Las dos caras del nacionalismo canario
Primera plana ·
El 'clavijismo' realiza una jugada a fuego lento: endosarle la presión y el reloj de arena a Nueva CanariasA CC le pide el cuerpo rechazar o abstenerse ante las cuentas estatales de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Paradójicamente, es como si aquel no de Ana Oramas en la sesión de investidura en enero de este año (parece ya la prehistoria) se antojara necesario rescatarlo en aras de desmarcarse, por un lado, de las políticas de Madrid en las islas (por ejemplo, el muelle de Arguineguín) y, por el otro, y especialmente, del Pacto de las Flores. Un sí de Oramas, en el fondo, no cuadra con las intenciones masculladas. Necesitan diferenciarse. Sobre todo, cuando en el archipiélago se está gestando un ánimo social que puede ser abanderado por el nacionalismo o, en su defecto, la ultraderecha. Una vez que CC ha superado la primera fase en el desierto de la oposición en el que la amenaza de disolverse como un azucarillo (recordando a UCD) era real, prepara su cita congresual de cara a 2023.
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La táctica que planea sobre CC es sencilla: dejar que pase el tiempo en cuanto que parten de la premisa de que estar actualmente en el Gobierno erosiona. La crisis económica se presenta larga. Incluso, en el mejor de los escenarios, en el 2023 electoral se habrá surfeado los peores estragos pero el recuerdo en la sociedad seguirá y tampoco habrá vuelto sin más las circunstancias económicas previas a la pandemia. Los 14 o 15 millones de turistas que visitan las islas por curso están lejos de repetirse.
Cualquier operación de reunificación o confluencia nacionalista fue abortada. O, sencillamente, se enfrió. El peso de Tenerife en la organización es evidente y el desenlace de Fernando Clavijo en el caso Grúas ha resucitado su predicamento interno. De hecho, hasta las voces más destacadas en Fuerteventura y Lanzarote que abogaban por el entendimiento entre CC y Nueva Canarias, se han abonado al silencio persistente camuflado por los meses imperantes de la epidemia y el confinamiento.
El 'clavijismo' realiza una jugada a fuego lento: endosarle la presión y el reloj de arena a Nueva Canarias. Dejar que la izquierda canaria y ASG (Podemos está en otra banda) continúen en la espiral gubernamental que, de la mano del PSOE, barrunta demasiada incertidumbre para un partido que ha ido creciendo cualitativamente desde su fundación (de hecho, ocupa la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria desde 2015) pero que no forzosamente mantendrá igual tendencia. Lo que tiene que preguntarse Nueva Canarias, abrir el debate, es: ¿de seguir así, qué aguarda en 2023? En política la lógica institucional con la electoral no van siempre unidas, esencialmente en el multipartidismo. Lo bueno es que aún hay tiempo por delante. Aunque tampoco es indefinido. Lo malo es que en 2023 la inercia y los pactos posibles (que ya se barruntan) puede dejarles fuera de juego en las diferentes instituciones y tan solo apostar a resistir en los ayuntamientos que son feudos. Aunque, bien mirado, sería mejor no atrincherarse en el romanticismo y reflexionar, de verdad, en serio, qué hacer frente a la prueba de madurez que le impone el crecimiento experimentado. Aprobarla o no, decantará el futuro próximo de Nueva Canarias.
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