La vida útil de los políticos, y casi también de los partidos, cada vez es menor. Eso se debe, resquebrajada la estabilidad de antaño, a que los dirigentes son superados por las circunstancias y la enjundia de unos problemas crecientemente complejos. Y a falta de criterio y autenticidad e imperio de responsables públicos 'prêt-à-porter', van cayendo uno detrás de otro de la primera fila del escenario. Con suerte, aún los hay que son bendecidos con la recolocación (si hay poder) al modo del Ministerio que le aguarda en Madrid a Miquel Iceta. En otras ocasiones, como a Susana Díaz, ejecutan la guillotina política, y solo tiene 46 años la andaluza.
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Así las cosas, incluso la travesía por el desierto de la oposición supone un suplicio más cruento que los pretéritos. A Pedro Sánchez le salvó que Pablo Iglesias le trabajara parlamentariamente el respaldo de los nacionalismos periféricos para que triunfase inesperadamente la moción de censura contra Mariano Rajoy. Entonces Sánchez estaba políticamente amortizado pero tuvo ese golpe de suerte. El mismo que Pablo Casado rebusca al precio que sea porque difícilmente le llegará su turno (el del neoturnismo bipartidista) y presiente su caída.
Si no hay gestión no hay atractivo, y baja la afiliación. Si no hay expectativas, se desinflan las organizaciones. El PP en Canarias está en horas bajas, nada que ver con lo que fue, especialmente en Gran Canaria. Y María Australia Navarro trata de sortear la quema desde que en fechas recientes 'El Mundo' informase que estaba en el disparadero decretado por el cuartel general de Génova. Una sensación similar tuvo que tener antes Ángel Víctor Torres cuando el horizonte que le esperaba al PSOE en las islas era granjearse la simpatía de Fernando Clavijo para ser su socio menor. La consabida moción de censura en 2018 lo cambió todo. Torres tiene a tiro proseguir en Presidencia un largo tiempo, la división del nacionalismo (NC y CC están cada vez más distanciados) es su garantía. Y hace poco Clavijo fue elegido para conducir esa mencionada travesía por el desierto en el que el escenario potencial se reduce a ser el socio secundario de Torres en 2027. Cambio de papeles.
El PSOE de Felipe González, después de 1996, no recargó pilas hasta que el partido pasara página al 'felipismo'. El PP de José María Aznar, tras 2004, tuvo la fortuna de que Rajoy sí llegase a La Moncloa amén de la Gran Recesión de 2008 que desplomó al votante socialista. Clavijo busca en Canarias algo parecido: que el desempleo, el 'cero turístico' y el estancamiento o la contracción económica prolongada constituya un revés para Torres. Si valiese esta receta, que es cuestionable, la marca de CC no es la del PSOE ni la del PP a nivel estatal, sería si la cita con las urnas fuese rápida; aún resta mucho tiempo hasta 2023. Por lo que el riesgo de CC de repetir el error propio (pretender que relance la organización aquel que la despojó del poder ostentado desde 1993) suena a inercia acrítica. Y el cronómetro corre: que llegue 2023 para que CC visualice que toca hacer cola otro mandato para renovar lo que ahora no se ha renovado, no resulta alentador. Sale caro.
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