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La primera imprenta comenzó en lo que hoy es el Archivo Histórico Provincial de la capital grancanaria. C7

Aquellos primeros libros grancanarios

«En realidad, la producción tipográfica canaria no se consolidó, especialmente en Gran Canaria, hasta la segunda mitad del siglo XIX».

Juan José Laforet

Cronista Oficial de Gran Canaria

Sábado, 22 de abril 2023, 23:08

Llega un nuevo Día Internacional del Libro y, desde Gran Canaria, se pueden hacer unos números curiosos y elocuentes para su vinculación con el orbe ... libresco. Es un 23 de abril del año 2023 lo que nos da, si retrocedemos un par de siglos, un total de 223 años desde que comenzara a funcionar la primera imprenta de la isla, tras llegar su primer impresor, el lagunero Juan Díaz Machado, justo un día del Pino seis años después que lo hiciera la primera imprenta, un 25 de abril de 1794, por inspiración e impulso del gran ilustrado José Viera y Clavijo que, tras regresar de la Villa y Corte y con una mirada nostálgica sobre la plaza de Santa Ana, tras los visillos de su señera morada veguetera -hoy reconvertida en Archivo Histórico Provincial-, se empeñaba en poder seguir aquí no sólo publicando sus libros, sus trabajos en muy distintos campos, sino promoviendo la presencia y el uso de un instrumento eficacísimo para la comunicación social, imprescindible para el progreso insular de todo orden.

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Si la imprenta data de 1440, «pocos años después de conocidas las islas», sin embargo «transcurrieron los siglos XVI y XVII y el arte tipográfico no se extendió a las Canarias», aunque ya muchos de sus naturales escribían libros que se imprimían en la península, como fue el caso del gran Bartolomé Cairasco de Figueroa, como resaltó Francisco María de León, en unos 'Breves apuntes sobre la historia del arte tipográfico en Canarias'. Y es que, en realidad, la producción tipográfica canaria no se consolidó, especialmente en Gran Canaria, hasta la segunda mitad del siglo XIX, pues necesitó de un proceso muy largo, desde su llegada a Santa Cruz de Tenerife en 1751 y a Las Palmas de Gran Canaria en 1794 (aunque no empezara a funcionar hasta el año 1800), para adecuar su estructura técnica y enraizarse en el seno de la sociedad insular, a la que sirvió brillantemente, al difundir las ideas que permitieron abrir su camino de progreso y modernización a lo largo del siglo XIX.

Aquella llegada de la primera imprenta a la isla, en el orbe de sueños, empeños y determinadas conspiraciones ilustradas, rodeada aún de cierto misterio y nebulosas, a bordo de alguno de los veleros que, no tan frecuentemente como hubiera deseado la población de la época, conectaban a Gran Canaria con Cádiz, puede también recordar los primeros párrafos, y mucho del trasunto general, de la sustanciosa novela de Alejo Carpentier 'El siglo de las luces', que esboza «el impacto de la Revolución francesa en las Antillas: los sueños de libertad, y con ella, la sombra de la guillotina, en el juego de tensiones que configuran la grandeza y la servidumbre del alba de una época nueva». En este caso, «en la proa, como una puerta abierta sobre el vasto cielo que ya nos traía olores de tierra sobre un Océano tan sosegado, tan dueño de su ritmo, que la nave, levemente llevada, parecía adormecerse en su rumbo, suspendida entre un ayer y un mañana que se trasladaran con nosotros», lo que se alzaba era una 'guillotina de la incultura' -por decirlo así-, era la estructura de una imprenta que también se levantaba como una gran puerta al porvenir, al despertar de un nuevo sueño. Y arribó a la isla casi en el mismo día en que Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega habían pasado a la eternidad en 1616, formalmente dos días después de lo que hoy se conmemora como Día Internacional del Libro (23 de abril), un 25 de abril que aquí debería declararse oficialmente como «Día grancanario del Libro», pues, desde entonces, y como también recoge y resalta Carpentier, con palabras del Zohar -el libro del esplendor-, «las palabras no caen en el vacío».

