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Juan Andrés, Carmelo, Antonio y Juan Coruña, en la actualidad.

La saga de los Coruña: pasión por el deporte de la tierra y el judo

Lucha canaria ·

La mención a este apellido lleva implícito el reconocimiento a una aportación capital a ambas disciplinas

Pedro Reyes

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 6 de abril 2024, 18:14

Decir el apellido Coruña son palabras mayores en dos disciplinas deportivas en las que atesoraron muchos éxitos: la lucha canaria y el judo. En su casa de Tafira, Antonio Coruña en Tafira, que estaba acompañado por Juan, el tío Carmelo y Juan Andrés, el hijo del mayor, Pepe, ahonda en sus recuerdos familiares.

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Juan Coruña es autor del libro 'Viendo también se aprende', un auténtico manual, con vídeo incluido, de las mañas de lucha canaria y que todo luchador de cualquier categoría y que desee conocer mejor las técnicas, no puede dejar de leerlo y tenerlo en su poder por su carácter didáctico.

«Empecé con nueve años porque mi hermano Pepe, que era el mayor, me llevaba a verlo luchar y de paso me trajo al Vencedor. Antes se podía luchar dos veces al día, primero en la mañana y después en la tarde. Un día me llevó a San Mateo y yo le recogía el dinero del público y después a Gáldar, donde se luchaba a las cuatro de la tarde. Con 11 años mi hermano Andrés ya me inscribió en el Gimnasio Las Palmas para que practicara judo y después me iba siempre con Santiago Ojeda y allí entrenábamos lucha en Educación y Descanso. La primera ficha me la hizo el Adargoma, por el tema de la edad, pero mi hermano estaba con la perreta que fuera al Vencedor y allí estuve casi toda la época juvenil, hasta que pasé al Guanarteme, donde estaba casi toda la gente de judo», evoca.

«Con Antonio luché hasta los 23 años -continúa-ya que cuando mejor estaba, tuve que dejar la lucha por el trabajo de mi padre. Alguna vez luché sin entrenar, pero ya con 27 años, entré en los bomberos y fue definitivo, pues me podía lesionar y tener problemas en el trabajo. En juveniles solía tirar entre 9 y 11 luchadores. Un día que luchaba con el juvenil y el absoluto, tumbé a 18 luchadores contra el Adargoma, entre juveniles y senior, estando en el Vencedor. Tuve un desafío con el Turronero y Pepín Ruano me dijo que me dejara dar una lucha para darle más emoción, lo hice y después me dio las dos siguientes y perdí el desafío».

Tiene un mal recuerdo de cuando bregaba en el Condal. «Fui al Lomo Cementerio contra el Sardina. Tenía lesionado un abductor y le decía a mi tío Antonio que no podía luchar, pero me sacó contra Pablo El Niño y después de darle la primera, caí después de un tirón y fue la peor lucha que hice».

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Legado por escrito

Su razón para escribir el libro fue el deseo de perpetuar todo lo que sabía: «Aprendí mucho de mis hermanos y de grandes luchadores con los que he estado. Conozco todas las técnicas de la lucha y la gente no les da los nombres a las mañas y hay muchas que tienen su nomenclatura. Me dije que las iba a sacar todas, para que se conocieran sus nombres. Recuerdo que le enseñé a Patrick Cazorla su técnica. Lo vi luchar con El Turronero y no se vio lo que era Patrick. Yo confiaba en él y pedí que lo ficharan y en tres meses ya tiraba a todos. Tenía su técnica y se la mejoré, partiendo del judo, para que metiera la mano y sacara a la gente para arriba. Adquirí unas colchonetas cuadradas y cogía a la gente del judo que le salí uno a uno y así perfeccionaba el movimiento. Después hubo que hacer piernas para que pudiera levantar a los adversarios».

Y añade: «En lucha canaria se le puso sacón de hombro, ya que era entrar por un hombro y sacarlo por el otro. Otro caso fue la lucha del chofer, ya que he oído versiones que se contradicen. Esa lucha fue en un encuentro entre el Vencedor contra el Pollo de Buen Lugar y Mendoza era el chofer de la guagua que nos llevó. Como faltaba uno lo pusimos la ropa de brega y luchó. Ponía la mano y caminaba para atrás y así tiró a tres ese día. Santiago Ojeda la hacía algunas veces».

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Sobre mañas es una enciclopedia: «El toque por dentro y el desvío son técnicas diferentes y eso lo hacíamos en el Adargoma, que era una escuela donde llamábamos a las mañas por su nombre. Emilín nos corregía con Paquito González. Allí llevé después a Segundo Lorenzo, el Pollo de Valleseco, con Santiago Ojeda. En ese año estaban en el club, Adolfo, el mandador Fleitas y Paquito».

