la temporada en curso camino de echar el telón de aquí a un rato.
Fracaso de todos
Si cuesta explicar que este domingo no llegara ese triunfo tan necesario, menos cuesta hacerlo de sus motivos. Porque el planteamiento, las piernas y los aciertos se cayeron juntos por el desfiladero. Un fracaso de todos, otro navajazo a las aspiraciones de los pocos románticos que todavía se atreven a ir al estadio. Persiste un clima de resignación general que es la metáfora de lo que hoy se ha convertido este proyecto, ahora un manojo de sueños rotos. Viene otro entrenador en camino según los planes de la dirigencia y eso no garantiza demasiado. Miren para atrás y convendrán que esta trituradora de profesionales (cuatro el curso pasado, ya para tres en el presente) ha terminado por hundir el escudo en Segunda y dibujar un futuro todavía más sangrante. Herrera no tiene toda la culpa de todo. Se lo van a llevar por delante porque así funciona este negocio. Una lástima. Si alguien no merecía esto es él, en los altares por el ascenso a Primera que comandó en 2015.
Vértigo
No tiene que ser fácil jugar con vértigo y esta UD de mantequilla bien que lo padece. Tuvo más ocasiones que juego en el arranque, pero jamás llegó a domar a un Extremadura primario pero esforzado al límite. Vino al Gran Canaria con ideas de supervivencia, achique adelantado y balones a Ortuño por lo que pudiera pasar, y el plan le alcanzó durante largo rato. Claro que al visitante le vino de perlas el trabajo que pasa Las Palmas siempre que le toca enganchar dos pases. Se le suponen artistas al grupo de Paco Herrera, pero rara vez sintonizan y eso se traduce en lo que es normal general: horizontalidad y todo fiado a algún rapto individual. Le cuesta horrores a la UD meterse en los partidos y aplicarse como debería. El de este domingo era un encuentro para cerrar la persiana sin incertidumbre, aplastar de inicio y que el pleito no tuviera ni debate. No fue así. Al minuto 23 ya mandaba el Extremadura tras una sobrada de Raúl, que un zapatazo fácil lo convirtió en lío con Ortuño y balón a la red. Tremendo aunque de justicia es resaltar que poco más se le puede pedir al meta vasco, también de carne y hueso y que bastante ha hecho a lo largo de los meses justificando su jornal.
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