Hace una semana el doctor el Física y meteorólogo superior del Estado, J.J. González Alemán, teldense, por cierto, publicó en una prestigiosa revista científica ... un estudio en el que demostraba que el cambio climático antropogénico, el causado por las actividad humana, estaba detrás de la gran tormenta que se creó en el Mediterráneo el pasado verano y que causó doce muertos. Fallecimientos, decía el científico canario en las redes sociales, relacionadas «directamente» con el cambio climático.
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Buena parte de la población está ya concienciada sobre los efectos del calentamiento global. Pero noticias como el verano más caluroso de las últimas décadas, las lluvias torrenciales en Grecia, tormentas propias de noviembre en septiembre sirven a otra buena parte para sacar toda una artillería de patrañas contra la ciencia y la evidencia cuando en realidad solo quieren seguir explotando los recursos.
Con todo, incluso entre quienes están más concienciados, hablar de decrecimiento sigue siendo un tabú. Seguimos consumiendo como si no hubiera un mañana, comprando plástico sin tino, viajando como posesos en cada puente o fin de semana detrás de la postal ideal o del concierto de turno.
Seguramente nadie que hoy esté vivo verá el final, pero la aceleración del cambio climático debería hacernos reflexionar sobre si tal vez ese mundo distópico no está ya enseñando la patita en nuestro tiempo y, si es así, meter una botella de vidrio en el contenedor verde o reciclar los tapones para que le den a alguien una silla de ruedas ya ha dejado de tener sentido.
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