Pino Santo Alto: cuando la unión hace barrio, el barrio hace historia
Este enclave del municipio de Santa Brígida es un ejemplo de esfuerzo colectivo y tradición, donde la colaboración de sus vecinos ha construido una comunidad sólida y llena de vida. Desde sus orígenes humildes hasta hoy, mantiene vivo un legado que combina historia, naturaleza y compromiso social
Desde las laderas del cono volcánico de la Caldera de Pino Santo, el barrio de Pino Santo Alto -perteneciente al municipio de Santa Brígida- se asoma al mundo como un testimonio vivo de lo que una comunidad puede lograr cuando sus habitantes deciden avanzar juntos.
Antonio González, con 75 años de vida y 63 dedicados a la asociación de vecinos, es la memoria viva de esa historia compartida. «Empecé a los 12 años y lo dejé hace unos años», recuerda con una sonrisa frente al local de la asociación de vecinos La Caldera, donde aún resuenan los ecos de sus primeros pasos en una comisión de fiestas que acabaría marcando su vida para siempre.
Corrían los años cincuenta y sesenta, y los tiempos no eran fáciles para Pino Santo. No había carretera asfaltada, solo «una pista de tierra que salía por arriba», como recuerda. Los vecinos tenían que caminar hasta Las Meleguinas o Santa Úrsula para encontrar transporte. «Un vecino nos vendió el terreno en aquel tiempo en 25.000 pesetas», explica, refiriéndose a la construcción del local de la asociación. «Lo construimos todos nosotros, los vecinos del barrio», afirma orgulloso.
La iglesia que hoy da la bienvenida a quienes se acercan a este rincón de Gran Canaria, dedicada a la Virgen de la Salud, es también fruto del esfuerzo colectivo que cimentó la identidad del barrio: «La iglesia también fue hecha por los vecinos». Construida en los años cincuenta, el templo se convirtió en punto de encuentro. No obstante, lleva ya 10 años sin abrir a la espera de su arreglo.
Hoy quien lleva las riendas de la asociación de vecinos es Cristian Ortiz, un joven de 33 años que asumió la presidencia hace ya un tiempo. Es hijo de la zona alta de Pino Santo por parte paterna, vivió fuera unos años pero regresó llamado por esa fuerza magnética que ejerce el barrio sobre los suyos. Su juventud no es impedimento para liderar un proyecto que abraza tanto la tradición como la modernización. «Hace unos días fui al archivo histórico a buscar artículos de prensa», cuenta. «Es impresionante como antes no había ni plaza ni barrio. El Pino Santo de ahora es nuestra casa gracias al trabajo de los antiguos vecinos», afirma nostálgico.
Está de pie frente a la iglesia, junto a Antonio. La imagen parece un guiño del destino: el pasado y el presente compartiendo espacio, como lo han hecho siempre en este barrio. Entre ambos se traza una línea invisible que une generaciones, esfuerzo y memoria. Porque, como dice Cristian, «el Pino Santo de ahora es nuestra casa gracias al trabajo de los antiguos vecinos». Y él, con paso firme y mirada puesta en el futuro, sigue esa herencia que no se hereda por sangre, sino por amor al lugar que nos hizo quienes somos.
Cristian habla de la gran valía de las fiestas del caballo, que celebran este año su 30 aniversario. Son la seña de identidad más conocida en el barrio, tanto para locales como para gente de toda la isla. Lo que empezó como una feria local de caballos y vacas se ha convertido en un referente insular. Cristian ha sabido modernizar esta tradición sin perder su esencia. El objetivo para el próximo año es ambicioso: «Como ya tiene 30 años de reconocimiento, queremos hacerlo campeonato de Canarias».
Por estas cosas la capacidad de reinvención de Pino Santo Alto es palpable. Se ejemplifica también con el Trail Pino Santo, una carrera de montaña que nació hace tres años con un propósito muy claro. «La diseñamos para que venga gente al barrio y para que obligatoriamente se limpien las rutas que se corren». El proyecto funciona a la perfección. El año pasado participaron más de 300 personas, y los senderos se mantienen radiantes gracias a esta iniciativa impulsada por la gente del lugar.
En esta ruta se observan dos joyas naturales que enmarcan la vida de Pino Santo Alto. Una es la Caldera de Pino Santo, con su perfil circular y su fondo fértil abrazado por antiguos cultivos, un testimonio geológico del alma volcánica de la isla. Nacida de una erupción freatomagmática que unió fuego y agua bajo tierra, la caldera conserva aún las paredes que la resguardan hacia el norte y el oeste, y se abre generosa hacia el sur como si quisiera compartir su historia con el mundo.
La otra joya está muy cerca, erguida sobre un risco de basalto en pleno corazón de la caldera. Es el drago de Pino Santo: un gigante vegetal de casi 240 años que ha resistido plagas, sequías y el paso del tiempo con una dignidad asombrosa. Con 17 metros de altura y una copa que roza los 15, este ejemplar silvestre es símbolo de resiliencia, un guardián natural que observa el pulso constante del barrio.
Y es que basta mirar alrededor para entender que todo en Pino Santo Alto respira comunidad y permanencia. Desde sus senderos cuidados con mimo hasta los árboles centenarios que lo protegen, este rincón de Santa Brígida sigue siendo lo que siempre fue: un lugar donde la unión hace la fuerza y donde cada vecino sabe que el barrio se construye, con esfuerzo y cariño, día a día.
Serie 'Una vuelta a la isla redonda'
