El corazón por encima de la cabeza
Sergio Lobera trazó unas coordenadas previas. Lo hizo en Bandama, mientras escupía los argumentos en los que entendía se debía desarrollar el encuentro por el interés de la Unión Deportiva. Allí, cuestionado sobre el factor emocional y su influencia en el careo con el Almería, Lobera privilegiaba la cabeza al corazón, como iconos simbólicos. Pero al final, los acontecimientos propiciaron un viraje a la hoja de ruta. Solo un impulso emotivo llevo a Las Palmas a equilibrar el partido y a mantener casi todas sus opciones de seguir promocionando por el ascenso.
Las Palmas es un equipo al que se le ha agotado la esencia, el brillo futbolístico. No es casual la inercia con la que ha llegado al final del temporada. La angustia de la Nueva Condomina, una clasificación agonizante que dejó gestos confusos, no toleraba los pronósticos halagüeños. Se comprobó ayer en el Estadio de Gran Canaria, tanto en el decorado como en el reparto de la función.
Publicidad
La Unión Deportiva está casi tan viva como antes de empezar el partido gracias al arrebato frenético de Thievy, un hombre que es pura víscera. Aprovechó la condescendencia del rival, que permitió que se le rematara en una fracción de segundo dos veces en el área menor. Así empató y así se sostiene. Es cierto que el gol foráneo del rival y las bases que reglan la promoción otorgan un asterisco en la condición de favorito al Almería. Pero el fútbol es imprevisible, y más cuando uno de los dos en la foto porta la heráldica de Pío XII.
Está Unión Deportiva juega a embestidas. Lo hace desde hace mucho tiempo. Todavía hay quién emparenta la propuesta de Lobera con el ideario de su prematura carrera. Discordantes y decepciones obligaron a mutar la filosofía. Durante meses, muchos por fortuna, la ejecución fue magistral. El equipo asumió el nuevo molde y lo explotó con diligencia. Pero la llegada del tramo determinante de la temporada ha consumido las fuerzas.
Las Palmas no juega bien. No es una inspección subjetiva, es la constatación de una inercia. En sus últimos seis partidos, solo se ha celebrado un triunfo. Ante el Numancia, con el auricular en la oreja, y el desagrado en las tribunas. El fútbol se mueve por corrientes, y el subidón del gol de Thievy camufló el reproche popular a las carencias escenificadas durante el mayor minutaje.
Al grupo le falta tirón, convocatorias económicas al margen. El Gran Canaria solo cubrió la mitad de su aforo (16.564 presentes para un total de 31.250 localidades).
El 25 de mayo de 1998 Las Palmas jugó su última promoción de ascenso a Primera hasta la actual. Fue en un Estadio Insular hasta arriba de gente y pasión. Dos derrotas en el final de la temporada regular ante Logronés (0-4) y Badajoz (1-0) habían desplazado al representativo de cualquier opción de ascender de forma directa. Tres días antes, en el demolido Carlos Tartiere, la Unión Deportiva fue derrotada (3-0), lo que no evitó la avalancha de gente sedienta de una remontada que no se dio (3-1).
Publicidad
Aquel ejercicio, al contrario que el presente, el fútbol del equipo de Mariano García Remón emocionó. Enganchó, como los amores perros, incluso en las derrotas. Esta Unión Deportiva supera barreras pero no seduce.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión