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10 claves de la edición del cambio

Jueves, 16 de julio 2020, 21:38

1. El cambio. El 33º Festival de Música de Canarias se presentó y se ha desarrollado bajo la etiqueta del cambio. Con el cese de Candelaria Rodríguez y la contratación como coordinador de Nino Díaz, el Gobierno de Canarias, que es quien lo organiza y costea, aseguró que se apostaba por una importante transformación en su programación y desarrollo. Se aparcaron las orquestas sinfónicas internacionales, los directores y los solistas mediáticos y populares, así como el repertorio más tradicional. La programación de esta 33ª edición ha estado marcada por formaciones de pequeño formato, por un mayor número de conciertos en los municipios y en las islas no capitalinas, y por un repertorio en el que las composiciones contemporáneas marcaron el paso.

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2. La edición anterior. La anterior edición, según las cifras oficiales de Canarias Cultura en Red, contó con una aportación pública de 1,3 millones de euros. En los 43 conciertos celebrados, los ingresos totales ascendieron a 666.477 euros, incluyendo los abonos y la venta de entradas individuales. Se contabilizó la asistencia de 23.535 espectadores. El número de abonados totales, según estas cifras oficiales que incluían unos especiales para conciertos de cámara, fue de 1.148 entre las dos islas capitalinas -643 en Gran Canaria y 505 en Tenerife-.

3. Falsedades. «La programación parte de 1,3 millones de euros, más la previsión de la venta de entradas. Nosotros nos hemos puesto en el peor escenario y hemos programado exactamente con 1,8 millones de euros. Podríamos haber llegado a 1,9 millones, pero hemos preferido ser cautos». Así se expresó en una entrevista publicada el 30 de julio de 2016, en este periódico, Nino Díaz, actual coordinador del Festival. La realidad es otra, tal y como desveló este periódico ya iniciado el Festival. El presupuesto total, aprobado por el consejo de administración de Canarias Cultura en Red, es de 1.953.175 euros. Se mantiene la aportación inicial del Ejecutivo Autonómico en 1,3 millones, a los que se le suman 70.000 euros del Ministerio de Cultura. Se ha contado con una previsión de ingresos de 583.175 euros.

4. Opacidad. Con el cierre de la campaña de abonados, el actual Festival de Música de Canarias se volvió opaco. Tras anunciar que solo se recaudó 88.533 euros, tras vender 680 -320, en Gran Canaria, y 360, en Tenerife-, desde la organización y el Gobierno de Canarias se decidió no dar dato alguno sobre recaudación o asistencia hasta que finalizara el Festival. Esta política de trasparencia cero ha afectado también al Parlamento. La popular Pepa Luzardo espera desde septiembre de 2016 a que le faciliten los cachés y los datos de desplazamiento de los conciertos programados. Lo solicitó en la Comisión de Cultura de la cámara regional.

5. ‘Pantallazos’ y fotos. Ante la falta de transparencia, soprendente en un evento que se organiza con dinero público, este periódico optó por dos vías para retratar cómo transcurría desde un punto de vista económico y de asistencia esta 33ª edición. Los pantallazos publicados de la página web oficial de ventas han mostrado un buen número de recintos casi vacíos para asistir a otros tantos conciertos. Las ventas de última hora tampoco han sido las esperadas. Así lo demuestran las fotografías, también publicadas en este periódico, que mostraban el desolador aspecto de recintos como el Auditorio de Teror, el Alfredo Kraus, el Pérez Galdós o el Teatro Auditorio de Agüimes, cuando iban a arrancar los conciertos. Las imágenes se tomaron cuando las luces estaban a punto de apagarse. En Teror, por ejemplo, una integrante de la organización pidió que se apagaran nada más detectar al fotógrafo de CANARIAS7 . De nada le sirvió. Las imágenes se publicaron en la edición impresa del pasado 26 de enero.

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6. Otros vacíos. Que la afluencia de público a algunos conciertos del Festival de Música no sea masiva, ni siquiera aceptable, no es una circunstancia nueva. No hay que mirar muy atrás. Ni siquiera a los comienzos de este evento invernal. En cuanto no figuraban sobre el escenario orquestas, directores y solistas mediáticos, las butacas se vaciaban. Más aún si el repertorio que se ofertaba incluía música contemporánea y estrenos. Este año, de lo primero no hubo y la música del siglo XX y XXI tuvo un papel destacado.

7. Oídos sordos. Algunos integrantes del anterior comité asesor del Festival y varios técnicos y cargos de la Consejería de Cultura apuntaron del riesgo económico que entrañaba la nueva apuesta. Incluso, tal y como han confirmado a este periódico varios ayuntamientos que este año se estrenaban como sede, advirtieron a la organización que lo que se ofertaba en sus instalaciones no era idóneo. Ni por contenido ni por las fechas elegidas. En algunos casos, además, los ayuntamientos tuvieron que cambiar de día espectáculos que ya tenían programados, porque el Festival fijó su calendario sin consultarles. Así le sucedió también a la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, que tuvo que variar su calendario de conciertos pedagógicos para no faltar una de sus citas de este evento.

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8. Fracturas. Esta prepotencia y la peregrina idea de que todo el que opina distinto es un enemigo del cambio ha provocado dos fracturas importantes. Una externa muy evidente. El desapego que ha generado esta 33ª edición es incuestionable. Tanto con el viejo como con el nuevo público, que los organizadores aseguraban que poblarían los espacios, gracias a los nuevos contenidos y a una política de comunicación volcada en las redes sociales. No hay que dejarse engañar por las cifras totales de espectadores. Este año se han programado un total de 88 conciertos. Casi el doble de lo habitual. Bastantes han sido gratuitos y en enclaves donde los asistentes se contabilizaban a ojo. La otra fractura es interna. La Consejería de Turismo, Cultura y Deportes está rota, arrasada por el Festival, tanto en Gran Canaria como en Tenerife. Nadie quiere saber ni firmar nada de lo que se ha hecho durante este Festival. El control, con mano de hierro lo han llevado la consejera Mariate Lorenzo, sus asesores lanzaroteños Juan Gopar y David de la Hoz, el coordinador Nino Díaz y el personal externo contratado a dedo. La empresa pública Canarias Cultura en Red, que es de quien depende el Festival, ya no está bajo un seguimiento especial de Hacienda. Lo estuvo por su mala situación económica. Si el Festival genera un déficit importante, como los recintos vacíos auguran, el equilibrio financiero se esfumará. Canarias Cultura en Red no tiene músculo financiero para asumir un déficit mayor de 100.000 euros, salvo que se opte por dos vías. Eliminar o reducir programas que ya están en marcha -algo difícil cuando se trata de partidas nominadas-y solicitar un crédito extraordinario a Hacienda, lo que implicaría un nuevo plan de control y nuevas restricciones.

9. Las cuentas. El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, aseguró en una entrevista en este periódico hace unas semanas que no se pronunciaría sobre el mismo hasta que éste finalizara y tuviera las cuentas sobre la mesa. Hoy hay Consejo de Gobierno en Tenerife. Si quiere, podrá conocer los ingresos de esta 33ª edición. Los gastos totales tardarán un tiempo. Hay que tener en cuenta que este año se ha disparado el número de conciertos y son muchos los que se han llevado a cabo en enclaves poco habituales y nuevos, lo que ha aumentado los gastos de producción. Esta cuestión no es baladí, ya que habrá que comprobar si en el presupuesto de 1.953.175 de euros estos gastos estaban previstos.

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10. Mozart y Haydn. El Festival finalizó anoche en el Auditorio Alfredo Kraus con el Mozarteum Salzburgo y el Coro de Cámara de Viena. Abordaron piezas de Haydn y Mozart. A pesar de no tratarse de una orquesta grande y mediática, se rozó el lleno. Su presencia y el programa son heredados de la exdirectora Candelaria Rodríguez. Esta realidad merece una reflexión, porque ha dejado al descubierto las vergüenzas de la programación del cambio y que parece que se mantendrá para el 2018, ya que Nino Díaz ya ha cerrado el 34ª Festival de Música. Si es que se celebra, claro.

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