Por su parte, Antonio Coruña, comentaba de su vida luchística: «También comencé en la lucha con mi hermano Pepe, pero con una pelea entre hermanos ya que Pepe me quería llevar al Vencedor y Antonio al Adargoma. Primero fui al Vencedor donde entrenaba con mi hermano Pepe, mi tío Carmelo, Feluco, Quintana, el Pollo de los Reyes, además de Alfredo Martin el Palmero y Orlando Sánchez. Tenía 9 años. El Palmero era una escuela ya que practicaba entre ellos luchas de todo tipo y era un espectáculo».

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Aprendizaje privilegiado

«Orlando tenía la misma posición siempre y las mismas técnicas, pero Alfredo era una locura. Después fui al Adargoma con Paquito, Pepollo Aparicio y de ahí al Rumbo, todavía juvenil y agarré en la primera luchada de radio Ecca en el López Socas. Del Rumbo, constituimos el Guanarteme y Borito nos ayudó al tema administrativo, porque él dominaba esa parcela. Fernando Hernández también colaboró con los papeles y los libros, ya que Pepe Reyes, el primer presidente, tampoco sabía mucho», agregó.

Seguía con sus anécdotas: «Hay mucha gente que no sabe que existió el Guiniguada, que entrenaba donde está el Hospital Insular y fue un equipo que se hizo con Pepín Ruano y Borito. Además, cogieron a Juan Carlos Alayón el Médico, a Alvarado, al Chacalote, Isidro Guerra, Ezequiel, Ignacio Rodríguez, José María el Zagalejo, que eran de otros equipos, pero éramos todos amigos. Luché en todos los clubes de la capital: Rumbo, Adargoma, Vencedor, Guiniguada y Doramas con Mencara, que era el puntal. También estuve en el Maspalomas con el que fui a Venezuela en 1979 y Juan Henríquez estaba allí, y era el que llevaba la lucha. Entrené al Sardina donde estaba Julio el Callejón, entre otros».

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«Mi vida la hice en el Guanarteme. Con 16 años, fui al judo con mi hermano Andrés, pero después del primer entreno, tenía tantas agujetas que lloraba, ya que en la lucha no se hacía gimnasia, solo un calentamiento y a luchar. No quería ir al judo y mi madre le decía a mi hermano que no me llevara. Un día me dijo que si quería ir a la península que había un campeonato de España juvenil y fui. A partir de ahí, empecé con cinturón verde y actualmente soy el presidente de la Federación Canaria, cinturón máximo que hay en España, cinturón rojo y noveno dam. Tengo muchos títulos de campeón de España y diez años en la selección española».

Antonio tenía muy claro algo: «En la lucha fui inmensamente feliz. porque me enseñaban y me trataron con cariño. Todos son recuerdos buenos en una época mala, pero disfrutaba más viajando a Tenerife o Lanzarote que ir Japón o Canadá con el judo. Con la lucha nos divertíamos, pero el judo era otra cosa, con una disciplina muy fuerte. Lo pasaba bien luchando y además éramos amigos».

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Carmelo Coruña comenzaba a luchar con 12 años, y era el verija del equipo, como él mismo se autodenomina. «He estado en el Adargoma, Vencedor, Rumbo y Tinamar. Entrené al Vencedor, y al Pepsi hermanos Coruña, equipo que se hizo cuando desapareció el Condal. Entrenábamos en el gimnasio de la familia. También me llevaron al judo. En lucha me gustaban todas las mañas, toque pa tras, cadera, y lo más fuerte era la burra. En el Jinámar me llamaban el cien pesetas. A pesar de ser un verija le gane un desafío al Sucuruco, cuando estaba en el Gáldar».

Juan Andrés, el hijo de Pepe Coruña y uno de los preparadores físicos del Saladar de Jandía, también tiene su historia: «Mi primer recuerdo de la lucha era con mi padre, el mayor de la familia, ya que yo era la mascota del equipo, el Vencedor. Después entré en el Gimnasio Hermanos Coruña que es una escuela de valores, donde mis tíos no solo me enseñaron a luchar, sino a tener valores y ser mejor persona» .

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«Dejé el judo y me fui al Adargoma y he estado en varios equipos en Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote. Cogí la época buena desde el punto de vista económico. Pedro Cano o Loreto IV con las fichas disparadas... Lo peor de la lucha son las lesiones, pero me dio muchas satisfacciones. Fiché en el Bediesta sin tener expectativas y tiré al gateado. Ese día no me dejaban salir del terrero para darme dinero. Años después visité al equipo y pararon la lucha para decir que estaba en el terrero. Fue emocionante y aquello me llenó de muchísima satisfacción», concluye.

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