Al sol del show (de truman)
Tribuna libre ·
Y es que, cual foco sospechoso caído de un maravilloso cielo pintado, ha vuelto a salir a la palestra la cantinela de tener que «repensar nuestro modelo turístico»Han llegado a aburrirnos esos actores que expresan emociones falsas». Era el argumento esgrimido por Christoff (Edd Harris) para justificar el por qué televisar 24 horas la vida (supuestamente) real de Truman Burbank (Jim Carrey), en su 'El show de Truman, una vida en directo'. Excepcional tragicomedia cinematográfica de 1998, precursora temática de lo que vendrían a ser los Gran Hermano que vigilaban una casa llena de completos desconocidos.
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Recordarán como, en cada una de las perennes soleadas mañanas del barrio-ciudad perfecto, Truman Burbank salía de casa y, con sonrisa propia de 'La Máscara', se dirigía a sus también siemprefelices vecinos con un alegre «¡Buenos días!». Así día tras día, hasta que una mañana, un foco del inmenso plató televisivo convertido en Mágicolandia cayó, desde el simulado cielo, delante mismo de un sorprendidísimo y extrañado Truman. Lo cual levantó las sospechas de éste respecto a la posible irrealidad de aquellos mundo y vida perfecta en que, sin saberlo desde su nacimiento, le habían insertado cual marioneta.
Hablando de nuestro turismo, como cíclicamente sucede respecto a otras cuestiones socioeconómicas, ha vuelto a abrirse la correspondiente ventanita del calendario de adviento en que al personaje y/o personalidad de turno 'le toca' lanzar el mensaje del día. Más en un intento interesado de atracción informativa, que en un objetivo o capacidad real y concreta de poner, sobre la mesa, medidas bien definidas en aras a solventar los supuestos defectos del área objeto de crítica.
Y es que, cual foco sospechoso caído de un maravilloso cielo pintado, ha vuelto a salir a la palestra la cantinela de tener que «repensar nuestro modelo turístico». Lícita reflexión, parlamentaria e informativa, esgrimida en esta ocasión desde la portavocía autonómica de Sí Podemos Canarias, en el marco de su respetable análisis y consideración respecto a qué sectores deberían ser perceptores de las ayudas económicas y fondos públicos diseñados para afrontar los estragos de la pandemia.
Vía crítica radiofónica (en 'Las mañanas de Cope Canarias'), el portavoz parlamentario de dicha organización, en sus derecho sociopolítico de libertad de expresión, ha venido a señalar que (sic) «no se pueden seguir destinando fondos públicos a un modelo de turismo muerto y agotado; que explota a la fuerza de trabajo con sueldos de miseria; que nunca nos sacó de las cifras que tenemos de paro; que nos sitúa en una vulnerabilidad tremenda; que nos sitúa en dependencia extrema del exterior; de construcciones y turismo masivo; de especulación urbanística; poco solidario con otras industrias de Canarias; que no consume ningún producto del país; y que (por eso) los huevos (que se consumen en los hoteles de Canarias) vienen de fuera». Tal cual.
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Justo es reconocer que el referido portavoz apuntillaba públicamente que él no criticaba al turismo en sí, y si a nuestro tradicional modelo de turismo. Pero que al fin y al cabo es lo mismo: recibir, acoger, acomodar, atender, sorprender, maravillar a viajeros. Ya sea si buscan nuestro sol, nuestros palacios de congresos, nuestros museos, nuestras instalaciones deportivas, nuestros teatros o nuestros senderos de montaña. Por lo que, si la pandemia nos trajo el 0 turístico, la mencionada perorata radiofónica dejó desnortada por un instante a nuestra brújula turística. Al menos a la mía.
«Un modelo de turismo muerto y agotado». Referido, quizás, a ese nuestro turismo, casi objeto de envidia –aún con sus aciertos y errores- por toda Europa. Pero que ofrece libertad, seguridad, interacción social, confianza, cultura, gastronomía, belleza, contrastes, paisajes únicos, modernidad, calidad,… Y representado por esos miles de turistas, propios y ajenos, que aún más si cabe cuando se tenga acorralada a la pandemia, pondrán a Canarias en el top #1 de destinos turísticos anhelados.
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«Que explota a la fuerza de trabajo con sueldos de miserias». Referida, quizás, a esa fuerza de trabajo -miles de los nuestros- que anhela regresar a sus puestos laborales, reencontrarse con sus compañeros, y poder pasar de las prestaciones básicas de los ERTE (dificultades del SEPE, o imprevistos posibles pagos a Hacienda, incluidos), a poder percibir sus salarios habituales…diseñados y acordados por sindicatos y patronal empresarial, en el marco de los quizás mejores y más estables convenios de hostelería y turismo de toda España: los de nuestras dos provincias.
