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R.M.
Tribuna libre

¿Vuelven los rusos a Las Palmas?

Rafael Muñoz

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 24 de mayo 2025, 11:36

El Puerto de Las Palmas es la última Luz antes de asomarnos al salvaje oeste, sur en este caso, que son las aguas internacionales, precisamente ... al sur del archipiélago canario. La mayoría de los océanos son aguas internacionales. Espacio en el que reina el escueto derecho marítimo internacional, en un escenario que hace bueno el dicho que, todos los gatos, en la noche de la mar, son pardos. La privilegiada situación geoestratégica del principal puerto de Canarias, y su afilada visión comercial para captar clientes, le hace testigo de visitas curiosas, algunas en los lindes de la legalidad, otras glamorosas, y alguna, que no es lo que aparenta ser.

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En columnas anteriores, dedicadas al escenario portuario capitalino, y algunos de los visitantes más curiosos del Puerto de La Luz, acuñamos el término El chino de La Isleta. Metáfora náutica, que de manera amena explica como China tendría en Las Palmas una excelente base operativa para su flota, que faena en África occidental, o como los fletes del petróleo ruso hacen escala en la bahía bajo terceras banderas de conveniencia, que tornan su visita en legal. Sí, Las Palmas se ha convertido en un importante hub operativo para la llamada Darkfleet, o flota fantasma rusa. Petroleros de hasta 250 metros de eslora, en máxima condición de carga, algunos superando el millón de barriles de crudo russkie, que tienen en el puerto, una importante escala operativa para hacer bunker en su largo periplo hasta La India, Singapur, y evidentemente China. ¿Son legales estas escalas? Absolutamente.

La nacionalidad del buque sólo la define su bandera, y no el pasaporte de su armador, o del fideicomiso-manager que lo gestione. Y así se cuelan los intereses rusos en Las Palmas gracias al by-pass del derecho marítimo internacional, con la ayuda de las dioptrías de la administración. Recuerden que la moral, en el negocio portuario, donde hay muchos euros y dólares en juego, queda en un segundo plano.

Tradicionalmente, la carta de presentación de los rusos en Las Palmas suele sintetizarse alrededor de las leyendas del espionaje en Sovhispan, sobre la compra de alcohol barato, y el trueque de efectos náuticos por jeans; sobre todo en los días posteriores al derrumbe de aquel engendro llamado URSS. Sin olvidar el incendio, en puerto, del pesquero Oleg Naydenov, que fue remolcado a aguas internacionales, al sur de Gran Canaria, y hundido, donde aún vomita combustible a la mar. Otra hazaña de la administración marítima, de nuevo con los hilillos de plastilina de un tal Mariano Rajoy, experto en cuestiones marítimas de alto Prestige…

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Las sanciones a Moscú expulsaron a la flota pesquera rusa, que acabó refugiada en Marruecos, a la espera de que el sainete ucraniano, entre rusos pobres, y rusos menos pobres, amaine, y puedan volver a Las Palmas a tomar café al Parque Santa Catalina; van ustedes a comparar cualquier zoco alauita, con el Downtown canarión, y su romántico caos de piscolabis multiculturales. El idilio entre los armadores rusos, y Las Palmas, tiene tintes de Romeo y Julieta, donde el castillo era el ya célebre Sovhispan. El corte soviético en technicolor.

La expulsión de la flota rusa supuso una pérdida económica importante para los provisionistas de buques, y el sector de la reparación naval, pues se trataba de una clientela fija de manera rotacional. Aun así, la polémica, hermanastra de la desinformación, está servida. Y abarloándonos a la desinformación, ¿saben ustedes que muchos de estos buques alternaban, y alternan, tripulaciones ruso-ucranianas? De hecho, uno de los episodios más curiosos se produjo cuando Kiev, y Moscú, rivalizaron por la titularidad de dos viejos pesqueros en estado de abandono en el puerto, que con la invasión de Ucrania, se vieron atrapados en un limbo administrativo, también jurídico, con un embargo de por medio, pues se trataba de la habitual aventura empresarial ruso-ucraniana de la pesca; ahora atropellada por la guerra.