Aunque, todo hay que decirlo, en Gran Canaria sí que se dio un curioso precedente tipográfico, en el año 1780, cuando se imprimió una carta en verso, de la que se conserva una copia en la Universidad de La Laguna, y que se titula «Carta de D. Tomás de Iriarte a D. Domingo de Iriarte, su hermano, durante el viaje que este hizo a varias cortes extranjeras». Como se aprecia por la propia fecha, aún no había establecimiento tipográfico abierto en la isla, por lo que debió hacerse con alguna imprenta móvil, comunes en aquella época, que estaba de paso en la isla.

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Si en 1794 llegó la imprenta -en la actualidad conservada en El Museo Canario-, en 1798 los caracteres, adquiridos en Barcelona, y en 1800 el ya mencionado primer impresor -formado por el tipógrafo Miguel Ángel Bazzantti y Arighetti, que entonces regentaba la imprenta de La Laguna-, aunque enseguida comenzarán pruebas diversas y la primera estampación de algunas hojas volanderas y sueltos diversos, la mayoría de carácter religioso, no será hasta 1801 cuando se elabore un trabajo ya con cierta enjundia, como fue la 'Novena devota al gloriosísimo Patriarca Santo Domingo de Guzmán que se hace en el Convento y estudio General de S. Pedro Mártir de la Ciudad Rl. De Las Palmas'. Y aquí lo deja Díaz Machado, que es sustituido por el impresor Francisco de Paula Marina, a cuyo arte tipográfico se deberá en los años sucesivos, y hasta 1816, la edición los diversos trabajos de Viera y Clavijo, como los 'Cuentos de Niños', que instruyen divirtiendo de 1804, o el 'Librito de la Doctrina Rural' de 1807, así como trabajos para la Real Audiencia, como el 'Catálogo de los pueblos del distrito de la Real Audiencia de Canarias y noticia de su situación, su calidad y sus Justicias', que se imprime en 1803, y otros muchos para el Obispado de Canarias. Al declararse la Guerra de la Independencia y constituirse en La Laguna la Junta Suprema de Canarias y en Las Palmas el Cabildo General Permanente de la Gran Canaria, esta imprenta cobrará un protagonismo enorme al estampar manifiestos, refutaciones, proclamas que rebaten a ideas expuestas por el 'Correo de Tenerife', junto con hojas sueltas con textos o poemas relativos al momento, entre ellos varios textos atribuidos a María Joaquina Viera y Clavijo, así como una reimpresión del número 1 del 'Correo Político y Militar de la Ciudad de Córdoba', que pasa así a convertirse en el primer ejemplar de un periódico impreso en Gran Canaria. A esta primera imprenta le seguiría, ya en 1840, la 'Imprenta de Las Palmas', regentada, sucesivamente, por Mariano Collina y Juan Ortega, que estampó una 'Guía de las Islas Canarias' para ese año, publicada por José Valentín de Zufiría y José Joaquín Monteverde, oficiales del Gobierno Político de la Provincia, y, de nuevo un 23 de abril, ahora en 1841, una 'Colección de poesías canarias'. Luego ya vendrían otras inolvidables como la de F.M. Guerra, en la Plaza de Santa Ana -emplazamiento que hoy podemos considerar todo un inesperado homenaje al propio Viera- , o la Imprenta de La Verdad, de larga vida y fecunda producción.

23 / 25 de abril, días de libros cuando «al principio era la palabra. Los límites de mi mundo eran los del lenguaje. Pero aquel lenguaje no tenía fronteras», como entonan los versos del poeta, profesor y filósofo Román Reyes (Fataga 1943), y este fue principio de la palabra impresa grancanaria, el de un lenguaje que emergió sin fronteras, sin encallarse en ninguna playa, surcando un océano que la llevaba a todos los continentes. Un comienzo, ni tardío, ni antiguo, pero un comienzo que nos lo dice todo, como lo apuntan los versos de Josefina de la Torre: «Ni las olas, ni los barcos,/ ni la estrellita perdida,/ ni el aire que riza el viento./ Mi palabra nada más».

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