«Que nunca nos sacó de las cifras que tenemos de paro». Referido, quizás, a esas cifras que, en enero de 2020, justo antes de la pandemia, señalaban que en Canarias 210.000 personas no encontraban una oportunidad laboral… y que, a día de hoy –a causa del 0 turístico y la no llegada de aviones-, dictaminan que son ahora 280.000 las personas sin trabajo…más otras 80.000 con su puesto laboral hibernado en forma de ERTE. Sumen, comparen, y si encuentran algo mejor, avísenme.
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«Que nos sitúa en una vulnerabilidad tremenda». Porque pareciera que el resto de archipiélagos del planeta presentan, en su estructura económica, una cartera de sectores y actividades bien diversificadas y proporcionadas a partes iguales: industria, agricultura, pesca, ganadería, transportes, logística, servicios financieros, construcción, nuevas tecnologías, hostelería y turismo, energías renovables, servicios sanitarios y educativos, ... Porque pareciera que en Madeira o en Hawaii (turismo, volcanes, astrofísicos, parques naturales, hoteles) les fuera mejor sin necesidad de visitantes.
«Que nos sitúa en dependencia extrema del exterior». Porque pareciera que, como territorio insular y archipielágico, no puede ser que la vida nos la resuelva lo que viene de fuera. Ni en forma de persona turista visitante; ni en forma de recursos energéticos tradicionales importados, aún estratégicos para el desarrollo y exigencias de la vida moderna; ni en forma de recursos básicos (alimentación, textil, sanitarios,…) no producidos aquí -o sólo en pequeños volúmenes, insuficientes para el conjunto de la población-; ni en forma de nuevas tecnologías desarrolladas en la otra parte del mundo; ni en forma de fondos públicos fundamentales y fundamentalmente procedentes…del exterior 'europeo'.
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«De turismo masivo». Porque pareciera que aquí no cabe ni un papahuevo más. Y porque pareciera que, con unos 15 millones de visitantes anuales, tuviéramos los de aquí la necesidad de chillar aquello de «¡chófer, la puerta, que no cabemos!». Volumen de turistas/año que, repartidos en 8 islas durante los 365 días del año, en una estancia media de 7 días, es como, si de media genérica al día, en cada isla, se añadieran 36.000 personas más. Que tampoco es pa' tanto. Y que encima aportaban, anualmente a nuestro PIB, los ahora llorados más de 16 mil millones de euros (con el consiguiente perjuicio social y económico para trabajadores, familias, empresas y arcas públicas).
«De construcciones; de especulación urbanística». Porque pareciera que desde Mogán hasta Tamadaba, desde Teno a Taganana, en cada una de nuestras inigualables ocho islas ya no hubiera cabida para un balcón más. Porque pareciera que en los 1.500 kilómetros de costa de nuestro archipiélago no quedara ya ni un mísero lugar virgen en el que la chiquillería pudiera jugar con la arena dorada de nuestras envidiadas playas. Y porque pareciera que, en los aproximadamente 7.500 km2 de territorio del archipiélago, no contáramos con más de un 40% de nuestro territorio jurídicamente protegido a través de nuestros Parques Nacionales; Paisajes Protegidos; Reservas Naturales y/o de la Biosfera; Sitios de Interés Científico; etc., etc. Los cuales son los que, en definitiva, aportan valor añadido, entre otros factores, a nuestro actual…modelo turístico.
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«Poco solidario con otras industrias de Canarias; que no consume ningún producto del país; y que (por eso) los huevos (que se consumen en los hoteles de Canarias) vienen de fuera». Porque pareciera que, por ejemplo, a raíz del impacto económico del coronavirus, en las empresas hortofrutícolas de Mercalaspalmas o de Mercatenerife, las ventas –y el empleo- hubieran caído drásticamente, no por la desaparición de miles de turistas, y sí porque a los canarios y aquí residentes nos hubiera dado a todos, desde marzo de 2020, por la comida rápida y las bolsas de ultracongelados.
A mí, como a Truman, al menos en esto de saber leer, escuchar, discernir y reflexionar -bajo nuestro incomparable sol- respecto a determinados mensajes del Gran Hermano, me cayó ya hace tiempo el foco del cielo. Se puede mejorar, innovar, evolucionar, modular, readaptar…pero ¿qué es eso de cambiar nuestro modelo turístico? Tenía razón Christoff: «han llegado a aburrirnos esos actores…».
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Ah, por cierto. Para completar correctamente el felicísimo saludo matutino de Truman: «¡Buenos días!… ¡Y, por si no nos vemos luego, buenas tardes y buenas noches!».
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