A finales de marzo el Cabildo presentó el estudio 'Ciberviolencias machistas: un análisis de la realidad actual de Gran Canaria'. La principal conclusión cualitativa es que internet es como la vida real, con la peculiaridad de que el anonimato da más alas aún al machismo recalcitrante.
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Un ejemplo de esto es lo que le ha pasado a la consejera canaria de Derechos Sociales, Noemí Santana. «Algo falla en este mundo cuando por un partido de fútbol -en referencia al derbi entre el CD Tenerife y la UD Las Palmas del miércoles- se activan más alarmas (65) por violencia de género que en un día normal (38 de media). Y lo que falla se llama patriarcado», escribió en su Twitter.
Más allá de que le saltara a la yugular la cohorte negacionista y el mundo forocoches, es descorazonador constatar que a la evidente pobreza económica de Canarias hay que sumarle la pobreza intelectual que se observa en buena parte de las respuestas al comentario de la consejera.
Si cuando hablamos de partidos importantes, en lugar de poner el foco en la técnica y habilidad física de los equipos, jaleamos las «machadas», o si cuando alguien intenta «calentar» el partido para hacer caja la respuesta fuera un contundente rechazo, es posible que un evento, tan emocionante como intrascendente, no acabase necesariamente con un aumento del 71% de las llamadas de alarma por violencia machista. El problema es que, si elimináramos del fútbol el ultraemotivismo fanático, no nos quedaría más que un juego. Suficiente para la mayoría que solo busca en un partido un rato de diversión, demasiado poco para los que hacen negocio de explotar las emociones ajenas al coste que sea.
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