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El nacionalismo es futuro

Jueves, 16 de julio 2020, 10:49

Las elecciones autonómicas y locales del pasado 28 de mayo y los posteriores pactos entre formaciones políticas han dibujado un panorama antagónico para los nacionalismos canarios realmente existentes. Me refiero, claro está, a los de Coalición Canaria y Nueva Canarias, los que cuentan con apoyo ciudadano, con votos y poder institucional, con estructuras partidarias, con liderazgos.

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El nacionalismo hasta ahora gobernante, Coalición Canaria, ha perdido la dirección del Ejecutivo tras 26 años de ininterrumpido dominio, así como los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura, y ayuntamientos como el de Santa Cruz de Tenerife o el de La Laguna. El hasta ahora opositor, Nueva Canarias, forma parte de la estructura del Gobierno de Canarias, con la Vicepresidencia y la Consejería de Hacienda y Planificación, y mantiene una relevante presencia municipal, con numerosas alcaldías, sobre todo en Gran Canaria, además de la Presidencia del Cabildo Insular de Gran Canaria.

En los dos casos no caben posicionamientos viscerales, que solo llevarían al desastre. En el segundo no debe cundir la euforia, pese a la enorme oportunidad que tiene por delante de poner en práctica buena parte de sus propuestas en el ámbito canario en ese Gobierno plural de las izquierdas; debe ser consciente, además, de sus limitaciones territoriales, aunque ahora tenga alcaldías en Tazacorte o en Tacoronte. Y en el primero la decepción tras lo ocurrido no debe llevar a la profunda depresión y, sobre todo, a salidas poco meditadas. Ni a lanzarse a monte alguno, tampoco al de La Esperanza. Los primeros síntomas no son buenos, como me decía hace unos días alguien del mundo de Coalición, «con algunos dirigentes atrincherados y otros todavía en estado de shock».

Recuerdo, de entrada, que ambos lograron conjuntamente el 31% de los votos, de los que más de dos tercios corresponden a CC. Y que sus candidaturas cabildicias y municipales superaron ampliamente ese porcentaje. Es decir, han contado muy recientemente con el apoyo de un tercio del electorado canario. No es poco. Y por respeto a toda esa gente que, en buena medida, desea, al menos, el entendimiento entre ambos nacionalismos, no caben los exabruptos ni poner por delante acumulados desaires. Balones al suelo.

PRESENTE Y FUTURO. Vengo reflexionando desde hace algún tiempo sobre el nacionalismo canario. Lo hice en un libro analizando su pasado, en este caso el del nacionalismo de izquierdas de los años setenta y ochenta del siglo XX, su primera expresión electoral con cierto nivel de éxito, centrada fundamentalmente en las islas capitalinas y en sus urbes más pobladas. Lo hago ahora con cierta frecuencia, en las páginas de CANARIAS7, sobre su presente y futuro. Los últimos artículos: Presencia nacionalista, Nacionalismo canario, ayer y hoy y Nacionalismo, tareas múltiples.

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Considero que ese espacio sociopolítico es esencial para Canarias y que su debilitamiento sería una pésima noticia. Y les aseguro que no he disfrutado con el batacazo ni deseo la desaparición de CC, como he visto que algunos -incluso antiguos cargos de gobiernos coalicioneros- hacen en las redes sociales y en los medios de comunicación. Pese a mis críticas a muchos de sus comportamientos, especialmente en la etapa más reciente.

Deseo, eso sí, que CC restablezca su perdida centralidad y abandone el regionalismo y el derechismo que le ha llevado, en buena medida, a su actual marginación. No entiendo, en ese sentido, que el hasta ahora titular del Ejecutivo califique a CC de formación de centro-derecha, desconociendo por mi parte en qué momento Coalición decidió definirse de esta manera. Puede ser, eso sí, un alarde de sinceridad y una manifestación de sus deseos, pero no sé si Mario Cabrera, Marcial Morales o Marci Acuña, se sentirán cómodos con la nueva etiqueta.

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En las últimas semanas ha comenzado en los medios de comunicación un debate sobre el nacionalismo canario, con artículos interesantes de Edmundo Ventura (Tres tareas para el nacionalismo canario y El nacionalismo canario y el gato de Schröringer), de Raúl Vega (Coalición Canaria y la oposición) o de Borja Rubio (Una buena oportunidad para el nacionalismo canario), que ponen sobre la mesa algunas de las circunstancias, debilidades y fortalezas del mismo; con distintos puntos de vista, con elementos diferenciadores y otros que apuntan a altos niveles de acuerdo.

Constituyen reflexiones muy variadas, desde distintas ópticas, también la insular, que tienen valor en sí mismas y, además, con toda seguridad animarán a más voces a sumarse al debate y a aportar nuevas miradas. Lo podremos comprobar con nuevas y seguro que interesantes contribuciones.

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En ese contexto, Juan Manuel García Ramos, presidente del Partido Nacionalista Canario (PNC), y diputado de CC-PNC en el Parlamento canario, ha lanzado la propuesta de una cumbre nacionalista tras el verano, para analizar los aciertos y errores del nacionalismo en las últimas décadas; y abordar, incluso, las posibilidades de una reunificación de ese espacio «en la perspectiva de la creación de un partido que dé respuesta a las necesidades de la defensa de nuestro territorio atlántico, de nuestra sociedad transversal y de nuestra cultura diferenciada».

VOLUNTAD. No cuestiono la buena voluntad del profesor García Ramos, pero sí la formulación planteada. No sé si esa cumbre, a la que convoca a las viejas glorias del nacionalismo junto a algunas que están aún en activo, servirá para desbloquear la actual situación, caracterizada por la falta de debate y de planteamientos ideológicos, ahogados por el más feroz de los pragmatismos.

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Me preocupa que, si se llega a celebrar, termine en un fracaso rotundo y retardatario de las soluciones que, sin duda, se precisan. Y, en todo caso, apuesto por la incorporación al debate, abierto y con tiempos mucho menos rígidos, de jóvenes que, desde distintos sectores, vienen reflexionando sobre la identidad canaria y el nacionalismo actual. El nacionalismo, eso considero, es más futuro que pasado.

Las prisas suelen ser malas consejeras. Entiendo la desazón y el desnorte que ha producido la salida del Gobierno de la mayoría de las instituciones. Pero esto no puede llevar a pretender soluciones mágicas e inmediatas.

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Creo que el proceso debe ir encaminado al restablecimiento de la confianza, a la búsqueda de entendimientos en los espacios que se comparten en distintas instituciones. A la elaboración de un programa de mínimos de un nacionalismo, el de final de esta segunda década del siglo XXI, que debe ser progresista, social, ecologista y feminista; sin radicalismos de ningún tipo, si quiere contar con un respaldo amplio de la sociedad canaria. Que debe implicarse en la superación de la enorme desigualdad que pervive en Canarias y, por supuesto, defender con firmeza a las Islas en España y en Europa.

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