La llegada de la noche desdibuja el mundo. Las ramas de un árbol ante la ventana son un gigante malintencionado, la ropa sucia en la silla un asesino en serie y los juguetes viejos bajo la cama seres deformes que esperan el triunfo del sueño. Es en la oscuridad donde los miedos infantiles toman forma, se hacen fuertes y fabrican pesadillas. Ni la xenofobia, ni el racismo, ni los bulos sobre vuelos nocturnos tienen espacio si una buena lámpara iluminara la política migratoria del Gobierno estatal. Solo la información clara y veraz protege de las sombras. Las medias verdades no valen.
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Esa luz en la mesilla de la cama está fallando desde que hace un año empezó la nueva ola de pateras y cayucos que sufre el archipiélago. Y sigue fundida sin recambio led por la incomprensible falta de coordinación en el Gobierno central, un cortocircuito que provoca que cojan fuerzas mensajes peligrosos en las redes sociales e incluso en boca de políticos hábiles en el manejo de la oscuridad. El apagón de gestión e información genera miedo.
Pero visto lo visto la semana pasada, ni el Ministerio de Interior ni la Delegación del Gobierno en Canarias parecen dispuestos a cambiar el bombillo. El interruptor se puso en 'off' para tapar las vergüenzas del muelle de Arguineguin y así sigue desde agosto. Entonces, se negaba la entrada al campamento para «proteger la dignidad» de los inmigrantes cuando en la práctica era imposible que en un espacio de 500 metros cuadrados se respetaran los derechos humanos. Sin luz ni taquígrafos ahí llegaron a vivir 2.500 personas durmiendo sobre el suelo, sin duchas, sin baños suficientes, alimentándose mañana, tarde y noche de bocadillos…No hay que cansarse de escribirlo, ahora sí, por respeto a la dignidad.
También la oscuridad ha cubierto las derivaciones de inmigrantes a la península. Las sombras son enemigas de la clarividencia de las matemáticas, porque Fernando Grande-Marlaska niega el trasladado de africanos al territorio continental cuando a las islas han llegado este año 20.000 inmigrantes y hoy solo quedan 9.000. ¿Se tragó la peligrosa noche los 11.000 restantes? Otra pesadilla infantil.
Con la excusa de evitar el temido efecto llamada, el Estado nos manda a todos a dormir garantizando que no tiene nada que ver con el aterrizaje de 200 personas en Granada en un vuelo desde Canarias. Cierre los ojos fuertes y sueñe que dos centenares de personas coinciden en un vuelo organizando su viaje por su cuenta. Ni un niño tendría tanta imaginación.
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