Más allá de ingenieros aeronáuticos, jueces de las más diversas tendencias y, por supuesto, del enorme acierto de la mayoritaria presencia de mujeres –si bien esta no asegura per se una impronta feminista en sus políticas, son cosas distintas, aunque esperemos y deseemos que sí-, una de las importantes novedades del nuevo Gobierno de España, el del resucitado Pedro Sánchez que estás en los cielos, ha sido el anuncio del ya presidente del Ejecutivo de la inmediata creación de un Comisionado sobre la Pobreza Infantil.
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Un departamento que, al menos personalmente, me gustaría tuviera una efímera trayectoria, lo que sería síntoma de que se habría superado esa realidad de profunda desigualdad, de auténticos abismos sociales, que afecta a cientos de miles de niños y niñas en España, condicionando su presente y lastrando gravemente sus expectativas de futuro. Aunque vista la situación de desigualdad en este ámbito me temo que el Comisionado tiene por delante una ingente y larga tarea.
Resulta claro que la sensible mejora de las circunstancias vitales de esos menores depende de múltiples factores. Ayudaría, sin duda, la disminución de las actuales cifras de desempleo, que en nuestro caso, el de Canarias, superan el 20% de la población activa en la última EPA. También, por supuesto, que las personas que trabajan dispongan de unos sueldos dignos y no estén de forma permanente margullando en aguas de precariedad, formando parte de ese amplio colectivo de mujeres y hombres que son empleados pobres, incapaces de cubrir con sus míseros salarios sus necesidades básicas y las de sus familias.
Igualmente colaboraría en transformar la vergonzosa e injusta realidad que la fiscalidad –en España y en Canarias- fuera, de verdad, progresiva y justa. Que grandes multinacionales no se escapen de pagar tributos en España, como ocurre con muchas de las tecnológicas o de las dedicadas al alquiler vacacional. Que se reduzca el actual fraude fiscal, asunto en el que sin celebrar el torneo somos campeones en Europa. Que paguen más los que más tienen.
Que, puestos a pedir, no aplaudamos a los deportistas y artistas que con una mano enarbolan la bandera española y con la otra envían su dinero a Suiza o a los más variados paraísos fiscales. No puede ser considerado patriota quien no colabora con su país ni con su gente, quien no contribuye a sus hospitales, a sus escuelas, a sus carreteras, a la adecuada atención de las personas mayores.
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Una mejor fiscalidad, entre otras cosas, para que los servicios públicos –un elemento esencial en la equidad entre la ciudadanía- se encuentren correctamente dotados, recuperando lo que se les quitó con las nefastas políticas de austeridad y recortes. Para que se produzca un salto en la calidad de la atención sanitaria o del sistema educativo. No es casual, lo dicen distintos estudios que el abandono escolar, uno de los grandes problemas del sistema educativo, se encuentre muy vinculado a las condiciones sociales.
Clase social.Al respecto, en un estudio sobre el abandono escolar temprano dirigido por el prestigioso profesor Mariano Fernández Enguita se señala taxativamente que «el atributo con más peso en el proceso de salida del sistema educativo es la clase social del alumno. Es un resultado constante a lo largo del tiempo, muy similar entre distintos países y resistente a los más valientes intentos de introducir criterios de igualdad en el sistema». Añadiendo que «la probabilidad de acceso a la educación superior es seis veces mayor para los hijos de las clases medias que para los de las clases trabajadoras».
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Una fiscalidad progresiva esencial, asimismo, para que la atención a la dependencia y el conjunto de los servicios sociales alcancen los niveles que se merecen sus usuarios y usuarias. Para que este país revierta lo que ha venido ocurriendo en la última década, en la que ha avanzado de manera muy significativa en desigualdad social.
Resultan extremadamente preocupantes los datos del informe La infancia en Canarias 2017, realizado por Unicef en colaboración con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y presentado el pasado mes de abril. En nuestra tierra se estima un 41,6% de niños y niñas situadas en riesgo de pobreza y exclusión social. Es decir, casi nueve puntos por encima de la media estatal. Y con más de 150.000 menores y adolescentes de las Islas en esas circunstancias.
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Además, entre 2014 y 2016 se ha incrementado la brecha de la pobreza entre Canarias y el conjunto del Estado: las islas se encontraban ligeramente por debajo de la media en 2014, se colocaron 4,5 puntos por encima en 2015 hasta llegar a los 8,7 de 2016.
Unicef señala en ese estudio que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) deberían suponer «un cambio en la concepción del desarrollo sostenible y una oportunidad política para Canarias y, en concreto, para la infancia más vulnerable. Es una gran ocasión para que el Gobierno de Canarias responda de manera efectiva a la lucha contra la pobreza, la desigualdad y a favor de la sostenibilidad».
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Comedores de verano. Hace unos años, en 2013, con José Miguel Pérez en la cartera de Educación y Paulino Rivero al frente del Gobierno, Canarias decidió abrir los comedores escolares en verano para garantizar una correcta alimentación a niños y niñas de familias con graves carencias económicas. Las corporaciones locales se volcaron, aunque la de Las Palmas de Gran Canaria de entonces, con el PP en la Alcaldía, puso algunos peros por el gasto que suponía en luz y agua de los colegios, muestra de su exquisita sensibilidad social.
La medida aún se mantiene y constituye una muestra de que una parte significativa de la sociedad canaria se encuentra bastante lejos de poder disfrutar del crecimiento global de la economía ni de los reiterados records turísticos. Este verano, durante los meses de julio y agosto, en distintos colegios públicos de las Islas se llevarán a cabo los «talleres lúdico-educativos con comedor de verano», que así se denomina la actividad.
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Bienvenido, en fin, ese Comisionado contra la Pobreza Infantil del presidente Sánchez. Lo digo con el mayor deseo de éxitos en su tarea y, a la vez, con la certeza de que la existencia de un organismo no garantiza nada. Aquí, en Canarias, disponemos desde hace tiempo de un Comisionado de Inclusión Social y Lucha contra la Pobreza y no parece que sus resultados sean precisamente aleccionadores.
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