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Luis Sánchez Suárez posa delante del estanque de Cruz de Piedra, del que lleva años avisando de su peligro. Cober
Luis Sánchez: Con sus propias manos
Los rostros del barrio

Luis Sánchez: Con sus propias manos

La décima entrega de esta serie aborda la trayectoria de este vecino de Cruz de Piedra, que ha dedicado su vida y sus recursos a cuidar de las calles de este pequeño reducto urbano sobre el Guiniguada

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 1 de febrero 2025, 23:50

Cruz de Piedra es uno de esos barrios invisibles de Las Palmas de Gran Canaria. Un trazado de calles sobre el Guiniguada al que muchos han perdido en el mapa de la ciudad desdibujando sus bordes dando por hecho que el Polígono, un puñado de metros más abajo, es ese lugar del que usted me habla. Pasa lo mismo para las distintos gobiernos que han dirigido la ciudad desde finales de la década de 1960, que apenas suben esa cuesta en la que Luis Sánchez, junto a otros vecinos comprometidos, han mantenido desde entonces con sus propias manos y, también hay que decirlo, con sus recursos económicos esas calles.

Sánchez es la memoria de Cruz de Piedra. Ese barrio que se encuentra encaramado en una loma a la espalda del Castillo de San Francisco y presidido por la cruz de 1737 que recién restaurada solo ha sobrevivido a la erosión del tiempo por el mimo de sus vecinos. Luis recuerda perfectamente el día que le dieron las llaves de su casa, en julio de 1968, una inversión que durante cuatro años pagó a razón de una letra mensual de 2.720 pesetas.

Desde entonces casi todo lo que allí es un bien colectivo lleva en sus cicatrices, que las tiene por la desidia municipal, el trabajo manual de este veterano vecino que con 84 años sigue siendo una de las voces que más ruido hace para reivindicar mejoras en su entorno.

Tal vez la Cruz de Piedra sea elemento distintivo más relevante del barrio. Luis sigue poniéndole flores y plantando en su entorno. Pero es que casi todos los jardines comunitarios llevan su firma. «Aquí hay árboles que plante hace 50 años. Y estos muros –afirma señalando los parterres de la calle Azafata Delgado– los pinté yo. Conseguí que el Ayuntamiento me diera dos botes de pintura pero el resto los puse yo, lo que enfadó a mi mujer porque me costó dinero de nuestros ahorros», expone.

Que nadie se engañe con la imagen actual de Luis Sánchez. Sostenida su figura por un bastón. Sigue bregando en las calles aunque ahora se mueva por ellas en su pequeño Toyota. Nació con el sentido de la lucha colectiva y así se irá. «No sé ser de otra forma», responde al respecto.

Su oficio toda la vida estuvo en la hostelería. Y desde allí también batalló. «Estuve siempre como enlace sindical. Peleamos mucho y conseguimos el primer convenio que reconocía derechos a los que nos dedicábamos a ello, incluso en tiempos de la dictadura. Negociábamos donde el Sindicato Vertical. Y alguna vez acabé en los calabozos de la Policía Nacional cuando la Jefatura estaba en la plaza de la Feria», dice.

Fue un hombre comprometido. Padre de tres hijos que se criaron en el barrio y de los que hoy habla con orgullo por las posiciones profesionales en las que se encuentran. Todo eso en Cruz de Piedra, por debajo de la calle Carmen Quintana.

En el barrio ha pasado su vida desde que compró a los betancores su vivienda. De una forma o de otra siempre ha estado vinculado a lo que sucede en sus calles. Aunque no siempre todo lo que le hubiera gustado. «Trabajé muchos años de noche, sobre todo al principio de vivir aquí. Subía por las calles y no había ni luz. Entonces me prometí que cuando me jubilara estaría en la asociación de vecinos». Dicho y hecho, aunque la asociación hoy sea solo un recuerdo.

La murga en los plenos

Sánchez siempre dio la batalla por sus vecinos. Recuerda con nostalgia cuando acudía a los plenos a intervenir. «Y a los plenillos, que ya no se hacen». Eran otros tiempos, en los que los representantes vecinales tenían un contacto más directo con los concejales. Eso hoy no sucede, Luis apenas le pone cara a los actuales.

Como muestra de aquella proximidad una anécdota de sus tiempos en la hostería. «Trabajaba en El Pote y José Vicente León, entonces alcalde, venía a comer allí los domingos con su familia. Teníamos cierta confianza y un día le pedí que me pusiera unos grifos para poder regar los jardines, que estaban abandonados. Y al día siguiente nos los estaban colocando», señala.

Porque esos jardines han sido mimados por Luis y sus vecinos durante décadas. Ellos han plantado todo lo que allí crece salvo las palmeras. Juntos han construido el altar marinero –en tierra firme– que allí tiene la virgen del Carmen. Y de su mano se puso una placa ya hace muchos años para celebrar el nacimiento de esa comunidad de vecinos en el final del franquismo.

Cruz de Piedra es un pequeño reducto en el que un puñado de ciudadanos ha mantenido la higiene de sus calles y ha mimado sus monumentos. Algunos sin saber incluso la relevancia histórica que brilla ante sus ojos.

Hoy siguen vigilantes a pesar de que siempre hay malas lenguas. «Un día estaba trabajando en los parterres y pasó una gente que dijo que siempre estaba allí metido. 'Algo se estará mamando', dijeron. Y me dio rabia. Porque a mí cuidar el barrio me ha costado hasta dinero», dice, eso sí, sin un ápice de dudas sobre su forma de ser.

Luis Sánchez es hoy un hombre armado con un móvil. Para grabar a los que se ahorran un viaje al punto limpio. Para alertar a la policía de la caída de un muro. Para cuidar de su barrio.

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