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La excepción que confirma la regla, arribaría unos meses después de la entrada en vigor de las sanciones, Reglamento de la UE 2022/576, con el Aleksandr Mironenko. Un pesquero factoría ruso que pidió a su consignataria atracar en Las Palmas. La negativa inicial de fuentes ministeriales, colisionaban frontalmente con la Capitanía marítima, que no se oponía a la escala; argumentando que los buques de pesca estaban fuera de las sanciones, que sólo afectaba a los mercantes. De cualquier manera, el barco acabaría atracando. Aunque lo más hilarante del tema fue que mientras el agente peleaba para lograr que el russkie entrara a aguas jurisdiccionales españolas, en el Dique Reina y Sofía, ya estaban atracados los Komandor y Vasily Filippov, con la tricolor rusa al alisio, saludando a la inteligencia naval del arsenal.

¿Están volviendo los rusos a Las Palmas, y no nos enteramos? Vayamos por partes. Lo cierto es que los rusos nunca se han terminado de ir y lo que sí que estarían de vuelta, son sus grandes pesqueros, pues ha bastado una mera gestión administrativa en forma de cambio de bandera, para que sus arrastreros vuelvan a recalar a puerto; esta vez con pabellón de The Gambia, o de sitios como Saint Kitts and Nevis. Despachos marítimos donde se paga por la bandera, y nadie responderá ninguna pregunta sobre ti, pues nunca estuviste allí, y todo en una efectiva mañana burocrática.

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Una jugada perfectamente legal, que vuelve a poner el foco sobre la importancia de que tus abogados, o manager, conozcan bien el derecho marítimo, y sus atajos hacia el objetivo final. Los agentes de buques lo agradecerán, y el sector de la reparación naval también, pues han sido clientes habituales de su cartera de varadas. El tercer actor en volver a sonreír debería ser el sector de los frigorificos. Ultimo eslabón de lo que se pesca al sur de Canarias, en el salvaje oeste de los anzuelos sin ley. Pero veamos algunos nombres propios.

En los últimos dos meses, una flotilla de buques factoría de apellido Whale, que comparten Banjul, The Gambia como puerto de registro, han arribado a Las Palmas, incluso han reparado en dique seco. Buques que no son nuevos en puerto, pues antes de la invasión de Ucrania, ya atracaban regularmente bajo bandera rusa. Un regreso al futuro; veámoslos con más detalle.

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Los factoría Grey Whale, Pilot Whale, Right Whale, Sei Whale – en dique seco reparando en el momento de esta redacción – son los nuevos rusos de toda la vida, operados por un ente, creado exprofeso, Atlantic Whale, para dar un marco creíble al nuevo cambio de bandera. A lo que habría que sumar pillerías marítimas como abanderar uno de ellos en Saint Vincent & Grenadines, y explotarlo por medio de una corporación belga, manteniendo el registro ruso; por no hablar de algún otro, con bandera de Belize, y el nombre pintado a brocha gorda en el costado. Sublime. Un buen cachetón sin manos, para cuando Bruselas les hable de las sanciones a Rusia. Estos pesqueros, hasta hace poco tiempo tenían nombres como Kazam, o Yefim Krivosheyev, y sus tripulantes deambulaban por la Calle Juan Rejon, o la Naval, comprando baratijas.

La pregunta que genera esta reinvención administrativa de la flota rusa es, ¿qué pasará, cuando las sanciones a Rusia desaparezcan? Presumiblemente podrían volver al registro ruso, lo cual escenificará la porosidad de las sanciones internacionales frente al escurridizo derecho marítimo internacional, y la predisposición de estados del borde exterior normativo, como los citados anteriormente, al que habría que sumar Gabón, para vender su nacionalidad, a cambio de divisa rápida.

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La operatividad de esta flota poco ha variado desde que en los años 70 entraron por la bocana de La Luz para atracar en Las Palmas. Bunker, pertrechos, reparaciones, o cambio de tripulaciones, y de vuelta a los caladeros de mauritanos, dejaban en el tejido empresarial de la ciudad, cifras muy cercanas a los seis ceros de dólares por buque. La diferencia estriba en que Sovhispan, ya es un recuerdo del pasado, y que ahora vamos a vivir una ingeniería institucional de la rusofobia, lo cual puede hacer que sus armadores opten por mantener sus actuales, también exóticas, banderas en la popa.

Dice Putin, que los fish and chips, fueron un invento soviético, para ofensa de los británicos y su gastronomía de coronaria; cuando la realidad es que se trata de los churros de pescado con papas fritas que se comían en el mítico bar Bosmediano, Casa Ñoño de toda la vida en La Cícer, y vaya usted a saber si parte de aquel genero también llegaba de esos barcos rusos.

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