Esta semana busqué en Binter un billete Dakar– Gran Canaria. Llegué a encontrarlo por 230€.
Me pregunté que, si una persona que vive en Senegal puede pagar esa cantidad por un billete de avión, recorrer esa distancia en apenas hora y media, cómodamente sentada, con el fantástico y acreditado servicio estándar de lujo de una compañía aérea en continua expansión, qué razones pueden llevarla a preferir abonar más de 1.000 euros por entre siete y diez días de peligrosa travesía en alta mar, jugándose la vida a cada minuto, apretujado en una barca de madera, con hambre, frío, humedad, los huesos entumecidos del golpe continuo de su cuerpo contra la madera, sin comida, haciéndose sus necesidades encima o con mucho riesgo para su vida. Les invito a que se hagan la misma pregunta.
Y me puse a buscar datos y a preguntar a mis amigos en la otra orilla.
El salario mínimo en España está fijado en 1.080 euros, 1.480 en Francia, 1.393 en Reino Unido 649 en Portugal, 479 en Turquía… Y la media de un salario en nuestro país es 2.086,8€ (datos INE 2021). En Senegal, el salario mínimo es 89 euros. Lo normal es poder alcanzar una media de 100 a 150 euros/ mes y algunos altos funcionarios incluso pueden alcanzar los 600 euros.
También busqué un apartamento para alojarme un mes en Dakar. Precio medio: 500€. Y no en el centro. Los materiales de construcción ya no son chinos, que han acreditado su poca calidad y durabilidad. Ahora es más barato importar materiales desde Dubai que de Europa. La vivienda es un gran problema. No hay. Y cada vez son más frecuentes concentraciones tipo 'bidonville' con techo de uralita, manta en el suelo, sin luz agua, ni aseos.
A quien le guste comer sencillo, y solo por la noche, pongamos una dieta habitual con arroz y pescado a la brasa. Es curioso, el grano de arroz normalmente no es completo (es el llamado broken rice, de los descartes de los buenos) y los pescados son cada vez más pequeños. Pregunto a los pescadores de la playa o las ahumadoras y me dicen el Gobierno ha dado licencias de pesca en sus aguas a gigantescos barcos factoría chinos, franceses y algunas empresas españolas. Y cada vez, a los marineros se les empuja a navegar más lejos de la costa y traen menos y más pequeños pescados.
Dado que en estas islas nos llevamos las manos a la cabeza cuando llegan unos cayucos con unos cuantos miles de náufragos afortunados supervivientes, busqué qué inmigración recibe Senegal y me encontré casi tres millones de guineanos de Guinea Conakry y varios cientos de miles de malienses, ciudadanos de Níger y muchos miles de burkinos.
Mi amigo quiso comprar un coche, pero no disponía de la cantidad completa y pretendía financiarlo. El banco no le dejó. Un dato llamativo es que la moneda del país, el franco CFA no es una moneda de Senegal, sino de Francia, que la imprime y controla. Y lo mismo a otros siete países de África Occidental y seis de África Central, 14 países que no deciden sobre su moneda.
Hay un dato que me parece importante para entender qué ocurre en Senegal ahora mismo. Hay elecciones el próximo año. El actual presidente, Macky Sall, trabajó codo con codo con la familia Wade desde su ingreso en el PDS en 1980 hasta que en 2008 funda su propio partido Alianza por la República. Cuando Sall consigue ser presidente en marzo de 2012 algunos de sus partidarios incluso se atrevieron a venderlo internacionalmente como un nuevo Nelson Mandela. Ahora debe decidir si se retira o si quiere revalidar un tercer mandato (tras las victorias de 2012 y 2019). Pero, como le ocurrió al brillo de Felipe González en la España de 1982, tras once años en el poder, el brillo de Sall se ha ido apagando. Ahora parece haberse demostrado que entonces no era la mejor opción para sustituir al anciano Wade e impedir que la presidencia pasara al hijo, sino la opción menos mala.
La fecha 2024 es importante. El ingeniero Macky Sall espera inaugurar un gran corredor energético en un país que tiene que importar todo el combustible que alimenta a sus centrales. El presidente ha declarado públicamente que renuncia a una tercera reelección, tras los graves disturbios por declarar en rebeldía al líder opositor Ousmane Sonko.
Las terrosas calles de la capital se han llenado de jóvenes descontentos, sin empleo, decepcionados. Lo más grave, al contrario de lo que había ocurrido en el pasado (incluso en el periodo Wade), por primera vez, los manifestantes son apaleados hasta la muerte por las fuerzas de seguridad o metidos en las cárceles, junto a artistas, cómicos, periodistas y cualquier voz crítica al presidente o el Gobierno. La muerte de George Floyd, un solo ciudadano negro en las calles de Mineápolis movilizó a los medios de comunicación de todo el mundo y a la comunidad negra. Aquí no ha ocurrido igual. Black Lives Matter fue el lema entonces. Desgraciadamente, parece que la vida de un ciudadano negro importa según dónde vivas. En Estos momentos, en Senegal, no parece valer lo mismo.
En este ambiente, muchos jóvenes se acercan a la Embajada de España. Hay una cola larguísima que rodea el edificio número 18 a 20 de la Avenida Nelson Mandela. Un día, tras semanas en la cola, le tocará estar frente al funcionario de turno, Dios lo bendiga por la presión tan enorme que ha caído sobre sus espaldas, y con toda la amabilidad que pueda le explicará que para obtener un visado que le permita entrar y circular por España igual pasan dos, o tres o cuatro años. Incluso si el joven le demuestra que lleva dinero suficiente para ir y volver recibe la misma respuesta.
Y todavía habrá quien me pregunte cómo es posible que llegue un senegalés en barca a Canarias, o cien, o mil, o 30.000 como en 2006.
A propósito de 2006. Entonces apareció al otro lado del Atlántico, a 4.000 kilómetros de distancia de Cabo Verde, en Barbados, un yate (sin mástil y oxidado, pero yate) con 11 cuerpos. Fue la primera vez que escuchaba algo similar. Luego se sucedieron varios hallazgos similares. Quise saber más y es ahora cuando todo el trabajo aparece en el libro En este gran mar (Gaveta Ediciones, distribuido en España por Interleo). Reflexiono, y les invito a hacerlo, que en 18 años parece que no hemos aprendido nada. Ni aquí, en las islas, ni en el mal llamado Madrid, ni más allá, en Europa que aprueba acuerdos para blindarse, elevar muros, colocar más concertinas, disuadir. Ahora mismo, no hablamos de igual a igual con Senegal y el resto de países africanos. Para nosotros, lo importante es que acepten ya los vuelos de repatriación. Unos euros y nos lavamos las manos. Todo lo anterior, lo expresado desde el principio de este artículo, parece carecer de interés. Así que soy incapaz de ver una buena ni esperanzadora solución a corto plazo.
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