La ley del fuego
Apenas 28 días le quedan a los flamantes directivos del PSOE para aclarar el rumbo de su desorganización. Las turbulencias de las últimas semanas, la caídas de los líderes otrora laureados, las pugnas por los pequeños poderes territoriales, no servirán ya para ocultarse entre los matorrales. Cuando definan las garantías de continuidad del PP al frente del gobierno sin fecha de caducidad, percibirán que el conejo les ha riscado la perra. Aunque lo de este fin de semana haya resultado bochornoso a los espectadores sensibles, lo peor aún está por llegar.
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El 1 de noviembre se convocarán nuevas elecciones, las terceras en un año, si antes no se ha concretado una fórmula que acabe con el debate. A esta hora, y desactivada la pretensión de Pedro Sánchez de ofrecer una alternativa, sólo queda en España un candidato a presidir el Gobierno, y es el mismo que lo ha hecho hasta ahora, con los beneficios de todos conocidos. Mariano Rajoy Brey, registrador de la propiedad, con urnas nuevas o sin ellas.
El incendio del bosque socialista deja a la izquierda, calcinado, el paisaje que antes parecía desierto. Los tiernos brotes contestatarios (los aglutinados alrededor de Podemos y los demás) afrontan aún bisoños la prueba de madurez que hasta ahora nadie les ha exigido. No todos sobrevivirán; es la ley del fuego. La historia enseña que en política, sobre la tierra quemada no vuelve a crecer la hierba. El terreno queda a merced de las especies depredadoras. No deja de sorprender lo poco que aprenden de experiencias ajenas las formaciones de supuesta vocación internacionalista, más allá de su admiración por las multinacionales.
La derrota tiene un capítulo particular en Canarias, porque la fractura del Gobierno regional le impide sostenerse con su actual estructura. La censura en Granadilla acelera la ruptura, más allá del presupuesto. En cuestión de días, no sólo cambiará el paisaje. La respuesta está en el suelo.
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