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Hace 40 años, Jerónimo Saavedra fue el primer candidato que se sometió a la consideración del Parlamento de Canarias para ser elegido presidente.
El programa de Gobierno del aspirante del PSOE, basado en su premisa Canarias es posible, podría hoy ser suscrito por cualquier dirigente de la comunidad autónoma. Muchas de sus propuestas vieron la luz. Otras siguen siendo reclamadas por un presidente tras otro.
En sus primeras palabras para pedir la confianza de la Cámara -presidida por el también socialista Pedro Guerra-, Saavedra pidió a los distintos grupos «cooperación por encima de los planteamientos de partido» porque los problemas a los que se enfrentaban los canarios exigían, dijo, «imaginación política y entrega total».
El paro, las deficientes infraestructuras sanitarias, la relación con el Estado y el desarrollo del Estatuto, la negociación de unas transferencias bien dotadas financieramente, la adhesión de España y Canarias a la UE -que le costó la dimisión de su primer Gobierno-, y sobre todo la educación eran asuntos que preocupaban al presidente en el momento de tomar las riendas del primer Ejecutivo.
A todos esos asuntos se sumaba la puesta en marcha de una estructura administrativa inexistente, pero necesaria, para echar a andar la maquinaria autonómica.
Más difícil aún. Debía hacerlo con un presupuesto de 225 millones de pesetas (1,3 millones de euros), que distan bastante de los 11.300 millones que tendrá Canarias en 2024. Ante estas cifras, inferiores a las que manejaban algunas corporaciones locales, Saavedra advirtió a sus señorías de que «será imposible exigir al Gobierno hacer frente al paro, la vivienda, la educación, el agua o la salud».
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En su discurso -en ocasiones utilizando palabras que hoy son consideradas políticamente incorrectas- dedicó parte de su discurso a la nueva estructura autonómica.
Su objetivo era que el poder político regional llegara a todas las islas «para que el ciudadano pueda obtener y controlar los servicios que el Gobierno de Canarias debe prestarle».
Sin embargo, alertó de «dos peligros: la demagogia de quienes creen que se pueden localizar todas las consejerías en todas las islas y otro, montar una nueva administración regional en cada isla». A su juicio, el equilibrio pasaba por «un escrupuloso respeto» a lo que determina el Estatuto sobre las sedes de las instituciones y la capitalidad compartida.
En su intervención aquel 6 de junio de 1983, el candidato a la Presidencia hizo especial hincapié en la política educativa, uno de los asuntos que marcó su mandato y «uno de los renglones que más esfuerzos, dedicación y celo demanda», porque la mayor riqueza de las islas, apuntó, «deben ser sus hombres».
Reconoció que las islas partían de una infraestructura educativa deficitaria y las enseñanzas que se impartían precisaban «de una puesta al día», entre otras razones, porque «el alumno ha de conocer su realidad física, histórica y social sin menoscabo de la universalidad de la cultura».
Igualmente, su interés fue superar «el deterioro y los defectos endémicos de la sanidad canaria», desde la masificación de los centros sanitarios, la insuficiencia de espacios de atención primaria o el «despilfarro económico producto del caos sanitario».
También dedicó parte de su discurso a hablar de bienestar social. Los servicios sociales, afirmó el candidato, «son un instrumento básico basados en la solidaridad y extendidos a toda la ciudadanía en función de sus necesidades y características», sin perder de vista que el objetivo final era «erradicar las causas que originan las situaciones de marginación».
Respecto a la estructura de la nueva comunidad autónoma, precisaba de una organización en la que pudiera «convivir» con los cabildos. Y ello requería, en su opinión, iniciar el proceso de transferencias de la administración central con el tratamiento político «acorde a la singularidad archipielágica» y que debían reflejar igualmente los costes de la insularidad.
Asimismo, estaba decidido a poner los cimientos de la «Hacienda Regional Autonómica en su verdadero papel, no como simple caja de recaudación». En este sentido, planteó el desarrollo de tributos propios «porque las necesidades demostradas así lo aconsejan o la igualdad tributaria lo demande». También en política fiscal propuso un IVA diferencial «cuyo rendimiento sea equivalente al de los arbitrios insulares y se destine a la financiación de las corporaciones canarias».
En su discurso de investidura, Jerónimo Saavedra incluyó la necesidad de contar con una compensación al transporte de mercancías para obtener una reducción del precio final para el consumidor y conseguir la desaparición de los costes de la doble insularidad.
Concluía el candidato a la Presidencia del Gobierno repitiendo que «Canarias es posible» e insistía en reclamar que la «solidaridad» entre los canarios no fuera una palabra hueca porque «Canarias solo es posible entre todos, un ejercicio permanente de comprensión, flexibilidad, imaginación y esfuerzo».
Saavedra reconocía la complejidad de los problemas que el primer Gobierno autonómico debía afrontar pero expresó su confianza en superarlos con trabajo y «tumbarlos con el desvío, la pardelera, la lucha común, bajando decididamente al terrero».
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Mateo Balín | Madrid y Lidia Carvajal
Patricia Cabezuelo | Valencia
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