Misión imposible en Mestalla
Las Palmas comienza la Liga 2017/2018 con derrota ante el Valencia. El conjunto amarillo perdió por la mínima (1-0) por el gol de Zaza en la primera parte. El equipo de Márquez jugó con uno menos por la expulsión de Halilovic en el minuto 33. Los amarillos no dieron buena imagen en su estreno oficial.
Ignacio S. Acedo y Enviado especial / Valencia
Jueves, 16 de julio 2020, 12:42
La Liga empezó con una bofetada a la UD, derrotada en Mestalla luego de un partido en el que nunca terminó de posicionarse y convertido en un imposible tras la temprana expulsión de Halilovic cuando ya mandaba el gol de Zaza. No fue un estreno positivo ni en resultado ni en sensaciones. En realidad, poco hizo Las Palmas para comprometer a un Valencia que, con lo justo, alicató los puntos.
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Justicias y suertes del fútbol, esta vez, a diferencia del precedente triunfal del año pasado, a la UD le toca salir desarmada del campo más antiguo de España. No dejó la impresión esperada el equipo, anémico siempre y sin respuestas cuando todo se le vino en contra, con gol encajado, expulsión de Halilovic y muchos de sus hombres fuera de foco. El 1-0 fue una mentira si se repasan los méritos. La miopía del Valencia le privó de un homenaje mayor ante Las Palmas, varios cuerpos por debajo de un rival al que tampoco exigió de complejidades especiales. A Marcelino le bastó su arenga, el oportunismo de Zaza y meter gente por detrás de la pelota cuando invitó a la UD a jugar. Una victoria a la italiana, sostenida en el contragolpe y en las carencias ajenas.
Así arranca el campeonato para el proyecto que deben liderar Viera y Vitolo (mientras dure). Las derrotas jamás son recomendables en tiempos de transición y ya carga una la UD, a la que se le presume un margen de mejora tremendo. Ya le vale si quiere responder a lo que se espera de su recorrido, llamado a capítulos más edificantes que el escrito bajo el cielo del Turia.
La apuesta inaugural de Márquez fue sembrar de artistas la medular. Fuera Fabio, que se anunciaba como abrigo en la medular, el músculo de Lemos fue la única escolta para Viera, Vitolo, Tana y Halilovic, los encargados de suministrar arriba a Calleri. Una invitación al toque que, sobre el césped, no se plasmó debidamente. La UD se manejó con cierta grosería al inicio, dando pábulo al juego racial y de empuje de un Valencia que no estaba para otra que buscar el intercambio de golpes.
El tramo inicial del encuentro fue para el dueño de la casa, cómodo y confortable ante el tembleque de Las Palmas, muy metida en la cueva y conforme con evitar daños, en las antípodas de esa versión contestataria que le ha dado tanta fama. A los veinte minutos el tráfico ya era incesante en los dominios de Chichizola, ágil en una salida ante Zaza y con buenos guantes a chutazo de Vidal. Pudo con las dos primeras el argentino, al que sí rindió un tiro con el interior de la zurda de Zaza, libre en la frontal para embocar sin oposición. Por momentos, la zona ancha era un latifundio para las acometidas locales. No estaba la UD, obligada a remar río arriba desde el inicio, pésimo panorama frente un rival educado para el contragolpe. Algún gambeteo de Halilovic, único en probar fortuna ante Neto, apariciones salteadas de Viera y la voluntad de Tana. No más. Una ración de orgullo, meterle hombría al asunto y aprovechar un agujero le bastó al Valencia para llevar el encuentro a su gusto. Y si la noche anunciaba complicaciones por la deriva en la que había entrado el partido, un cruce de cables de Halilovic, que se pasó de frenada ante Gayá, con un pisotón prescindible, dejó a la UD con diez de una manera lamentable. Carísima la factura de una puesta en escena tan discreta y asustadiza. No llegó un segundo de milagro, desatado Rodrigo a la contra y con Chichizola atento.
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Hubo una tímida rebelión que pasó, cómo no, por las botas de Viera, con un servicio en profundidad a Vitolo de lo más potable y que abortó con buena salida el meta Neto. Bastante era con uno menos asomarse al rectángulo ché. Más ruido que nueces en todo caso y la obligación de alterar el orden establecido para después del intermedio.
Márquez optó por retrasar a Viera para dar salida al balón, algo que le viene grande a Lemos, mejor siempre en el achique que en generar. El problema radicó en que si el campo en paridad se hacía eterno, ahora las piernas ya tenían cadenas a la hora de cubrir la ausencia del expulsado. Y lo peor de todo, al Valencia le dio por gustarse dominando tiempo y situación. Oro puro para el manual de Marcelino, al que le encanta gestionar desde esta coordenada. En cada situación de centro, a Calleri le rodeaban cuatro. Y las ayudas defensivas ahogaban a Viera o Tana cada vez que encaraban. Patada, empujón, lo que hiciera falta para mandarlos al suelo. Sabía cómo y a quién parar el Valencia, que cedió el esférico a propósito. Quería correr al espacio, matar el partido al galope. Volaba el cronómetro y Márquez ni miraba al banquillo, mal síntoma porque la UD necesitaba una sacudida. Alguien que le metiera vitaminas. Lo que había no alcanzaba.
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Llegó el pleito hasta el tramo final sin noticias. Ni siquiera una buena falta provocada por Calleri en el balcón del área tuvo provecho a derechazo de Lemos, al que la rosca se le fue muy alta. Ni a balón parado se veía venir. Y lo único a lo que agarrarse venía al marcador. La tuvo de todos los colores el Valencia, que hizo internacional a Chichizola, multiplicado ante Cancelo en opciones nítidas a más no poder. Sin abrochar el partido, se alimentaba la incertidumbre. Un tesoro para la UD tal y como caía la noche sobre Mestalla.
Los cambios en la UD vinieron más para oxigenar que para alborotar. Hombre por hombre con Calleri obligado al autoabastecimiento. Porque el Valencia presionaba arriba, lo que convertía en un jeroglífico avanzar. Pulmones consumidos, también se vino abajo el hilo de esperanza. Neto convertido en espectador, ni la divisoria superaba la UD, rendida ya a su suerte. Así terminó muriendo, lejos de cualquier opción y dejando un mensaje de preocupación. De repente, las ilusiones generadas en pretemporada se han ensuciado con un resultado dañino y que obliga a la reflexión y a la capacidad de reacción. Se esperan fichajes y, también, que aparezcan los futbolistas llamados a pedir el balón, encarar y marcar diferencias. Ayer todo fueron frustraciones, resoplidos, miradas perdidas, gestos torcidos. Ni rastro del estilo vertical y armónico. Ni rastro del fútbol valiente, del sello identificativo. Ni rastro de la UD.
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