Retrasar las elecciones catalanas conlleva efectos dispares en función del partido. Aunque, en principio, el principal perjudicado será el PSC cuya operación montada desde La Moncloa corre el riesgo de diluirse. Se acabó el efecto desconcierto de Salvador Illa. Pedro Sánchez pensó en el 14F establecido regladamente y ahora el 30M lo descoloca por completo. Evidentemente, desplazar en el calendario la cita con las urnas preestablecida supone un vacío jurídico. Ya se experimentó con las vascas y gallegas, y tenemos en Catalunya un nuevo caso. La Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) no dice nada al respecto. El legislador nunca lo contempló. Y es que nadie pensaba que íbamos a vivir una pandemia. Si a esto le sumamos que Catalunya, a diferencia de otras comunidades autónomas, no dispone de una ley electoral propia, supletoriamente impera la vigencia de la LOREG de principio a fin..
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Más allá de las cuestiones técnicas al calor del coronavirus, ir al 30M beneficiaría a las siglas soberanistas. Hasta el momento las encuestas apuntaban, ya con Illa inmerso en la contienda, una puja entre ERC, JxCat y el PSC (que absorberá parte de los votantes de Ciudadanos tras el presagio de batacazo que padecerá) por la Presidencia. Pero, bien mirado, la competición real es entre ERC y JxCat. Más ahora que Illa pierde su magia electoral de ministro impulsado desde Madrid. Si ERC es la fuerza más votada, se abrirá la posibilidad de conformar el tripartito que tanto necesita Sánchez como Podemos. Liderado por ERC, claro está. En caso contrario, una victoria de JxCat obliga a ERC a reeditar un Ejecutivo soberanista que impulse el 'procés'. Con todo, es probable que el 30M el independentismo supere el 50% de los votos válidamente emitidos.
Por otro lado, la presión para que Sánchez cese ya a Illa irá en aumento. No se puede estar hasta mayo gestionando la crisis de la pandemia y, a la vez, con la mente puesta en las elecciones catalanas. Con las cifras vertiginosas de aumento de contagios y, sobre todo, las miles de muertes que han sacudido a la sociedad, el ministro de Sanidad tiene que decantarse cuanto antes. El factor sorpresa lo ha perdido. Y seguir en Madrid no le repercutirá en nada de cara a la contienda electoral en Catalunya. Por supuesto, si Sánchez llega a saberlo no anuncia que Illa sería el cabeza de cartel. El independentismo ha reaccionado con rapidez.
Se posterga probablemente la remodelación del Gobierno que, a buen seguro, elevaría a Miquel Iceta a ocupar la cartera que ostenta actualmente Carolina Darias. Sin embargo, este revés brinda una ocasión a Ángel Víctor Torres para mover ficha y evitar que Darias sea trasladada a Sanidad. Es mejor que prosiga en el Ministerio de Política Territorial y Función Pública. Primero, porque tendrá en lo que resta de legislatura mayor peso político. Segundo, porque es vital para arrostrar el debate territorial aún por solventar y que marcará el devenir constitucional. Tercero, porque el Estatuto de Autonomía de Canarias está pendiente de desarrollarse y afecta a competencias que las islas deberán asumir. Y tener por parte de las islas una interlocución directa en el poder central, que Iceta no garantiza, es imprescindible. Es un último cartucho que en las próximas semanas Torres no debe desperdiciar.
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