El pan moreno corre peligro en La Isleta
El dueño de la Panadería Monagas afronta el cierre de un legado que inició su bisabuelo en 1925 al no encontrar «un panadero artesanal, de los de antes»
«Hemos superado una crisis sanitaria en la que no cerramos ningún día, la actual situación económica con una gran inflación, con los clientes muy contentos con el pan pues tenemos precios competitivos, como los de una panadería industrial. Pero por no haber gente cualificada me veo al borde de tener que cerrar». Así describe Ángel Monagas, propietario de la panadería del mismo nombre, la situación límite que afronta su negocio por las dificultades que está encontrando para hacerse con los servicios de «un panadero artesanal, de los de antes».
Este joven emprendedor decidió en 2014 abrir una panadería en la calle Saucillo, en La Isleta, para dar continuidad al legado que su bisabuelo, Panchito Monagas, inició en 1925 en su negocio de la vecina Juan de la Cosa, que se hizo famoso gracias a su especialidad, el pan moreno, y que las siguientes generaciones mantuvieron activo hasta 2001.
El que representa la cuarta generación de esa saga optó, al concluir sus estudios universitarios, por rescatar en su establecimiento ese pan tan apreciado en el barrio sin variar su modo de elaboración, que asegura «es 100% artesanal».
Falta de personal cualificado
Pero explica que ahora, «después de 97 años de trayectoria, nos vemos frente al cierre por falta de personal cualificado». Y es que explica que la búsqueda de un profesional, para «su incorporación inmediata» y «a jornada completa», que alivie la carga de trabajo que afronta el único panadero con el que cuenta desde el mes de enero ha sido infructuosa. «He buscado en el paro, en los centros de formación profesional e incluso en el portal Infojob», comenta.
Asegura que desde que inició su búsqueda «han pasado por aquí unos 15 panaderos» de negocios industriales que se han encontrado con dificultades a la hora de hacer pan del modo tradicional en que se hace en este negocio. «Los pones a fuñir (plegar) la masa y no saben», expone.
Apunta que muchas de estas personas que han trabajado en otros negocios están acostumbrado a contar «con trenes de trabajo» que facilitan en gran parte la tarea. Pero en su panadería no existe maquinaria más allá de una «amasadora, en la que se realiza la masa» y la «divisora», que permite dividir «esa masa, que es de masa madre porque así se evita poner levadura», en 30 porciones idénticas que posteriormente «se bolean a mano» antes de pasar a la zona en la que fermentan los entre «1.500 y 2.000 panes»que se elaboran a diario, «uno a uno», y que luego se hornean «en el horno de piedra».
Con experiencia
Ángel explica que «buscamos un panadero con experiencia» porque es mucha la urgencia por contratar a un profesional que les permita atender a la clientela que acude a diario a su panadería pero también a los muchos negocios de restauración y bazares a los que surten por toda la ciudad y «que tienen su hora de entrega de pan».
Un reparto que él mismo se encarga de llevar a cabo y que «nos obliga a ir a contrarreloj, porque todo el mundo quiere el pan a la misma hora».
«Lamentablemente, ahora mismo no estamos en posición de enseñar a nadie», comenta Ángel, pues es una tarea añadida con la que no puede cargar al único panadero de un negocio que teme verse obligado a cerrar.
Reivindica «un oficio que se ha ido perdiendo»
Ángel Monagas reivindica la forma de hacer pan que se mantiene en su negocio de La Isleta y lamenta que sea un «oficio que se ha ido perdiendo», ya que muchas de la tareas que se desarrollan a mano en su obrador, en otros negocios se realizan con maquinaria. Pero reconoce que la calidad del producto final no es la misma y no quiere perder ese plus que, además, le diferencia de otras propuestas.
Apunta que en esa producción diaria de entre 1.500 y 2.000 panes ha introducido muchas variedades atendiendo a los gustos de la clientela actual. Pero mantiene la esencia, no en vano del total de piezas que elaboran, «entre 900 y 1.000 son de pan moreno, que es el de mi bisabuelo».
Ahora espera hallar un profesional que le permita mantener ese legado casi centenario.