El arte del regateo no está incluido en la genética de los occidentales. Seguimos los consejos de las guías de viaje, decimos muy serios «es mi último precio» y salimos de la jaima convencidos de que llevamos una ganga envuelta en papel de periódico. Pero cinco minutos más tarde, al llegar al hotel, vemos a una alemana con nuestro collar 'artesano' en el cuello a mitad de precio. «¿Ursula von der Leyen cuánto pagaste por las vacunas europeas?», le preguntan en la guagua camino del aeropuerto a la presidenta de la Comisión Europea. Mejor ni saber la respuesta y acordarse de lo bonito que era el colorido mercado persa.
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Y es que la estrategia seguida por la UE en las callejuelas del zoco mundial de las farmacéuticas ha resultado todo un fiasco para un continente que llegó a la plaza del mercado con la cartera llena. Los Estados miembros fiaron a una negociación conjunta su inmunización contra la Covid-19, una confianza ciega en los tecnócratas de Bruselas que estamos pagando con un pírrico 6% de europeos vacunados.
Los datos no dejan lugar a la duda: la campaña de vacunación europea ha incumplido todos los plazos fijados por el equipo de la Comisión a finales de diciembre. Ni está toda la población de 80 años vacunada, ni llegaremos a la inmunidad de rebaño antes del verano por mucho que ahora se anuncie la llegada masiva de viales. Lo que eran unas babuchas «buenas, bonitas, baratas» se ha convertido en cholas 'made in Taiwan' que ni siquiera son de nuestro número.
Frente a la tenacidad y falta de modales de nuestros contrincantes en el mercadillo libre del planeta, Bruselas negoció como si se encontrara en un centro comercial de centro Europa. Miró la etiqueta con el precio del producto, pasó por caja, pagó al contado y dio su dirección al dependiente. «Gracias por su compra. En 24 horas lo tendrá en su puerta», dijeron muy serios los eficientes comerciales de Pfizer, Moderna y Astrazeneca.
Y aquí sigue todo el viejo continente esperando que suene el timbre. El farolilloque von der Leyen abonó sin rechistar ilumina la terraza de Israel con más del 70% de la población vacunada. Las pulseras de plata de ley que la presidenta de la Comisión sacó de la vitrina 'solo para sus ojos' visten las muñecas del Reino Unido con un 50% de los británicos inmunizados. Hasta Marruecos se quedó con el cinturón de auténtica piel de a última escapada de la presidenta europea con ya 4 millones de dosis inyectadas. ¿Timo del vendedor o mal negocio del comprador?
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