Penélope Cruz eclipsa en Donosti

La actriz madrileña, que anoche recibió emocionada el Premio Donostia por su trayectoria, admite la singularidad de haber crecido en el mundo del cine, pues empezó con apenas 14 años.

Miércoles, 15 de julio 2020, 12:00

EFE / SAN SEBASTIÁN

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Penélope Cruz, que anoche recibió el Premio Donostia por toda una trayectoria en el cine, señaló que, como uno de los personajes de Almodóvar, aceptó el premio que le daban antes de lo previsto «por si acaso luego» le pasaba algo.

Cruz ofreció una rueda de prensa, la más multitudinaria del festival, en la que se sinceró sobre su profesión, su vocación y su sentimiento de gratitud hacia el Festival, que la ha galardonado por una carrera a la que aún le queda mucho recorrido.

Con gracia, Cruz contó que cuando el director del festival, José Luis Rebordinos, le comunicó el premio, ella le preguntó «si estaba seguro», si no prefería esperar unos años, «pero como soy como un personaje de Almodóvar, empecé a pensar si no me iba a pasar algo malo», y dijo: «Sí, claro», dijo provocando risas.

De su profesión dijo que le ha enseñado mucho sobre sí misma porque empezó siendo casi una niña, con 14 años, ha recordado; en Jamón jamón y Belle epoque, 17 y 18. «He crecido en el cine».

Cuando tenía cuatro años ya jugaba a ser actriz. «Sentía mucha libertad: para mí no era escapar de mí misma, sino conocerme más, me hacía mirarme más hacia adentro».

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Agradeció también a su familia haber confiado y «no haberse reído» de ella cuando dijo que quería ser actriz, sin antecedentes familiares.

«Un actor no puede trabajar mucho con su ego, a la hora de preparar un personaje, eso tiene que quedar fuera», dice la ganadora de un Óscar y tres premios Goya, que achaca a sus años de ballet clásico la disciplina «casi militar» adquirida, suficiente para dedicarse a esto.

«Actuar te hace tener más empatía, te conviertes en personas con las que, a veces, ni siquiera te tomarías un café», dijo la actriz, nacida en Alcobendas (un pueblo al norte de Madrid), muy cerca de donde vive ahora y cuyas calles de la infancia visita de cuando en cuando.

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De más de treinta años de trabajo le quedan algunos amigos - «eso no se fuerza», apunta- entre los que ha nombrado a Goya Toledo y Salma Hayek, a Bigas Luna, al que extraña de manera especial en esta ocasión -«ni Javier ni yo pudimos despedirnos»- y a Pedro Almodóvar, al que define como alguien de su familia; «nos leemos la mente», ha dicho. Presumió de interpretar a todo tipo de mujeres retos que ha recibido «con los brazos abiertos: el acento, los idiomas, las pintas, cómo anda o cómo vive el personaje. No me interesa hacer dos veces el mismo personaje ni tampoco aquellos que se parezcan a mí. Es en la distancia como nosotros volamos».

De sus años en Hollywood contó que nunca se fue a «jugárselo todo», sino que fue a hacer una película con Stephen Frears. «Iba tranquila, y luego paso lo mismo con las siguientes, durante cinco años. Eso me hacía sentir más segura. No quería renunciar a seguir trabajando en Europa, no quería perder lo que ya estaba consiguiendo aquí».

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Y ahora que es madre, sus prioridades han cambiado: va allí solo a trabajar y se piensa mucho los sitios donde tiene que rodar, por eso también, dijo, le gustaría cumplir cien años: para «estar ahí».

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