En las películas clásicas del boxeo llega un momento en que vemos al deportista arrinconado, soportando una lluvia de golpes mientras coloca los puños en un intento inútil por salvar la cabeza. Está a un paso de ser noqueado y dar con el rostro en la lona pero se mantiene en pie. Eso sí, a duras penas.
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Así veo al PSOE canario y, en la parte correspondiente, al Gobierno regional. Casi noqueados. Queriendo unos salir de la trinchera a mostrar el pecho en un ejercicio de valentía, asumiendo incluso el riesgo de caer a las primeras de cambio, mientras que otros siguen paralizados, sin capacidad de mover un solo músculo. Sabedores del daño sufrido pero temerosos porque intuyen que hay más.
El caso Mediador ha roto todos los planes. Ya nadie es capaz de pronosticar lo que puede suceder el 28 de mayo en las elecciones, y es así sencillamente porque ni ellos saben qué pasará mañana. Además, la imaginación es libre: primero eran dos piezas separadas, después seis y ayer el inventario iba por casi una docena... Seguramente ni tan poco ni tanto, pero es que incluso con lo sabido hay para echarse a temblar por las consecuencias. En todo caso, no aventuremos ni nos abonemos a las hipótesis sin fundamento, pero leamos atentamente los escritos de los agentes policiales y de la propia jueza: las doce primeras detenciones son «la punta del iceberg» y hay otros «actores» de la trama delictiva. Solo esas dos frases justifican la sensación de vértigo que atraviesa al PSOE canario.
¿Qué hacer cuando alguien se encuentra en una tesitura así, sin conocer qué hay en el fondo del caldero pero viendo cómo lo que está en la superficie se consume por el calor? Pues creo que no queda otra que dar un paso al frente. Y el PSOE isleño está haciendo justo lo contrario.
Me explico: creo que ha faltado pedir disculpas a los canarios en general, a los majoreros en particular y a los ganaderos en especial. Y por supuesto a los socialistas, que no merecen que la marca se hunda por un tío y un sobrino que compartieron el cargo y unas costumbres poco recomendables.
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En cuanto al Gobierno, sigo esperando una investigación que aclare cómo fue posible que, en tiempos de máximo control por la pandemia, un hombre sin cargo público como Marco Antonio Navarro entrase en despachos de varias consejerías. E incluso acudiese a las visitas e inspecciones a ganaderías.
Las dos cosas merecen una depuración de responsabilidades: en lo orgánico y en lo ejecutivo. Es lo mínimo.
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