Director adjunto de CANARIAS7 y director de canarias7.es
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Ninguna de las encuestas que circulan por los despachos de influencias deja bien a Coalición Canaria. Su desgaste y retroceso se repite en cada uno de los bastiones, incluido el de Tenerife. El partido de Fernando Clavijo busca salvar los muebles como sea, a costa de lo que sea, como las alianzas que viene firmando con partido lobbies, que sólo aspiran a un puñado de votos con los que colocar uno o dos representantes en las instituciones, con los que apañar un puesto y los consiguientes beneficios. Son partidos garrapatas, algunos con liderazgo que viven peligrosamente al filo de la navaja, entre la ilegalidad y directamente en extorsión. Aún así Coalición Canaria no llega, y teme perder el poder que la gracia del sistema electoral y la debilidad del resto de los partidos políticos, especialmente PP y PSOE, le ha concedido a cambio de nada. Clavijo no paga ni un solo peaje por el poder que hoy ostenta en Canarias, salvo correrías sin importancia provocadas por las migajas que echa a Antona y Torres para entretenimiento del personal. A esa pérdida de votos, que no de poder, se suma la posible irrupción de Ciudadanos en el Parlamento de Canarias, un partido que parece no buscar reproducir el esquema de poder tradicional si no se apuesta por cambios radicales, como el del sistema electoral canario.
En estas circunstancias, es Coalición Canaria la que clama por un acuerdo con Nueva Canarias. Fernando Clavijo poco o nada dice del tema, pero en los niveles inferiores del Gobierno y del propio partido se hacen ya declaraciones y se ha puesto en marcha una agenda de contactos, inicialmente informales. El debate está abierto de nuevo, y como siempre es inicialmente pragmático: unidos contra el Estado, y en este momento contra Ciudadanos y el PP que emprenderán una política de recentralización de la administración. La foto que proporciona la perspectiva política es la del triunfo de la derecha en todo el Estado de la mano de Ciudadanos, que terminará entendiéndose con el PP e imponiendo sus políticas, que en la cuestión autonómica son centralistas. Frente a ese ciclo el nacionalismo está absolutamente debilitado y dividido. CC en franco retroceso, Nueva Canarias parece haber ha alcanzado su techo electoral y el entendimiento entre ambas fuerzas políticas es prácticamente nulo, de guerra. No hay que olvidar que toda la acción política de CC en Gran Canaria, bastión de Nueva Canarias, ha sido intentar desprestigiar a sus máximos exponentes, siendo Antonio Morales la diana de todos sus dardos y sus antenas.
Pero el debate de fondo es de ideas. ¿Puede Nueva Canarias convivir con la ultraderecha chicharrera y neoinsularista que, además, domina el partido? ¿Será capaz Román Rodríguez y sus hombres de compartir políticas diametralmente opuestas a las que viene practicando Clavijo con una clara derechización en todos los órdenes de la gestión?
Hay un nivel en el que el nacionalismo está básicamente de acuerdo, y no es otro que la defensa de los intereses de Canarias ante Madrid. Un nivel también pragmático, que no altera para nada la visión ideológica de la derecha y la izquierda nacionalista, salvo en detalles, siempre salvables. El verdadero escollo de una posible alianza nacionalista está en los programas internos, en la gestión de políticas económicas y sociales. En la práctica, CC ha dado bandazos a lo largo de su historia, y en un mismo gobierno han convivido políticas sociales de izquierdas con económicas de derechas en un pacto de división del territorio y del poder del Gobierno. Pero en esta última etapa, la de Fernando Clavijo, se han impuestos, de forma uniforme, políticas ultraliberales cuyo máximo exponente es la ley del suelo, y el abandono de los servicios sociales por la fiebre de los negocios en torno a la construcción y el turismo. La derechización de CC, después de depurar el organigrama apartando de la primera línea a la izquierda, también hay que decirlo, con la absoluta pasividad de los rescoldos de izquierdas que aún perviven en la organización, ha ido demasiado lejos y se ha reforzado con el impulso del insularismo. El resultado es un partido de cantones insulares, cada uno a su criterio ideológico y programático y la eliminación de la mayoría de los elementos aglutinadores de la región, que conformaron la identidad nacionalista. Clavijo ha depurado a CC llevando a la diáspora del Gobierno a la izquierda, imponiendo políticas ultraconservadoras en su gestión, centralizando el poder en ATI, y desorientando el ideario nacionalista, reducido a la nada.
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Por su lado Nueva Canarias, desde la oposición ha ido profundizado en todo lo contrario. Un ideario centrado en la izquierda progresista, de entendimiento con el resto de la izquierda isleña, políticas del mismo cariz y pactos de progreso en las instituciones en las que han alcanzado el poder, además de un debate interno en el que la identidad nacionalista ocupa un espacio muy central. Es decir, Nueva Canarias ha hecho el camino inverso a Coalición Canaria, y un encuentro sólo se podrá producir desde un acuerdo electoral para un programa interno con unos puntos mínimos, pero con un precio muy alto de poder que benefície, claramente, a Nueva Canarias, y a Gran Canaria. Son los votos de Nueva Canarias en Gran Canaria los que salvarán a CC, y esos votos deben devolver el equilibrio a la región, ahora claramente escorado hacia Tenerife como consecuencia del dominio insolidario de ATI.
Una alianza del nacionalismo para crear un frente único ante la descentralización del Estado de la mano de Ciudadanos, tendrá que comenzar de la nada, dando pasos atrás en la historia, dando por fracasada la unidad y el proceso nacionalista en Canarias, volviendo a las Agrupaciones Independientes de Canarias. Sería empezar de nuevo, con el insularismo como aliado básico y dos partidos fuertes, uno en Gran Canaria y otro en Tenerife que otorguen equilibrios sustanciales en los intereses regionales desde el Gobierno autónomo.
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