Prisión para dos ‘lover boys’ rumanos
La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas ha condenado a Ionut Constantin a seis años y nueve meses de cárcel como responsable de un delito de trata de seres humanos en concurso medial con uno de prostitución coactiva y a Aurel Mosneagu a cinco años y tres meses por trata de seres humanos. Estos dos varones de nacionalidad rumana utilizaron el método conocido como lover boys y trajeron a Gran Canaria desde su país a dos jóvenes que estaban cerca de cumplir los 18 años después de que ellas creyeran que ambos eran sus novios. Al llegar a la isla, las obligaron a prostituirse en la calle Molino de Viento, administrando ellos el dinero que ganaban ejerciendo esta actividad.
Según el tribunal, la única finalidad que guió a los dos procesados en este caso era explotar sexualmente a las chicas para su lucro personal.
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La sentencia detalla, en referencia a Ionut Constantin –el mayor condenado–, que conoció en 2013 a una de las víctimas cuando era menor de edad y lo hizo con la idea de estar con una chica que creyera que él se iba a convertir en su pareja sentimental para poder lucrarse de la explotación sexual a la que sería sometida posteriormente en Gran Canaria. Tras cuatro meses y una vez consolidada la relación, el procesado comenzó a convivir con ella para, cuando estaba cerca de cumplir los 18 años, animarla para que ambos abandonaran Rumanía para instalarse en Gran Canaria «donde tendrían buenas oportunidades económicas y laborales», sostiene el fallo, ya que en la isla estaba el hermano del acusado.
El procesado compró los billetes Bucarest-Gran Canaria –que tuvo que reembolsar posteriormente la mujer– y ambos llegaron a España el 9 de noviembre de 2013, un mes después de cumplir la mayoría de edad.
Proposición.
Tras un mes en Gran Canaria sin conseguir trabajo, el procesado dijo a la joven que tenía que prostituirse pues le manifestó que «no tenían dinero para vivir», algo que nunca antes le había manifestado.
La víctima se negó y mantuvo que «no quería dedicarse a la prostitución, a lo que finalmente accedió para poder satisfacer sus gastos así como los de su pareja y seguir la vida en común», detalla la sentencia. Ionut Constantin, durante el tiempo que duró la relación, no trabajó y sin embargo «se apropiaba de todo el dinero que obtenía la testigo protegido, apremiándola para que trabajara más e hiciera más dinero, llegando a insultarla y a golpearla».
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Por este motivo, la joven fue llevada a una casa de la calle Molino de Viento, en la capital grancanaria, «debiendo cumplir un horario de 18.00 horas a 5.00 de la madrugada todos los días», sostiene la Audiencia Provincial. Por esta actividad, ganaba una media de 500 euros a la semana, que entregaba íntegramente a Ionut Constantin. «Era con el dinero de la dicente con el que se pagaba el alquiler de la habitación en la que vivían, los gastos para su manutención, siendo el procesado el que disponía del mismo», refleja la sentencia. «El dinero que ganaba se lo quedaba Ionut, que se lo cogía de la cartera y ella se callaba y no decía nada porque si decía algo la empezaba a pegar. Tenía miedo de Ionut», detalla, añadiendo que «si la víctima no obtenía el suficiente dinero, el acusado se enfadaba con ella y la insultaba y golpeaba».
Que ganara más dinero para que no saliese «su parte loca».
Por su parte, en lo que respecta a Aurel Mosneagu, el mismo repitió el modus operandi de lover boys utilizado por Ionut Constantin. Contactó por Facebook con la segunda de las víctimas en diciembre de 2014 cuando ésta tenía 17 años para hacerla creer que iba a ser su novia y luego, animarla a comenzar una vida juntos en España en la que el procesado se lucraría de su explotación sexual.
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En este caso, el procesado no ocultó a la mujer que podría venir a Gran Canaria para ejercer como chica de compañía a sabiendas de que ésta era menor de edad, «así le manifestó en qué consistiría el trabajo prometiéndole que ganaría dinero manteniendo relaciones sexuales», dice el fallo. Cuando cumplió los 18 años, compró los billetes y llegaron a Gran Canaria el 14 de junio de 2015. Al día siguiente, la joven «fue llevada a una casa de citas de Molino de Viento donde fue instruida por la regente de la misma sobre los precios de los servicios (15 minutos 25 o 30 euros, 30 minutos 50 o 60 euros y 60 minutos por 100 o 120 euros) y el horario que se establecía de 19.00 hasta las 07.00 horas todos los días excepto los domingos». Sin embargo tras realizar el primer servicio, la mujer «tuvo que abandonar el lugar, manifestándole al procesado que no quería volver a trabajar, por lo que éste la increpó, la insultó y la vejó al decirle que no valía para nada». Aurel Mosneagu controlaba todo lo que hacía su pareja, sobre todo las comunicaciones que tenía con sus padres o con otras personas, «para evitar que la misma les contara su realidad en España». Sin embargo, a pesar de su negativa inicial, la víctima volvió a ejercer la prostitución mientras el acusado le decía que ganara más dinero advirtiéndole que no hiciera salir «su parte loca».
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