Campeones, campeones. Varios clubes de Gran Canaria está festejando estos días sus logros y otros esperan conseguirlo en breves fechas, pero lo más curioso es ... ver junto a los sacrificados deportistas, a políticos y políticas que desconocían con anterioridad si existía un stick, si iban en patines o en canoa sobre la pista, si el balón se lanzaba por encima o por debajo de la red o si los triples se lanzaban desde 6,75 metros o de un kilómetro. Lo que interesa es la foto de rigor.
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Esta noche el Club Baloncesto Gran Canaria se juega un título europeo y estén atentos al palco. Si lo comparan con cualquier partido de la fase regular se asombrarán, ya se los adelanto. Estamos en campaña electoral, aunque oficialmente no se haya iniciado aún, pero todos y todas quieren estar en primera fila para estar a tiro de cámara. Eso es lo que les preocupa.
Qué programa político tienen con el deporte de la isla, de la ciudad o de los pueblos. Los habituales de esta columna saben de sobra mi opinión con los llamados clubes de élite y sus suculentas subvenciones, pero aún estoy esperando que alguien hable de infraestructuras deportivas, de mejoras para que los deportistas tengan más medios para poder practicar sus respectivas disciplinas, etc.
Los títulos son sinónimo de éxito, de fiesta, de la recompensa al trabajo, pero a veces los árboles no dejan ver el bosque. Qué repercusión tiene, qué masa social poseen, qué jugadores de cantera militan en los primeros equipos, cuánto supone a nivel de subvención la consecusión de un título y así darle las gracias al político de turno. Nadie hace un análisis del deporte a nivel generalizado y ahora más que nunca cada uno lucha por lo suyo, y la foto junto a los campeones o campeonas parece un hito para muchos de nuestros representantes políticos, como si ese simple gesto suponga una repercusión en votos.
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Hoy, en días de éxito, y a la espera de que esta noche el CB Gran Canaria, esa institución que se forjó con mucho esfuerzo para llegar a la élite, logre el anhelado título europeo, me acuerdo de los que no alcanzan la cúspide o la élite. Me pongo en el pellejo de todos esos clubes anónimos de muchísimas disciplinas, muchas de ellas mal llamadas minoritarias, que intentan subsistir a base de rifas o del esfuerzo de los padres de los propios deportistas para alcanzar pequeñas ilusiones o simplemente salir adelante día a día forjando a jóvenes dentro de los valores del deporte. El deporte merece un capítulo aparte en los programas políticos. No estamos para fotos y palmaditas.
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