Abstención
La abstinencia se practica para huir de determinados vicios o excesos. Es un indicador de austeridad; Los primeros católicos, con Pablo de Tarso al frente, exaltaron su virtud para acabar con la mala reputación de los obispos bígamos. El debate en la Iglesia apostólica y romana sobre tal método purificador, que alejó a los hombres de las mujeres al imponer el celibato más o menos obligatorio, aún no ha terminado después de 21 siglos. Algunas iniciativas que se adoptan para salir del paso abren una ruta que no se sabe dónde termina.
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La misma cualidad de la abstinencia se trasladó al derecho y la política con otro vocablo, acaso para distinguirse de ese tinte religioso. Tampoco quiere parecerse al moderno síndrome del drogadicto, que altera su estado cuando deja de consumir sustancias tóxicas. Así nació la abstención, palabra gemela que trata de alejarse de la contaminación precedente sin variar su significado.
La abstención hasta la fecha ha sido una expresión marginal, ubicada en la orilla de los ausentes, espejo de quienes quieren alejarse de la vida cotidiana, de aquellos que prefieren no implicarse en los asuntos de su comunidad. Sus practicantes se agrupan en la casilla del "no sabe, no contesta", y por eso, resultaban irrelevantes para cualquier observatorio. Muchedumbre solitaria, mayoría silenciosa, o simple masa, son moldes que se aplicaron en los tiempos de la imprenta y el megáfono.
Los partidos políticos creen que con ese molde, roto con la llegada de nuevas dinámicas de comunicación, se puede cocinar ahora a golpe de silbato. Lo que inician esta semana el PSOE, el PP y quienes les secunden en el Gobierno de España es un arrebato de melancolía, intento baldío de volver a los viejos tiempos. Frente a la proyección de las ideas, la gestión de las circunstancias. En los tiempos de Internet, se ensalza el silencio como mecanismo de participación. Abstinencia colectiva para combatir las tentaciones.
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