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Las crisis
...y los gatos tocan el piano

Las crisis

Sábado, 14 de octubre 2023, 23:06

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Si los medios de comunicación pudieran elegir, preferirían la lluvia al calor. La vistosidad de las gotas de agua, esas fotos de paraguas o esas imágenes de barrancos corriendo supera por completo la estética del sofoco.

Igual pasa con las «crisis». La de los cayucos es un ejemplo. Días, días y días haciendo recuento de personas llegadas como las sentencias favorables a los condenados de la ley del solo sí es sí. Miles de titulares sobre cómo nos abandona Madrid, la soledad de las islas ante la «avalancha», esa palabra mágica que viene antes del «pero yo no soy racista». Y la de historias que da el tema, historias humanas donde la solidaridad remplaza los agujeros del sistema.

El consenso en «la crisis de los cayucos» es proporcional a discenso para hablar de la crisis de la pobreza en las islas, la crisis de la sanidad, la crisis de los servicios públicos, la crisis de la dependencia, la crisis de la escolarización de 0 a 3, la crisis de una región que tiene que cerrar los colegios porque hace calor, la crisis de una comunidad en la que ni trabajando se sale de pobre, la crisis ecológica (El Confital, Las Canteras, el incendio inextinguible de Tenerife,...), la crisis de 104 millones de euros en deudas municipales, la crisis de las decenas de personas que duermen al raso en la ciudad, la crisis de la violencia machista que no cesa, la crisis de los cuidados que siempre caen del mismo lado, la crisis del volcán con esas familias que ya acabarán sus días viviendo en un barracón, la crisis del agua en Fuerteventura mientras hace propaganda del turismo de golf,...

El bombo de las crisis está lleno de bolas y nos han tocado casi todas. La que nos falta es la crisis de la exigencia, de exigir a nuestros dirigentes que se dejen ya del 'y tú más', que 'mira cómo me han dejado esto', de la 'herencia recibida', del 'fíjate tú que nosotros lo hicimos súperbien'. Basta de futuribles, de ser epicentros de todo, del antes y después. Para cambiar el mundo hay que empezar por lo cercano. Y eso sería atajar alguna de las innumerables crisis.

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