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Los rostros del barrio
Félix Moreno: Una vida entre películasFélix Moreno endurece el rostro para posar frente al fotógrafo y el gesto no le define con justicia. Habla con velocidad y luz en los ojos, siempre sonriente, como testigo imprescindible de la historia del barrio de Las Coloradas, allá donde guarda un tesoro: una pequeña sala de cine para 25 personas en la que hace vida y ve películas con su grupo nuclear de amigos
Moreno lo sabe todo de Las Coloradas. Lleva 60 años en el barrio que corona la ciudad por la punta de La Isleta, apenas un trazado de calles en cuadricula pintadas en el suelo cuando llegó con su familia hace más de seis décadas provenientes de El Palmital de Guía. «Quedan algunas personas más mayores que puede que estuvieran viviendo aquí antes pero creo que soy de los más antiguos del barrio», señala.
Félix Moreno es hijo de portuario, hecho trascendental para comprender cómo llegaron a la cima de la montaña desde el norte de Gran Canaria. Aún recuerda con nitidez la imagen de su padre saliendo a pie de Las Coloradas para llegar al Puerto de La Luz y comprobar en las listas si tenía que faenar ese día. «Esto era un desierto, apenas había casas. Tierra y barranco, con las escorrentías corriendo cuando llovía», explica.
Su presencia en el barrio en aquellos tiempos sirve para testimoniar cómo Las Coloradas creció con el estatus de una república independiente en la vieja Las Palmas. «Esto no lo urbanizó el Ayuntamiento. Fueron los propios vecinos los que pusieron esto en marcha y las administraciones decían que esto aquí era algo clandestino. Los vecinos se reunieron y contrataron a una constructora para hacer las calles, el alcantarillado, el asfalto... El agua se lo compraban a Naranjo o a Miguelito, que venía con una cuba roja. La luz se tenía gracias a un generador que se colocó donde está el campo de fútbol», detalla.
En aquel tiempo todos se conocían en el barrio. Con el extinguido uso de los diminutivos para dirigirse a los mayores del barrio. «Paquito era el señor que ponía en marcha el motor de la luz».
Las Coloradas estaba en aquellos tiempos mucho más lejos de la ciudad de lo que lo sigue estando hoy en día, con un transporte público que cuenta con largas frecuencias de salida y eternos rodeos para llegar hasta esta corona de la ciudad, con sus vistas de ensueño.
Pero para Félix Moreno aquello era el paraíso. Con sus calles de tierra y sus conexiones con la ciudad organizadas por los propios vecinos. Como la llegada de la luz y el agua: «Estaba Antonio El Miseria, que tenía tres furgoncillos de ocho plazas y estaba todo el día subiendo y bajando a la gente. Luego la asociación de vecinos compró dos furgones que también usaba para eso», dice.
Félix Moreno creció en Las Coloradas acompañado de sus cinco hermanos. En su infancia y su adolescencia llegaba hasta La Isleta caminando, aunque en alguna ocasión pagaba las tres pesetas que costaba el vieja en una de esas furgonas que hacían de transporte público en la zona.
Así llegó su gran flechazo. Con 14 años ya estaba trabajando en la hostelería en restaurantes como el Torero. También dedicó gran parte de su vida a una empresa de alquiler de vehículos relacionada con su familia, en la que se encargaba de alquilar coches o de cambiar divisas. Pero siempre ha estado atrapado por otra gran pasión: la maquinaria del cine.
El desaparecido Cine Litoral fue el primero que pisó en su vida, lo que le convirtió en público fijo de todas aquellas salas que andaban por la zona: La Luz, el Victoria o el Teatro-Cine del Puerto, conocido como el Cine Viejo, donde se alumbró su pasión. Porque lo de Félix Moreno es amor por lo material. Los proyectores, los rollos de película; ser operador en la cabina, montando y desmontando durante horas como colaborador altruista.
Eso sigue presente en su vida. Su garaje es un viaje a otro tiempo. Carterlería de estrenos antiguos, proyectores o las pequeñas y delicadas maquetas de antiguos cines que ha construido con una devoción casi franciscana. Todo eso junto a su colección de más de 4.000 películas, a las que le gusta volver con cierta frecuencia cuando aparecen por allí amigos de siempre como Gabino o Junior Melo.
Todo eso sin salir nunca del barrio al que llegó cuando era niño y del que nunca se ha planteado salir. Allí creó su familia con sus dos hijos, uno ahora en Segovia por razones profesionales y la otra junto a él en el barrio. Y con sus tres nietos, a los que asegura también les gusta mucho Las Coloradas, y a los que siempre les apetece que les proyecte en su cine personal alguna de la saga de 'Piratas del Caribe'.
Y es que Las Coloradas lo significa todo para Félix Moreno, como cuando de niño jugaba al fútbol con sus amigos en la tierra roja que caracteriza al barrio. «A mí me gusta mucho estar aquí. Yo todavía lo siento así a día de hoy. Bajo a La Isleta para comprar algo y desde que llego allí estoy deseando regresar, demasiado ruido. Aquí estoy tranquilo, consigo la paz. Fuera de aquí todo es locura, es otro mundo», señala durante una de esas mañanas en las que sale a caminar y dejarse bañar por la brisa y el mar.
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