Entrevista
«Nadie nos obligó a trabajar tanto, lo hicimos para dar todo a quienes sufrían»El geólogo del IGN, Stavros Meletlidis, recuerda los fatigosos días de la erupción volcánica y el papel de los científicos en la gestión de la emergencia
El geólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) fue uno de los científicos que permaneció a pie de volcán durante casi los 85 días que duró la última erupción en La Palma. Su labor en la emergencia, al igual que la de su colega Inés Galindo, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), fue reconocida ayer con la Medalla al Mérito de Protección Civil.
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- ¿Por qué cree que le han concedido este reconocimiento?
- Como IGN formamos parte del comité de la emergencia. Una vez que se activa el Pevolca, aunque dependemos del Ministerio de Transportes, quedamos bajo las órdenes del director. La medalla, aunque esté a mi nombre, es un reconocimiento a todo el grupo, primero, del IGN y, luego, de los demás científicos, como ha pasado también con la doctora Galindo, por el esfuerzo realizado, por nuestra cercanía al pueblo y, sobre todo, por ser parte de este mecanismo de protección civil que funcionaba las 24 horas al día, siempre con el único objetivo de preservar el bienestar de la ciudadanía de La Palma.
- ¿En qué consistió su trabajo durante la emergencia?
- Desde que se activa el plan, el lunes 13 de septiembre, mi función era estar in situ para valorar lo sucedido, los parámetros que se podían ver y los que no se podían registrar; desprendimientos, colores, ruidos y, luego, cuando empezó la emergencia me tocó realizar una interpretación conjunta de los datos y ponerlos en contexto y participar en el comité científico del Pevolca. A partir de ahí, cualquier cosa que hacía falta en el campo; observar la colada, tomar muestras de las coladas, instalar sensores... todo lo que hiciera falta.
- Llegó a la isla antes de la erupción y estuvo hasta que terminó. ¿Cómo eran sus jornadas de trabajo?
- Eran maratonianas. Estuve allí durante toda la erupción, solo falté dos o tres días para estar un poco con mi familia en casa, descansar y desconectar; porque vivimos momentos muy duros, como la evacuación de la gente. Teníamos mucho estrés porque, por un lado, teníamos que asegurarnos de que los datos que ofrecíamos al comité científico y al comité director fueran datos reales y fiables para que pudieran tomar decisiones y luego un estrés más emocional, porque cada día veías que las colabas afectaban a más áreas. Todos hacíamos jornadas muy largas pero, no porque nos obligara nadie, sino porque intentamos dar todo lo que podíamos dar a la gente que estaba sufriendo.
- ¿Realmente el Pevolca respetaba el criterio científico?
- En todas las emergencias, la ciencia tiene un papel importante. Para adoptar las decisiones correctas, hay que tener un argumento, una base, y esa base la da la ciencia. En ese caso, la volcanología; en otros casos, la medicina; en los incendios, los ingenieros forestales... Pero, efectivamente, la ciencia por sí sola no puede solucionar nada. Necesita, por un lado, que los que toman las decisiones, consideren las sugerencias de los científicos, y que la población respete las decisiones. En la emergencia de La Palma había tres piezas: los que gestionaban la emergencia, los que sugerían cómo hacerlo y la ciudadanía, para quienes se hacía todo. Las tres cosas funcionaron bien.
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- El semáforo se mantiene amarillo en La Palma tras un año y medio del fin de la erupción.
- Ahora mismo, en la post-emergencia, la zona donde tenemos el semáforo amarillo es la de Puerto Naos y La Bombilla dada la emisión difusa anómala de dióxido de carbono. Por otra parte, toda la red de sensores que se ha instalado durante la erupción sigue activa. Es verdad que vamos a la isla con menos frecuencia porque, sin la ceniza y los gases, todas las estaciones funcionan bien y envían señales. Pero esta zona de la costa sigue con problemas. Es verdad que la ciencia no los puede solucionar, pero sí ayudar. Hemos instalado una red de vigilancia del dióxido de carbono y se está trabajando en una modelización para poder entender qué está pasando realmente y poder responder en un momento dado respecto a su duración, que es lo que le interesa a la gente.
- ¿Qué cree que era lo más peligroso en ese momento, el volcán o la imprudencia de la gente?
- El volcán en sí, con la zona de exclusión establecida en el comité director, no podía hacer más daño. Es verdad que las lavas no se podían parar y destruyeron más de 1.000 casas. Hubo gente imprudente que no entiende que, si pasa algo en una zona de emergencia, la autoridad tiene como obligación intentar salvarles. Muchos intentaron acercarse porque pensaban que no traspasaba la responsabilidad de su vida a otros.
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- ¿Ha cambiado la actitud de la población ante el papel que tuvo la ciencia en la crisis volcánica? ¿Se sienten respaldados o notan que se les está cuestionado?
- Creo que la sociedad palmera ha visto lo que hemos hecho. Es verdad que hay un problema en los núcleos costeros y se están buscando soluciones, tanto desde la parte científica como la política. La mayoría entiende nuestro papel. Somos un instrumento más para la toma de decisiones. No somos quienes decidimos.
- Cuando comenzó la erupción, el semáforo pasó de amarillo a rojo sin transición. ¿Se tenía constancia de que la erupción era inminente? ¿Se pidió a las autoridades que elevaran el nivel?
- Llevábamos una semana viendo señales, pero estos fenómenos escalan muy rápido. Estuvimos con el director técnico la noche anterior en el terreno municipal de Las Manchas y estaba prevista una segunda reunión con los vecinos al día siguiente en la zona de El Paraíso, Alcalá y esos barrios. No se hizo porque llegó la erupción. Pero, podríamos haber tenido la misma actividad sísmica y no haber culminad en erupción. El fenómeno volcánico escala o decae de forma muy rápida, no se puede prever con horas o días de antelación. Tampoco puedes predecir con este tipo de volcanes el lugar de la erupción.
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