Basta un par de clics en Google Maps y comprobará, por sus propios medios y desde su móvil, cómo en plena meca del dorado, en uno de los estados más ricos del planeta, California, las vidas de cientos de personas han quedado aparcadas en las aceras de las calles de los apenas dos kilómetros cuadrados de un barrio de Los Ángeles, Skid Row. Si no se ve, no se cree. Malviven en casetas de campaña, colocadas en hilera.
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No en vano, como publicó BBC News en 2021, el territorio con más multimillonarios de EE UU tiene también la mayor tasa de pobreza del país. El drama es serio. Y hay cada vez más gente concienciada de que algo habrá que hacer. Este año llegó incluso a los Óscar, con un sobrecogedor corto, 'Enséñame el camino a casa', que estuvo entre los nominados.
En España, por fortuna, contamos con una cobertura social que impide que tanta gente se quede varada en el camino, pero es verdad que durante décadas los sintechos han pasado más bien desapercibidos. Quedaban fuera de casi todos los planes de ayuda. No estaban en la agenda. Es como si esos cartones bajo los que suelen dormir hicieran las veces de metafórica alfombra bajo la que ocultamos esa otra parte de la sociedad que, por las razones que sean, se tuvo que bajar del tren. O la bajaron.
Sin embargo, esa secular invisibilización se ha ido superando poco a poco y los sintechos empiezan a merecer la atención de las administraciones. En Las Palmas de Gran Canaria les proyectan un centro de día en la antigua fábrica de hielo, en La Isleta. Y en Telde ya tienen operativo un albergue en las antiguas aulas de un colegio en desuso de Jinámar.
Con todo, son pasos tímidos, muy tímidos. Aun queda demasiada gente viviendo entre soportales. O a la sombra de un árbol.
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