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Mary Sánchez: «Mi madre lloraba cuando cantaba malagueñas»

Jueves, 30 de mayo 2013, 01:00

Cuenta que en su casa siempre sonaba la música, que su padre tocaba la guitarra y uno de los hermanos el timple, mientras otro de ellos, Reynaldo, daba el ritmo con un cuchillo en una puerta. «Mi madre cantaba folías y malagueñas y yo, que tenía 10 o 12 años, le decía: ‘mamá no cantes’, porque se emocionaba mucho y lloraba, y yo la quería tanto ... Después canté yo y lo supe: lloraba porque cantaba a su tierra, las malagueñas nuestras». Es viernes por la tarde, faltan seis días para el Día de Canarias y Mary Sánchez se deja entrevistar en el saloncito de su piso de Las Canteras. En las paredes cuelgan los títulos que acreditan algunos de los premios que ha recibido: El Roque Nublo de Plata, la Medalla de Oro de Canarias ... Debe tenerlos todos o casi todos. Le falta el Premio Canarias para el que, según matiza su secretario, José Miguel Jiménez, ha sido propuesta cuatro veces. Pero no venimos a hablar de esto esta tarde luminosa de mayo, sino de la vida de una mujer que es símbolo de una Canarias que es un tópico y a la vez una realidad. Mary Sánchez es como el Roque Nublo o la catedral de Santa Ana, es patrimonio insular. Es Marisanchez, más familiar que la línea 1 y tan cariñosa como una abuela -que lo es- entrañable. Así la llama: Marisanchez, todo de corrido. Y se lo dicen en el supermercado, en la calle o en ese homenaje que le van a tributar al día siguiente en Lanzarote (el fin de semana pasado para el lector), o hace unas semanas, en el centro sociosanitario El Pino, donde actuó «de gratis» para los residentes, entre los que estaba un taxista que le recordó que hacía 40 años la había llevado en su coche al teatro. Obediente y servicial, se sitúa en su infancia, en hace más de 60 años, para empezar la entrevista . «Tenía 10 o 12 años (ahora son 78) y vivíamos -éramos ocho hermanos- en una casa terrera de 45 metros cuadrados. Estaba en El Refugio, donde está ahora la calle Salvador Cuyás, frente por frente a la Casa de Galicia. Me ponía a fregar el piso de rodillas con la puerta abierta y cantaba». Recuerda que eran canciones de una mexicana que se llamaba Irma Vila y que, como la puerta de la casa estaba abierta, la gente se paraba a escucharla. «Tú tienes que cantar’, me decía mi madre, y yo le contestaba: ‘en un escenario no me metes’. Pero me engañó y me llevó a la iglesia de San Pedro (en La Isleta), donde se puso de acuerdo con el pianista. Me llamó el presentador, me empujó al escenario y yo canté Como México no hay dos. Me temblaban las rodillas y se me olvidó la letra.... pero yo puse otra. Mi madre me dijo: ‘pero si la letra no era así’. La gente se puso de pie para aplaudir... Así empecé yo». Después comenzaría a actuar en el teatro Cuyás, donde alguien la oyó y habló de ella a Néstor Álamo. «Al maestro le dijeron: ‘hay una niña que canta temas canarios’. Él vino a verme y me dijo que le gustaría que estrenara sus canciones». Quedaron el domingo. El maestro iría a su casa. «Vino y yo no estaba, porque me había ido al Estadio Insular a ver a la Unión Deportiva». El 8 de julio de 1951 la UD ganó 4-1 al Málaga. Fue el primer ascenso del equipo a Primera. «Mi madre me dijo que a don Néstor se le puso una cara ...».

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