Volvemos al mando único

Parece que fue hace mucho pero en términos históricos fue ayer mismo. Las comunidades autónomas, sobre todo las gobernadas por fuerzas nacionalistas, pero también las que están comandadas por el Partido Popular, reclamaban el fin del estado de alarma y que los gobiernos regionales asumieran las competencias. Veíamos entonces ganada la batalla contra el coronavirus y había prisa por colgarse las medallas y asumir el protagonismo ante la ciudadanía.

Vale la pena recordar lo mucho que le costó al Gobierno de Pedro Sánchez sacar las últimas ampliaciones del decreto de estado de alarma, negociando a diestro y siniestro y pasando incluso por el aro de Bildu y una contrarreforma laboral que la ministra Nadia Calviño se encargó de frenar con urgencia.

Después, cuando ya las autonomías volvía a tener mando en plaza, se fue imponiendo poco a poco la realidad: el virus se extiende cuando no hay unidad de acción, cuando cada región se instala por su cuenta y olvida que este coronavirus engorda cuanto mayor es el desgobierno. Y lo ha habido en grado sumo porque así como el Ministerio de Sanidad no estaba en condiciones en su momento de recentralizar competencias de la noche a la mañana, tampoco las autonomías están en la mejor situación para hacer frente a un enemigo que no hace distinciones entre vascos y andaluces, entre nacionalistas y constitucionalistas. Simplemente arrasa por donde pasa.

Ayer el ministro de Sanidad, Salvador Illa, volvió a sentarse con las autonomías y no consta que hubiese protestas por presuntas injerencias o robos a sus competencias. A fin de cuentas, cuando toca dar malas noticias, todos los consejeros y presidentes autonómicos prefieren que le toque al ministro de turno.

Y las medidas que se tomaron son una rectificación frente las anteriores, como también supone trasladar fuera de España que este ya deja de ser un país seguro para el turista. Esto último evidentemente tendrá consecuencias económicas gravísimas, pero también vale la pena caer en la cuenta de que ahora, de repente, parece que ya a nadie le importa aquel debate de que no podíamos seguir encerrados en casa porque se moría la economía. Es como si, de pronto, hubiésemos vuelto a caer en la cuenta de que lo que muere es la especie humana por culpa de un virus al que no tenemos controlado. Ni muchísimo menos.

Volvemos, por tanto, al mando único. Algo parece que vamos aprendiendo. A base, eso sí, de muchos errores.