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Windsurfistas surcando las olas de Pozo Izquierdo. Juan Carlos Alonso
Una vuelta a la redonda

Pozo Izquierdo: donde el salitre y el viento marcan la vida

Este rincón del sureste de Gran Canaria combina tradición y deporte en un entorno único donde conviven las históricas Salinas de Tenefé y la élite mundial del windsurf. Entre olas, salitre y atardeceres, se forjó la leyenda de Daida Ruano, referente internacional y símbolo de un pueblo que late al ritmo de los alisios

Jorge Rivero Pablos

Pozo Izquierdo

Jueves, 21 de agosto 2025

En el sureste de Gran Canaria hay un lugar donde el mar no descansa y el viento parece tener su residencia. Pozo Izquierdo, un pequeño núcleo costero del municipio de Santa Lucía de Tirajana, es mucho más que un punto en el mapa, es un laboratorio natural de biodiversidad y un escenario único para el deporte. Aquí, el salitre se mezcla con los vientos alisios en una alianza inseparable que moldea el carácter de sus vecinos, quienes viven de cara al Atlántico.

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Sus condiciones de oleaje y viento no solo marcan el ritmo local, sino que han situado a Pozo Izquierdo en el circuito internacional del windsurf. Cada verano, las tablas y las velas de los mejores deportistas del planeta se alinean en sus aguas para disputar una de las etapas del Mundial de este deporte, transformando este rincón en un epicentro global de esta modalidad.

Daida Ruano, windsurfista con 18 títulos mundiales. Juan Carlos Alonso

Entre las calles y la costa de Pozo Izquierdo se moldeó una de las figuras más icónicas del windsurf español, Daida Ruano. Con 18 títulos mundiales, su nombre está grabado en la historia del deporte, aunque su mayor hazaña no fueron las victorias, sino romper barreras. Ruano se convirtió en la primera mujer en competir profesionalmente contra hombres, un salto que en su momento parecía imposible.

Su historia con el mar se remonta a la niñez, cuando su padre le lanzó una frase que quedó grabada para siempre en su memoria: «Si no puedes con el enemigo, únete a él». Y Daida Ruano lo hizo. Pero su trayectoria no se entiende sin su hermana, Iballa Ruano. Juntas forman las «Moreno Twins», un dúo inseparable dentro y fuera del agua. Este viaje lo llega a definir como «mágico» y reconoce que sin el apoyo incondicional de su familia, ambas no habrían podido dedicarse al windsurf .

1. Una montaña de sal en uno de los tajos de las salinas. 2. Windsurfistas surcando las olas de Pozo Izquierdo. 3. Un grupo de visitantes presta atención a las explicaciones de Navarro. Juan Carlos Alosno

Hoy la vida de Ruano transcurre lejos de la exigencia de la alta competición. Su día a día gira en torno a la fisioterapia deportiva y a su centro, situado a pocos metros del lugar donde comenzó su historia con el mar. Su retirada en 2023 fue una decisión «complicada», motivada por «la pérdida del gen competitivo» y por la dificultad de conciliar la vida familiar con los largos viajes alrededor del mundo. Sin embargo, en la última edición de la Gran Canaria Gloria Windsurf World Cup regresó brevemente al agua coronándose en su casa. «Me pude desconectar, lo disfruté desde otro punto de vista y fue mágico volver», recuerda.

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Para Daida, su pueblo es más que un punto en el mapa. Es ese lugar que siempre aparece en sus pensamientos cuando está lejos, el refugio que anhela en cada viaje. Al recorrer sus calles, sus pasos se mezclan con constantes saludos, entre vecinos de toda la vida y aficionados al windsurf que la reconocen. No hay aquí la marea de hamacas y sombrillas que invade otras playas del sur. En cambio, su costa respira calma y libertad, y al caer la tarde, regala atardeceres que envuelven.

Por otro lado, a pocos pasos del núcleo urbano se conservan unas de las salinas más representativas de Canarias, testigos de una tradición que en gran parte ha desaparecido de las costas del archipiélago. Se trata de las Salinas de Tenefé, declaradas Bien de Interés Cultural como Sitio Etnológico por la Unesco en 2005. Hoy, Manuel Navarro es uno de sus guardianes. Natural de Telde, llegó hace once años tras un proceso de selección que le permitió, junto a su familia, hacerse cargo de este enclave único y mantener viva una parte de la memoria salinera de la isla. Una década después, confiesa que el vínculo con Pozo Izquierdo es total: «prácticamente soy uno más del pueblo ya», asegura con orgullo.

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Manuel Navarro, salinero de las Salinas de Tenefé. Juan Carlos Alonso

El proceso de obtención de la sal en Tenefé se mantiene intacto desde sus orígenes en el siglo XVIII, fiel a los ritmos que marca la luna. «Cuando tenemos luna llena se producen las mareas vivas», explica Manuel Navarro. Con el agua de mar ya recolectada, esta recorre distintas zonas en las que se va calentando y formando los cristales de sal, hasta llegar al «tajo», donde se solidifica para dar lugar al producto final. «El proceso dura unos 15 días, lo mismo que una fase lunar», recuerda. Todo requiere paciencia, conocimiento y respeto por el entorno. Y el viento, añade, es determinante, si sopla con fuerza, el grano crece; si se calma, aparece la delicada flor de sal, una joya de la gastronomía.

En la actualidad, las salinas no solo es un lugar de producción, sino también un espacio de divulgación. En cada visita, Manuel Navarro se encarga de contar la historia de la sal, explicar los distintos tipos que existen en el mundo, cómo diferenciarlos y cuál es su valor nutricional. Además, el enclave guarda huellas únicas, vestigios de la Segunda Guerra Mundial, una fauna sorprendente y hasta una necrópolis aborigen. Pozo Izquierdo tiene mil historias que contar y, como declara Navarro, «Pozo Izquierdo representa una forma de vida sencilla, conectada con la tierra y el mar».

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