La revolución no solo fue social
En un momento de su monumental Histoire(s) du cinéma (1988), Jean–Luc Godard denuncia que el cine, habitualmente, refleja los grandes acontecimientos a posteriori. Antonio Weinrichter, crítico de cine y miembro del comité asesor del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, recuerda esta reflexión a propósito del ciclo que este certamen dedica a Mayo del 68, una revolución social que en aquellos años el cine sí fue capaz de reflejar en el mismo instante en el que se desarrollaba, a la vez que algunos realizadores llevaban a cabo un cambio de rumbo en su forma de entender este arte.
«El cine raramente está presente cuando pasa algo ciertamente trascendente en la historia. Sucedió, por ejemplo, con la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, a los que llegó tarde. Mayo del 68 fue una de las raras ocasiones en las que el cine fue simultáneo. Incluso, hay películas, como La Chinoise (1967), donde Godard se adelantó a lo que después explotó en las calles de París», apunta este doctor en Historia de Cine por la Universidad Autónoma y profesor de la Carlos III de Madrid.
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Medio siglo después de aquellas históricas revueltas, apunta Weinrichter, el certamen de la capital grancanaria «no se podía quedar ajeno» a este aniversario, por lo que se ha programado el ciclo titulado Revolución 68 con un claro «afán didáctico», que además de una selección de 16 películas incluye charlas de especialistas en la materia, como Santos Zunzunegui y Manuel Vidal Estévez.
Aquellos aires de cambios también afectaron a la propia concepción del cine por parte de los profesionales que lo desarrollaban. «El cine comenzó a tomarse muy en serio a sí mismo. Despertó una corriente de pensamiento cinematográfico más espeso, más sesudo. La teoría del cine cambió. Ese año, en mayo, algunos cineastas, entre los que destacaban Jean-Luc Godard y François Truffaut, que escribían para la revista Cahiers du cinema, paralizaron el festival de Cannes como protesta por las detenciones que se habían producido en París y a su vez enarbolaban un cambio de concepto frente a las viejas concepciones cinematográficas», señala.
La lucha social, política y formal que explotó a finales de los sesenta se proyectará en las salas de los Multicines Monopol durante esta 18ª edición del festival, de la mano de este ciclo.
Si Godard anunciaba con La Chinoise lo que sucedería al año siguiente, con Todo va bien (1972), que dirigió junto al joven Jean-Pierre Gorin, el mítico cineasta galo «hizo balance, tras ver en qué había quedado todo», explica Antonio Weinrichter.
Chris Marker, considerado por los especialistas como uno de los padres del cine ensayo, retrata, como miembro de la Sociedad para el Lanzamiento de Obras Nuevas, en À bientôt, j’espère (1968), el desarrollo de una huelga poco convencional en el seno de una fábrica textil.
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Francia fue el epicentro, pero buena parte del ideario de Mayo del 68 se extendió por otras latitudes y por eso este ciclo incluye producciones realizadas en otros enclaves.
El propio Chris Marker, por ejemplo, fija su mirada en las protestas estudiantiles desarrolladas en Washington durante La Sixième Face du Pentagone (1968), mientras que el cubano Tomás Gutiérrez Alea firma, según Weinrichter, «una visión semicrítica de la revolución castrista» con su largometraje Memorias del subdesarrollo (1968).
Las propuestas «más locas» de este apartado del festival, según este miembro del comité asesor, se filmaron, sorprendentemente, al este del Telón de Acero, bajo el yugo soviético. Se trata de Las margaritas (Sedmikrásky), del checo Vera Chytilová; Los misterios del organismo (WR Misterije Organizma), del serbio Dusan Makavejev; y Alondras en el alambre (Skrivanci), de Jiri Menzel.
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Se incluye en esta muestra un título contemporáneo. Se trata de No intenso Agora, un documental realizado a partir de imágenes de archivo, muchas de su entorno familiar, que firma el cineasta brasileño Joâo Moreira Salles.
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