«Ha vuelto la vida a la casa»

La familia de Jinámar ha recuperado la custodia, temporal, de los cinco niños que la administración resolvió en diciembre apartar de sus padres al descubrir que tres de las hijas no estaban escolarizadas ni registradas. «Ha vuelto la vida a la casa» dijo ayer Santiago Rodríguez, comisionado de Inclusión Social y Lucha contra la Pobreza.

Cristina González Oliva

Jueves, 16 de julio 2020, 04:41

La vida de Judith y Toni ha dado un vuelco en apenas ocho meses. Sus cinco hijos están ya en el hogar, juntos, y su casa reúne las mínimas condiciones para vivir. Además, el padre sigue trabajando gracias al puesto que le ofreció la empresa Ralons. A la madre no le alcanzan las palabras para agradecer tanta solidaridad. «Gracias a la gente que nos ha ayudado tengo a las niñas conmigo y espero que siga así», aseguró. Y recuerda con mucho dolor lo sucedido meses atrás, cuando le retiraron la custodia. «En la casa se escuchaba hasta el eco. Acostumbrada a escuchar gritos por todos lados, de buenas a primeras no escuchas nada. Estabas en otro mundo. Ahora le pego gritos: no saltes, no corras, haz los deberes. Me gusta más», dice tímida, pero con una sonrisa que apenas le cabe en la cara.

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Ola solidaria.

El caso de estos padres, que saltó a los medios de comunicación en enero, ha despertado una ola de solidaridad de la sociedad civil que ha permitido que se haya podido conseguir este final feliz, aunque no es definitivo, pero ellos lucharán para que lo sea. Tienen que someterse ahora a un seguimiento semanal de los Servicios Sociales hasta que haya un informe que les devuelva la custodia total. Entre las empresas que aportaron su enorme granito de arena está la clínica Gara, la panadería La Deliciosa, Ralons y Fer Canarias, explicó el abogado Antonio Reyes. Fer Canarias fue la encargada de los arreglos en la vivienda para que cumpliera los mínimos requisitos. Su propietario, Fernando Hernández, un joven de origen cubano, relató ayer que se enteró por los medios de este caso y no dudó un instante en ofrecerse. «Todavía hoy se me ponen los pelos de punta», explica emocionado. Recordó que viene de un país con pobreza y que decidió ayudarles. «Ante casos así tenemos que estar ahí y dar el callo, apoyarnos todos y no esperar a nadie. Ha sido una obra preciosa para mí», reconoció.

Las mejoras que han tenido que hacer en la casa han sido importante. En una situación normal podría haber costado unos 10.000 euros, pero fue gratis gracias a la donación de los materiales necesarios y al cariño que le puso el equipo de trabajo de forma altruista. Santiago Rodríguez alabó este tipo de iniciativas. «Es un acto de responsabilidad ante una situación lacerante», dijo.

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