Maleza en la nieve

Del director ·

No entiendo por qué se rasgan las vestiduras muchos con lo visto

La nevada del sábado dejó en Madrid imágenes para el recuerdo. Si tienen razón los que apuntan que hay que remontarse a comienzos de la década de los 70 del siglo pasado para encontrar un episodio similar, pues se entiende que la gente saliera en tromba a la calle a ver el espectáculo. Claro que entonces no había una pandemia, que obliga a mantener la distancia social, de manera que las concentraciones ciudadanas para ver la nieve fuesen una invitación a incrementar los contagios de covid-19.

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Fue en ese contexto, a medio camino entre la lógica de asistir a algo histórico y la pura novelería, donde se vieron episodios que se salen de ambos conceptos y entran en el terreno de la irracionalidad y la gamberrada. Con un agravante: el daño a la salud pública. Me refiero a la fiesta y las batallas de bolas de nieve que se vivieron en la Puerta del Sol, Callao y Plaza de España, tres enclaves del centro de Madrid en los que hubo de todo menos conciencia cívica, responsabilidad y distancia social.

Pero no entiendo por qué se rasgan las vestiduras muchos con lo visto. Esto es lo que tenemos, esto es lo que hay, esto es lo que hemos consentido de aquí para atrás y ahora recogemos los frutos. Es como cuando aquel triste día en que la UD Las Palmas se jugaba el ascenso frente al Córdoba y el campo fue invadido por una turba compuesta mayoritariamente por chiquillería, un episodio que llevó a más de uno a preguntarse de dónde salían. Pues estaba claro: no eran vikingos recién desembarcados en El Confital. Todo lo contrario: eran de los nuestros. Como los que salieron en Madrid a hacer el tonto, a arriesgar su salida y la de los contrarios, y a complicar el trabajo de los equipos de emergencia, también son los hijos de Madrid. Ya puestos, tampoco los que invadieron el Capitolio de Washington son integrantes de una tribu perdida que bajó de las Rocosas y para darse un garbeo por la capital: son parte de la sociedad.

Es en los momentos críticos cuando dicen que afloran fortalezas y debilidades, tanto personales como grupales. Pues ya estamos viendo lo que tenemos. Si hemos aceptado que los más jóvenes confundan lo histórico con el espectáculo descerebrado, no nos indignemos a las primeras de cambio. Se trata de recoger los frutos que hemos sembrado, o que hemos dejado que crezcan. Porque cuando se cultiva no hace falta poner semillas de maleza; lo único seguro es que puede aparecer. Y si no se cuida el cultivo, aparecerá con toda seguridad. Esa maleza es la que salió a las calles de Madrid. Floreció con la nieve, que ya es difícil.

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