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La Manada anda suelta

«Que la Manada esté suelta no significa que las mujeres de este país tenga que estar en alerta, y que dejen de vivir y hacer lo que hacen en una sociedad libre en la que son protagonistas de la historia»

Jueves, 16 de julio 2020, 17:57

Los criterios que ha establecido la Audiencia Provincial de Navarra para poner en libertad a los miembros de la Manada son perfectamente legales. La prisión provisional puede modificarse en cualquier momento a petición de los condenados, que no pasan a ser penados hasta que hayan decidido todas las instancias superiores. Es, como su nombre indica, «provisional», aunque lo habitual es que se alargue hasta que se cumpla la mitad de la condena impuesta, en este caso cuatro años. Pero también son discutibles y discrecionales en su ponderación, como demuestra la existencia de discrepancias internas en la sala, con un voto particular que valora en sentido contrario los elementos puestos en juego para adoptar la polémica decisión.

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Aunque en un sistema de derecho y democrático los jueces no están sujetos a las decisiones de la «turba», si deben tener en cuenta el ambiente de alarma social que un asunto puede causar y este es de especial sensibilidad como para tener percibir y valorar este aspecto, también sometido a valoración jurídica, como el del riesgo de fuga o la posibilidad de volver a delinquir.

Vídeo.

La decisión tomada ayer por ese tribunal es absurda, fuera de juego, al margen de la sensibilidad que la sociedad española ha desarrollado para colocarse profundamente en contra de la violencia machista y sexista, de los comportamientos obscenos de machos ibéricos en una cultura del todo vale.

Los actos del propio tribunal ponen de manifiesto la presión a la que está sometido, por las partes, especialmente la defensa de los acusados, y por la opinión pública que los lleva a las contradicciones en sus resoluciones. De otro modo no se explica el cambio de criterio de la magistrada Raquel Fernandino, que en la sentencia condenó a José Ángel Prenda, Ángel Boza, Jesús Escudero, Antonio Manuel Guerrero y Alfonso Jesús Cabezuelo eran culpables de un delito con una pena alta, de nueve años. El reproche a la decisión mayoritaria de otorgar la libertad bajo fianza lo pone el presidente de la Sala con un voto particular que reconoce la gravedad del delito, además de las circunstancias que rodean el caso, en clara referencia a la sensibilidad social. Sus argumentos revelan que dejarlos en prisión preventiva dos años más no sólo es perfectamente legal, sino razonable y proporcionado.

El tribunal viene a decir en el auto que los acusados están tan escarmentados y señalados socialmente que es imposible que vuelvan a cometer un delito de estas características, sin entrar a valorar que por hechos muy similares aún tienen pendiente otra causa en un juzgado andaluz. No dudo que la trascendencia de estos hechos, y la misma condena haya repercutido en sus vidas de forma determinante, pero también hay que valorar que delinquir requiere no sólo un acto de constricción, sino pagar la pena, y en este caso no se prevé que pueda existir una rebaja sustancial de la condena en la revisión de la sentencia, aún pendiente en el Tribunal Superior de Justicia de Navarra.

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Y dicho esto también hay que advertir del peligro de las turbas. La sensibilidad social que podría justificar que estos desalmados sigan en prisión también tiene su cara «b», la de extender la idea de que todos los hombres son agresores sexuales y maltratadores en potencia, de que en este país solo hay violadores, de que las mujeres no pueden salir a la calle y de que los tribunales no hacen adecuada justicia porque son machistas. Nada de esto es justo ni exacto.

Y dicho esto también hay que advertir del peligro del miedo. Que la Manada esté suelta no significa que las mujeres de este país tenga que estar en alerta, y que dejen de vivir y hacer lo que hacen en una sociedad libre en la que son protagonistas de la historia. El miedo mueve montañas y pude enterrar los logros de las mujeres en estos dos últimos siglos con una nueva involución que impulsa el miedo en la calle. ¿Se me permite ahora disfrutar del sexo? ¿Puedo subir una foto a Instagram? ¿Puedo pasarlo bien con mi novio en la cama? ¿Puedo volver a salir de fiesta una noche? ¿Me puedo emborrachar con mis amigas? ¿Se me permite ir a comprar el pan? ¿Puedo llevar minifalda otra vez? ¿Puedo hacer toples en la playa? ¿Se me permite llevar escote? ¿Puedo seguir tuiteando? ¿Puedo ponerme lencería sexy si me apetece? ¿Puedo irme sola de vacaciones? ¿Puedo salir a pasear mi perro?... son algunas de las muchas preguntas que se hicieron las mujeres sobre su futuro en una campaña en la redes sociales ante los violadores. La respuesta sólo puede ser una: si, absolutamente si.

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