Los rostros del barrio
Juan Cordero: Un artista de la vidaLa Feria tiene en este singular hombre de 85 años un personaje total. En constante reinvención a lo largo de su trayectoria vital hay un camino del que nadie le podrá desviar nunca: el grupo folclórico del barrio
La memoria de Juan Cordero es una máquina precisa. Que afina como el laúd que aprendió a tocar cuando su vida ya doblaba la mitad del camino recorrido, por ahora con el surco hecho en 85 años. Cordero es vecino de La Feria desde el 15 de enero de 1971, dato que almacena en su archivo emocional, del que presume porque «de cintura para arriba me funciona todo estupendamente».
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Antes de que las raíces de su árbol genealógico se agarraran con firmeza al barrio donde habita ya se podía decir de él que era un artista de la vida. Un niño astuto y laborioso, que con solo «siete años y medio» ya andaba trabajando por las tierras de La Mareta, en Telde, donde arribó desde su natal San José.
En su inventario de recuerdos están esos días: «Mi abuelo era maquinista en La Mareta y fuimos a vivir allí. Había muchos terrenos sembrados y ese fue mi primer trabajo: espantar a los pájaros. Todos los días agarraba un cacharro y un bidón dando golpes desde que aclaraba hasta que oscurecía.Por el sueldo de un duro –cinco pesetas– a la semana», señala bromeando con que aquello era una «fortuna».
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Fue el comienzo de una larga vida laboral, marcada por el sudor y la capacidad de reinvención de este hombre de sonrisa ancha. «Estuve trabajando en la construcción 40 años. También he trabajado repartiendo gas butano, anduve un tiempo por Venezuela, después de haber estado en Villa Cisneros. Al dejar la construcción me metí en el taxi y ahora ya llevo 25 años retirado», comenta. Sobre las cosas que vio en los años al volante prefiere guardar el secreto profesional: «Ten en cuenta, además, que a mí me gustaba trabajar en el turno de noche. Así que por el taxi pasó todo tipo de gente», añade con un gesto pícaro.
En una de esas, cuando estaba a punto de decidir añadir a su currículo la palabra emigrante, un giro inesperado cambió sus planes y le mantuvo en Las Palmas de Gran Canaria. Y su categoría de vecino de La Feria adquirió fijeza en su historia vital.
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«Le decimos La Feria, no Barrio Atlántico», expresa. Así está ligado también al imaginario palmense, supeditado el territorio al recinto ferial que sigue conquistando grandes hectáreas junto al Barranco de La Ballena.
Hoy La Feria es un barrio colmatado y divido en distintas urbanizaciones que compartimentan su propia identidad, antes de cerrar su geografía en El Pilar. Clave en los años del desarrollismo en la ciudad, cuando Juan Cordero comenzó a vivir en el barrio la historia era muy diferente. «Cuando llegué aquí solo estaba el piso piloto, un solar vacío, un estanque y una ladera entera llena de plataneras junto al colegio Extremadura. En los primeros tiempos aquí recorría todo lo que hoy es Siete Palmas recogiendo caracoles, que me encantaba comérmelos», explica.
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Cordero no ha olvidado su enfado con las administraciones de aquel tiempo, todavía bajo el manto de la dictadura franquista. «No había guaguas y había que cruzar el barranco para llegar hasta la calle de Pedro Infinito para poder cogerlas. Tardamos muchos años en tener servicios», dice.
La vida en el folclore
Hoy su ocupación principal, además de afanarse en las tareas domésticas, es la Agrupación Folclórica Flor Canaria del Atlántico, grupo fundado hace un cuarto de siglo en el que se sigue animando a echar unos cantes, con el que no falla a un ensayo, y sobre el que ha escrito, y compilado en un libro, muchas de sus letras. «Esto es una familia, aunque de los más viejos apenas quedamos tres. Tenemos ese libro, en el que están canciones que hemos hecho entre compañeros del grupo. Hay una que va sobre los familiares muertos, que está escrito por mí, que a veces la cantó pero me pongo a llorar porque recuerdo a la gente que he perdido», relata.
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Flor Canaria del Atlántico, donde tantas tardes ha trasteado bajo la dirección musical de Misael Jordán, es una válvula más del corazón de Juan Cordero. «Para mí el grupo es todo. Me paso la semana esperando que llegue el martes que es el día que ensayamos. Hace poco estuve unos días ingresado por un asunto de salud; salí un viernes y el martes ya vine a ensayar. Y el sábado fui a una salida que tuvimos. Eso no me puede faltar. Ojalá me de Dios mucho tiempo más», subraya.
Y eso que su relación con el folclore es tardía. Aunque no deje de apuntarse nunca a una grabación de 'Tenderete' y allí se le vea, por ejemplo, disfrazado de mujer en carnavales con su sonrisa bonachona. «Comencé a los 44 años, fue la edad en la que tomé en mis manos el primer instrumento. Había ido antes a cantar serenatas pero no es lo mismo. El primero me costó 9000 pesetas en la ferretería El Martillo. Y luego mandé a pedir otro a Barcelona», cuenta.
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Y, por supuesto, está su familia. Su mujer y sus descendientes, dos hijas y un hijo. Ambas docentes, una de ellas de arte contemporáneo, ha legado eso en su nieta: «Es conocida. Salomé Moreno Cordero. Es cantante como su hermano y su padre, Arístides Moreno».
Así se repasa la vida de Juan Cordero. Para el que cada día empieza a las seis de la mañana y al alba se le abren las calles de La Feria para que afronte sus quehaceres cotidianos.
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