«Pasé miedo, pero me metí en la cabeza que de ésta se sale»
Roberto Rodríguez es el primer trabajador municipal conocido con coronavirus en el Ayuntamiento de la capital grancanaria. Tras su paso por la unidad de críticos del Negrín, este guagüero se recupera ahora en casa.
Está confinado en un cuarto que tiene en la azotea de su casa, en el barrio de Los Giles. Allí se recupera de la enfermedad que le provocó el Covid-19 hace ahora veinticuatro días. Fue el 23 de marzo cuando se empezó a sentir mal. La noche anterior había terminado de trabajar con aparente normalidad. Tras haber cubierto el último servicio de la línea 33 (Guiniguada-Puerto, por Ciudad Alta), se dirigió a su casa, como si nada. Al día siguiente, ya se levantó con fiebre.
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«Al principio pensé que se trataba de un enfriamiento», pero pronto se daría cuenta de que no era así. «Fue una locura, sentía escalofríos, no podría tragar nada, no tenía ganas de comer», explica Roberto Rodríguez. Llamó al número que el Gobierno de Canarias ha habilitado para atender a los posibles enfermos. Le prescribieron paracetamol y estuvo una semana con ello, pero no notaba mejoría más allá del alivio pasajero que le proporcionaba la medicación. «Entonces vinieron a hacerme la prueba con los dos palillos que te meten por la nariz y por la tarde noche me dijeron que tenía el Covid-19», expone.
Al día siguiente, una ambulancia lo llevaba camino del hospital General de Gran Canaria Doctor Negrín, donde ingresaba en la Unidad de Cuidados Intensivos. «Me metí en la cabeza que de ésta se sale», relata, «pero es verdad que se pasa miedo». El panorama que le dibujaron en el hospital tampoco invitaba al optimismo: tenía afectado el pulmón y también el hígado, pero con el paso de los días, la medicación y la atención prestada por el personal sanitario le permitieron esperanzarse.
Roberto Rodríguez asegura que la experiencia es dura. Él había pasado varias operaciones (garganta, hernia...) «pero una sensación como ésta, en mi vida».
Recuerda con cariño el tratamiento que le dispensaron en el hospital y se emociona cuando recuerda la despedida, su último día en el hospital. «Fue muy emotivo porque cuando me dieron el alta, la gente me aplaudía», reconoce.
También le animaron sus familiares y sus amigos. «Todo el mundo se volcó», dijo, «no tengo palabras para agradecerlo a todos». Manda un mensaje especial a sus compañeros de Guaguas Municipales. «Han dado señal de que somos una gran familia», expone. Y no se deja a nadie, desde la dirección a los conductores, de la administración al taller, desde limpieza al personal de seguridad. Si pudiera, agradecería a los más de 700 trabajadores todo el cariño y el ánimo desplegado. Para eso, sirvan estas líneas.
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Ahora cumple su cuarto día de alta y tiene que seguir en confinamiento. En su casa de Los Giles se mantiene de manera estricta todas las condiciones de seguridad que aconsejan los profesionales médicos. Él está aislado en un cuarto que tiene en la azotea, donde también dispone de un baño, y su mujer le sube la comida y la deja en una mesa para no tener un contacto directo. «Cuando estás acostumbrado a tener contacto con la gente, es un poco duro estar aislado, pero hay que mentalizarse», aconseja.
Lo más importante ahora es recuperarse cuanto antes. Este guagüero con más de veinte años en la empresa tiene ganas ya de reincorporarse. «Me encantaría empezar a trabajar pero todavía me siento débil», expone, «ahora quiero recuperarme al 100% porque mi trabajo me apasiona».
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En los días en que Roberto se contagió, los guagüeros no llevaban mascarillas, pero ya se habían adoptado medidas de prevención, como la obligatoriedad de que los clientes accedieran por la puerta central, la imposición de un perímetro de seguridad en torno a los conductores mediante la restricción de uso de los asientos más cercanos a ellos, o la prohibición de pagar en metálico. También se recomendó mantener la distancia de seguridad en las estaciones de guaguas.
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