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En la atropellada visita de Felipe VI y doña Letizia a la localidad de Paiporta, en Valencia, hay un momento que no debe caer en el olvido. Es el pasaje en que el rey habla con uno de los afectados por las inundaciones y trata ... de convencerlo de que sí se están habilitando medios para atender la emergencia y que no hay que hacer caso a todo lo que se está diciendo al respecto.
Tenía el monarca toda la razón, pero su mensaje cayó en saco roto porque el foco lo hemos puesto entre todos en la marcha de Pedro Sánchez, si se debió quedar aguantando el 'chaparrón' de barro, piedras y palos, y si la ira de los que allí se congregaban estaba justificada o no.
En estos días, por Paiporta y otros pueblos afectados han desfilado supuestos informadores que han encontrado en el fango el caldo de cultivo perfecto donde chapotear y extender sus mentiras. No ya medias verdades, sino mentiras de la A a la Z. La lista es larga pero sobresale entre ellas el empeño en que el centro comercial cuyo aparcamiento se inundó había «miles de cadáveres» y, en paralelo, que había una consigna oficial de esconder el dato, todo ello con el auxilio -así lo contaban- de los medios de comunicación, que estaríamos actuando al servicio de no se qué patrocinio del Gobierno central y el valenciano. Pero lo grave es que esos falsos informadores no solo navegaban en las aguas turbulentas de las redes sociales, sino entre las cadenas de televisión generalistas.
Se ha llegado a dar la paradoja de ver en dos ocasiones a los compañeros de Informativos de Telecinco aclarando a la audiencia que lo difundido en otros espacios de ese grupo mediático eran sencillamente bulos. Así, los primeros hacían un ejercicio de servicio público, mientras que los segundos agravaban el caos esparciendo falsedades y maledicencias.
Para más inri, ese ejercicio de la mentira no solo sale gratis, sino que tiene premio. Si nos fiamos de los índices de audiencia, tienen más seguidores los que engañan que los que deshacen los entuertos, un dato que dice mucho sobre la urgente necesidad de llevar a las aulas la divulgación de algo que creíamos que se sabía pero que ya vemos que no es así: distinguir entre la verdad y la mentira y tener claro que en la jungla de las redes -y también de los medios- hay profesionales de la desinformación cargados de intenciones desestabilizadoras.
El tiempo dirá si los incidentes los jalearon miembros de la ultraderecha, pero que el malestar se agiganta con la mentira es algo científicamente demostrable.
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